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La Xicra de Palafrugell: las mujeres que mantienen un plato de nombre único, el 'cachoflino'

Es un mar y montaña que elabora hace cuarenta años el restaurante situado en la calle Estrecha de la población del Baix Empordà

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Montse Soler y Anna Casadevall, las almas de La Xicra, y en el cuadro, detrás, el añorado Pere Vahí

PalafrugellEntro en La Xicra después de haber reconocido el restaurante en la calle Estrecha de Palafrugell. Tiene la puerta roja, con dos bonitos escaparates, una mesa fuera, y sobre todo una escultura de mujer en lo alto de la puerta que desprende elegancia y soltura al mismo tiempo.

Pies de cerdo con gambas, uno de los cachoflinos que cocina Anna Casadevall en La Xicra.

En el vestíbulo de La Xicra aparece Montse Soler, la jefa de sala. Ella abrió el restaurante hace cuarenta años con su marido, el amado y añorado Pere Bahí. De hecho, La Xicra empezó como una granja, y fue al cabo del tiempo que se convirtió en restaurante. Enseguida entró a trabajar la cocinera Anna Casadevall, y ambas, Montse y ella, son hoy las almas del restaurante. Y sobre todo las que luchan por mantener un plato único.

Vamos al grano. La Xicra de Palafrugell es el restaurante donde comerá un mar y montaña con nombre propio y único. “No nos lo inventamos nosotros, no, el nombre de cachoflino, pero quizás sí que lo recuperamos e impulsamos”, explica Montse Soler, que añade que la palabra querría decir “trozo fino”. Mientras, la cocinera, Anna Casadevall, explica cuál es el mar y montaña que ha cocinado, porque cada día hay uno diferente: pies de cerdo con albóndigas y gambas, gambas de Palamós, claro, que es el puerto pesquero cercano.

Pan, aceite de oliva, aceitunas y mantel

Los pies de cerdo están deshuesados, las gambas son carnosas y de mordedura carnazada, llena, y la salsa del cachoflino es de las que piden chupar pan, que aquí tenemos otra palabra local y muy viva, que incluso la he leído en rótulos de panadería. Y digámoslo todo: ¡qué pan el de Xicra! Es un pan redondo de corteza crujiente, con mucho muelle, y Montse lo sirve en un cestillo de mimbre y loncheado a cuatro filos. Un detalle que te hace dar cuenta de que es un restaurante con solera: el pan llega a la mesa desde el principio que te sientas, junto con el aceite de oliva virgen extra, que es de producción local y de historia cercana: el elabora el marido de Anna Casadevall, se llama Mateu, y está hecho con olivos de la población de Mont-ras. Y si hemos dicho pan y aceite de oliva virgen extra, menciono dos factores de excelencia más: un cuenco de aceitunas sabrosas y una mesa vestida con mantel blanco impoluto.

Las anchoas, preparadas en el mismo restaurante.

El cachoflino le he acompañado de más platos: unas anchoas carnosas, que prepara Anna, con pan con tomate de verdad. Sé que la expresión puede sorprender, pero las dificultades para encontrar un pan con tomate bien mojado, sin pincel, sin trozos de la pulpa en el pan, me llevan a decirlo. En Xicra el pan con tomate es bueno, pan de coca, y las anchoas son del mayor calibre que nunca había visto.

Después de las anchoas, un escabeche de verduras y caballa, ya continuación un carpaccio de gamba pequeña, aliñado con un buen chorro de aceite de oliva. Ambos son platos fríos, e ideales comerlos como entrantes. La gamba del carpaccio tenía un buen mordisco, y el escabeche, el punto del vinagre que resalta su sabor. “No todos los vinagres van bien para los escabeches”, explica la cocinera, que asegura tener muchos tipos diferentes según los ingredientes. Incluso un vinagre de miel.

En el postre, así como en todo el resto de platos, en Xicra hay algo destacable: si pides media ración, entonces te cuesta el 75% de su precio. El dato es bueno porque entonces la recomendación es que haga una cata de dos postres diferentes, y que incluya el bizcocho con chocolate, mullido, que se deshace en la boca. Otro dato sobre los platos y los precios: en La Xicra también existe la posibilidad de comer un menú de degustación, a 58 euros por cabeza, que incluye seis platos, entre los que asado, rape al ajo, el escabeche y foie de pato y dos postres.

La cocinera Anna Casadevall y la maître Montse Soler, en uno de los salones con cuadros pintados al óleo.

Y aquí no se llega al final, porque Montse Soler es de buen conversar, y se puede preguntar por curiosidades de la calle Estret donde está situada La Xicra (que en los mapas encontrará como calle de Sant Antoni, y no calle Estret), y sobre todo pregúntele por la escultura de art déco que está situada en lo alto de la puerta de La Xicra. Les adelanto un pequeño hilo: la hizo su marido, Pere Bahí, que era decorador, y con quien abrió Xicra hace cuarenta años. Junto a La Xicra, y al principio de la calle, una farola, de hierro forjado preciosista, que también hizo Bahí. Y en la calle, el recuerdo de Josep Pla, que llegó a escribir un libro entero. Pedro hizo otro en el que recogía las recetas que aparecen en el libro Lo que hemos comido de Pla, y que lleva por título Lo que comía Josep Pla. Las mejores recetas del Empordà pequeño.

Palafrugell vive del recuerdo de ambos, y los que vamos vivimos del deseo de comer un cachoflino de La Xicra. La ilusión de pensar qué cachoflino habrá cocinado hoy Anna y le servirá con alegría Montse. Por cuarenta años más, La Xicra.

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