A la semana se producen, de media, entre 3 y 4 desahucios en el barrio del Raval de Barcelona. Según Alba Cid, trabajadora social de servicios sociales del Raval Sud, la mayoría de familias atendidas en los servicios sociales "no tienen la situación a nivel administrativo regularizada, por lo que no pueden acceder a un piso de la mesa de emergencia ni a otros alternativas". La lista de espera para conseguir un piso es entre tres y cuatro años. "Un 20% de familias tienen un piso de emergencia y el resto no tienen derecho. No hay alternativa a medio plazo". No existen recursos para dar respuesta a esta problemática. Incluso hay lista de espera para acceder a una pensión. "La vivienda es un derecho básico y se está especulando", lamenta. Barcelona tiene 3.000 personas viviendo en pensiones, el triple que cumple cinco años.
"Mamá, ¿por qué vienen estos hombres? ¿Por qué gritan?"
Durante un desahucio la escuela se convierte en refugio para los niños, que necesitan un espacio de seguridad
Gerona"Mamá, ¿cuándo tendré una habitación para mí sola?", pregunta Jasmina, de ocho años. Desde diciembre pasado, ella, junto a Samia, su madre; Redouan, el padre, y Tamara, su hermana, de tan sólo tres meses, viven en una habitación de un piso compartido de los servicios sociales de Barcelona. Sufrieron un desahucio. Esta familia marroquí subsiste, además, con una ayuda de 300 euros, mientras que Redouan, que está haciendo unos cursos, espera conseguir trabajo para aportar más dinero a casa. ¿Pero en qué hogar? Una vivienda en la que conviven con otras dos familias en la misma situación: todos en lista de espera para conseguir una vivienda que no llega. Jasmina, a la que le cuesta concentrarse en clase, aún recuerda el desconcierto del día del desalojo. "¿Por qué vienen estos hombres? ¿Por qué gritan?", preguntaba a sus padres, que sólo supieron responderle: "Nos cambiamos de casa, momentáneamente".
Los desahucios generan mucha incertidumbre y inquietud, también para los niños y adolescentes. Agravado, en parte, porque los adultos no suelen darles demasiada información. “La mayoría de familias no tienen recursos personales suficientes para explicar a los menores qué pasará. Se sienten desbordados y los hijos suelen quedar al margen”, detalla Maria Casalà, educadora social de servicios sociales de escuelas del Raval Sud. Ante esta carencia –y dado el incremento de familias desahuciadas en el barrio del Raval de Barcelona–, el centro de servicios sociales del Raval Sud ha puesto en marcha una iniciativa que acompaña a niños, adolescentes y jóvenes y da herramientas a los progenitores. Se trata de un cuento que explica una situación de emergencia y precariedad habitacional como ésta: la pérdida de vivienda a consecuencia de un desahucio. Yo te cuidaré, escrito por Anna Manso e ilustrado por Teresa Herrero, ha contado con la participación de siete familias del barrio y profesionales de los servicios sociales.
“Las familias esconden el desahucio por vergüenza o lo edulcoran con mentiras piadosas. Se ven sin recursos para afrontarlo de una forma digna. El cuento, en cambio, ayuda”, señala Manso. A la hora de elaborarlo, las propias vecinas del barrio explicaron sus vivencias a la escritora y ella construyó el argumento. "Me expusieron lo que querían que saliera: rincones del barrio, un gato, Garfi, un peluche, Nunu... Pero, en cambio, no la carta de comunicado del desahucio. El reto fue idear un final para la historia. La premisa era no acabar con una situación falsamente feliz en la que llega la casa. dicen al hijo: «Siempre te cuidaré»».
Explicaciones adaptadas a la edad
El psicólogo Roger Ballescà, coordinador del Comité de Infancia y Adolescencia del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña, admite, por un lado, que las "malas noticias" no pueden evitarse, pero, por otro, el que sí se puede hacer es "generar un entorno de seguridad" y "una idea de esperanza en el futuro". Lo importante, según este experto, es dar la información “adaptada a cada edad” porque no es lo mismo un niño de cuatro años que uno de catorce. “Una cosa es evitar información que no necesitan porque no aporta nada y otra crear una ficción. Debemos explicarles a todos, sin pelos en la lengua, cuáles son las cosas que van a cambiar y cuáles no; estas últimas, precisamente, a veces nos olvidamos de decirlas y también son necesarias”. “El cuento lo hace y genera esperanza con lo que no va a cambiar, que es cuidar a la criatura”.
