Adolescencia

Mi hijo no tiene amigos

Las relaciones de amistad desempeñan un papel socializador e identitario y no tener estos vínculos puede suponer un riesgo para el desarrollo social y emocional

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Un niño se columpia solo, sin amigos.

Barcelona"Hace dos años que no tengo amigos. Los perdí por una larga historia durante la secundaria, y después de la ESO hice un grado medio y no hice bachillerato. La gente del grado era mayor que yo, y los que había salían con los amigos de siempre", explica Laura. Esta chica de 16 años no responde a la clásica imagen de una adolescencia rodeada de amigos y esto, según los expertos, puede suponer riesgos significativos para su desarrollo emocional y social.

“El grupo de amistad es un referente de primer orden, el primer banco de pruebas de cómo es la vida en sociedad lejos del calor familiar. Se comporta como una tribu en la que cada miembro ocupa su espacio diferenciado y es reconocido y valorado. Si no tienes ese reconocimiento, si no encuentras ese espacio durante una época en la que no tienes una autoestima excesiva, puedes llegar a sentirte muy excluido”, explica Ignacio Megías, investigador social y autor del estudio El valor de la amistad en la adolescencia y la juventud, 2023 (Centro Reina Sofía de FAD Juventud y Fundación SM).

Los peligros del aislamiento

La sensación de soledad o baja autoestima son los principales peligros que el estudio remarca como consecuencias de quedar fuera de los círculos de amistad. “Esta situación puede llevar a una persona a cuestionarse a sí misma, a no sentirse apto o suficiente para los demás, a sentir vergüenza o inseguridad ya poner en peligro el autoconcepto y la identidad personal, propiciando el cierre en uno mismo ”, añade Mireia Cabero, psicóloga y profesora colaboradora de los estudios de psicología y ciencias de la educación de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC).

“Soy una chica con muchos sueños, antes era más tímida, pero ahora ya no, y me muero de ganas de conocer a gente nueva y ser finalmente yo misma”, explica Laura. A través de la amistad, los niños entienden mejor cómo son y sienten la libertad de ser uno mismo, sobre todo durante la adolescencia. "No tener este referente puede ser una losa para encontrar el bienestar emocional para encarar su crecimiento personal en años convulsos", advierte el investigador. La importancia de las relaciones de amistad es precisamente aprender a conocerse a sí mismo, “a ser auténticos, amar y sentirse querido por personas externas a nuestro círculo familiar; respetar y gestionar conflictos”, dice la psicóloga.

La amistad se encuentra en su punto álgido durante la adolescencia, una época en la que los amigos pasan a ser la figura de referencia, antes incluso que la familia, principalmente por su papel socializador e identitario. “Los amigos ayudan a construir y dar sentido a una sensación de autonomía que antes no existía y es imprescindible para crecer y madurar. El tipo de confianza y la empatía que ofrecen las amistades es muy diferente a lo que se puede alcanzar con alguien de la familia”, puntualiza Megías. Precisamente, según los expertos, el impacto de esta falta de amigos en edades previas a la adolescencia no es tan determinante, porque “los padres son el referente prioritario y las amistades todavía tienen un papel secundario muy útil para el desarrollo de la competencia social del niño”, apunta Cabero.

Durante la adolescencia la amistad se convierte en uno de los valores más importantes, porque los amigos se convierten en un apoyo muy diferente de la familia, por la proximidad y la empatía en las vivencias, los aprendizajes, los problemas y las ilusiones compartidas en un momento vital similar.

Cambios en el valor de la amistad

La percepción de la amistad se modifica con el tiempo: los jóvenes pasan de visiones más edulcoradas, basadas en “la amistad para siempre”, a otras más constructivas o críticas. “Durante la adolescencia prima una visión de la amistad más centrada en un modelo ideal construido socialmente: valor único, eterno, prácticamente inquebrantable, que representa todo lo bueno”, dice Megías, investigador del estudio. Pasados ​​los años, con el alejamiento, la exigencia, la falta de reciprocidad o la distancia adoptan “una visión más crítica y vigilante y más centrada en los aprendizajes: qué me enseña la amistad como persona, cómo traza el mío camino vital”, añade.

“Ha llegado un punto en el que ni siquiera pido amigos en serio, simplemente gente para salir. Cuando intento quedar con antiguas amistades para ir a tomar un café y ponernos al día me ponen excusas”, explica Laura. De hecho, el estudio, basado en el análisis cualitativo a casi cincuenta jóvenes, identifica diferentes tipos de amistad: verdadera, colegas, conocidos o compañeros. “Los jóvenes son conscientes de que no todo el mundo es esta persona especial, y que no hace falta que sea así. Hay amistades de muchos tipos y para muchas cosas, y los lazos y conexiones pueden ir fluctuando. Aprender a sacar partido personal de cada lazo en cada momento vital será un ejercicio de socialización saludable”, dice el investigador y codirector de Sociológica Tres.

El estigma de la soledad

“Mi situación me avergüenza muchísimo, no quiero que la gente con la que hablo sepa que no tengo amigos con los que salir. No lo sabe absolutamente nadie, estoy muy triste y no encuentro ninguna salida, siento que he perdido una oportunidad única”, comenta Laura en el blog Adolescents.cat. Ésta es una situación que muchas veces el propio niño esconde y arrastra, y que le crea una especie de culpa social “que le supone angustia, vergüenza e inseguridad”, comenta Cabero. "Las personas sin amigos, o que tienen pocos, suelen ser observadas bajo sospecha, como si no tuvieran suficientes habilidades sociales o fueran extrañas", añade Megías.

Al mismo tiempo, esta situación preocupa al protagonista y también a su contexto más cercano, a la familia. "Veo que los compañeros de clase quedan por WhatsApp ya él no le dicen nada, les invitamos a casa y luego no le invitan nunca de vuelta, o cuando salen se queda en casa en lugar de salir con gente de su edad", explica Marina, la madre de Ricard, de 12 años, que después de empezar la ESO en una nueva escuela no ha logrado crear vínculos. “Es normal que el círculo más cercano esté inquieto, pero si el niño no sufre es importante que la familia tampoco lo haga. Él o ella marcará la importancia de las cosas que vive con su forma de asumirlas. Así que hay que acompañarle en este proceso sin añadirle más presión ni angustia”, apunta Cabero, directora de Cultura Emocional Pública.

Generalmente no hay una razón específica, pero sí existen una serie de factores del entorno familiar o escolar que pueden contribuir a la dificultad de hacer amigos. “Algunos de los factores serían el vínculo con sus padres, la seguridad o inseguridad que la familia ha hecho que el niño tenga, el estilo de relación de los padres con sus amigos, no potenciar la importancia de las relaciones, familias muy cerradas o tutores que no potencian la interrelación, el respeto ni la cooperación entre los niños”, explica Cabero.

“Siento que estoy cayendo en depresión, mis padres están muy preocupados”, explica Laura. Si la cantidad y la calidad de las relaciones y su percepción subjetiva no se ajustan a lo que uno espera, esta situación puede vivirse de forma negativa. “Todo lo que genera aislamiento social hace que nos cierran en nosotros mismos. Reducir la amplitud de miradas hace que escuchemos nuestros fantasmas y los hagamos crecer. Perdemos la oportunidad de disfrutar y vivir emociones positivas y es fácil que la soledad pueda derivar en problemas de salud mental”, concluye la psicóloga.

La amistad online es amistad offline

El contexto online se ubica como un espacio que complementa esta amistad; no es un puente, sino una de las caras de ese mundo offline. Algo muy normalizado, teniendo en cuenta que el 40% de los menores de entre 9 y 13 años tienen un perfil en alguna red social, según datos del INE. El estudio El valor de la amistad en la adolescencia y la juventud, 2023 (Centro Reina Sofía de FAD Juventud y Fundación SM) confirma que, en contra del estereotipo, lejos de promover el aislamiento las redes sociales se revelan como espacios vitales donde se expresan y comparten preocupaciones y cultivan sus amistades. “El mundo online y la vida son complementos e indisolubles, y las relaciones y las emociones se ponen en juego tanto online como fuera de línea”, explica Ignacio Megías, investigador del informe.

“Desequilibrar la balanza y centrar la vida en el marco de una pantalla implica importantes riesgos en muchos niveles. Pero no saber desarrollarse online, también, y por eso hay que incidir en una educación emocional y sentimental en torno a las redes sociales e internet”, añade. Saturación, sobreexposición o la gestión de la intimidad son algunos de los riesgos a explicar, más allá de que consideramos que estas nuevas generaciones son “nativos digitales”. “Crecer sabiendo cómo es la operativa y cómo funcionan las tecnologías no significa saber manejarse emocionalmente y sentimentalmente. Encontrar un equilibrio entre no renunciar al lado bueno de la mediación tecnológica y saber cuidar el espacio personal y de intimidad es un reto que tenemos como sociedad en general”, advierte Megías.

Precisamente los jóvenes –según el estudio– admiten que la comunicación online pide ajustar expectativas y tonos. “Respecto a las amistades, crecer supone, entre otras cosas, saber encontrar tu espacio personal y de soledad frente al grupo, sin que esto implique que el vínculo se resienta. Si esto ocurre en el contexto presencial, aún más en el online, donde la conexión permanente se da por hecha”, explica el investigador.

Así pues, la amistad también requiere comprender cómo una persona se expresa online, su humor, las actitudes que le molestan y los temas que evita. Un aspecto importante es respetar los espacios de silencio en la comunicación digital, saber conservar estos momentos por saturación, responsabilidades, salud mental o pereza, y que las amistades lo entiendan es clave para establecer relaciones sólidas. Conocer a alguien también implica entender sus patrones de comportamiento online.

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