La publicación, que se ha presentado en cinco escuelas del barrio del Raval y se enmarca dentro de la Comisión para el Acompañamiento de los Niños, Adolescentes y Jóvenes del Raval durante el proceso del desahucio, también es una forma de visibilizar que un desahucio puede pasarle a cualquiera. Casalà, en este sentido, afirma que no existe culpa o responsabilidad. “No se trata de un tipo concreto de familia sino de un problema de la sociedad, en el que existe un derecho a la vivienda que no se está respetando. Con el cuento, la situación sigue siendo igual de cruda, pero la persona se siente más acompañada”. Por su parte, Alba Cid, trabajadora social de servicios sociales del Raval Sud, añade que "un cuento no lo arregla" pero se convierte en una herramienta "capital" para "poder trabajar también en las escuelas la problemática de la vivienda y que ésta no sea un estigma”.
La escuela: un refugio
Aunque los niños y jóvenes no lo verbalicen, la evidencia es clara. Los maestros identifican, enseguida, una serie de problemáticas en el alumno que ha pasado por un desahucio. “Siempre era puntual y resulta que desde hace unos días llega tarde a la escuela porque viene en metro y de más lejos. Se les ve tristes, irascibles... Y cuando les preguntas qué ha pasado, te cuentan que han perdido la vivienda y se están en una pensión”, lamenta Maria Casalà. Ante esto, el psicólogo Roger Ballescà resalta, sin embargo, que una adaptación “normal” a una vivencia de éstas es que el niño llore y esté mal. “No debemos confundir pasarlo mal con que no se esté adaptando a la situación. Me preocuparía más a un niño feliz y contento en una situación dramática, que a un niño que llore. Es una sensación desagradable, pero no mala. Una reacción saludable, que es necesario acompañar. No debemos evitar que se sienta mal, sino acompañarle en el proceso”.
Con todo el trasiego, la escuela se convierte en un cobijo para ellos. “Se recomienda que para el desahucio estén en la escuela protegidos del alboroto. Si viven en una pensión, pueden dejar los objetos de valor aquí con nosotros. Para ellos, el centro escolar es un puesto de seguridad, especialmente cuando tu casa, que es un espacio de seguridad por excelencia, ha desaparecido”, destaca Casalà.
Rashid y Faiza, una pareja paquistaní, también sufrieron hace un año un desahucio del garaje donde vivían. Su deseo es ir en una vivienda de alquiler, pero el mercado está “inasequible”, aseguran. Ante la falta de pisos compartidos, Serveis Socials les ha facilitado una pensión en el Poble-sec. Sin embargo, según explican, no tienen acceso a la cocina, lo que impacta en la alimentación de sus hijos, de 5, 9 y 10 años. “No están comiendo bien. Estamos buscando soluciones”, describen preocupados. Y es que con el desahucio desaparece, a menudo, la alimentación saludable. “Prescindir de la comida de la madre, de la comida de casa, produce también cierta añoranza. La comida tiene una función emocional, aparte de nutricional. Estas familias que viven en pensiones deben ir a un bar cercano y la escuela acaba haciendo esta función de alimentar saludablemente a los niños”, comenta Casalà, que se pregunta qué esperamos de unos adultos que han estado sufriendo en su infancia . "La sociedad no garantiza una vivienda, y eso tiene consecuencias en la persona", asegura.
Según Ballescà, que también es coordinador del área de salud mental infantojuvenil del Hospital Sagrat Cor de Martorell, los niños tienen tendencia, de hecho, a ver las cosas en un plazo temporal más corto que los adultos ; por eso, recomienda darles perspectiva: "Aunque en estos momentos la situación es complicada, dentro de un tiempo las cosas irán mejor y podremos, seguro, recuperar la normalidad". Esperanza y futuro.
Perder una vivienda, así como perder a los familiares, genera un vacío "importantísimo" porque, según el psicólogo Roger Ballescà, "perdemos nuestra zona de seguridad y donde tenemos depositada nuestra identidad". Saber las repercusiones que supondrá un desahucio en los niños dependerá de la duración de la situación y cómo finalice. “Las personas que pasan situaciones difíciles con el tiempo salen adelante, y razonablemente bien. Además, fortalecidas y reforzadas”. Si la situación es sostenida y prolongada en el tiempo o no está correctamente bien acompañada, entonces genera problemas emocionales y fisiológicos como angustia, depresión, trastornos del sueño, de la alimentación o problemas de crecimiento, así como de relación con los demás o vinculación .