un fotograma de 'Adolescence'.
17/03/2025
Escritora
2 min
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Muchos de vosotros, que me está leyendo, ya habrá leído la crítica de Mònica Planas en este mismo diario que advierte del puñetazo en el estómago que hace oír la serie Adolescencia, que es necesario encontrar en Netflix mezclada, casi diría que escondida, entre otros productos menores.

La crítica televisiva dice que Adolescencia es la mejor serie que ha estrenado Netflix en los últimos meses, por su enfoque narrativo, su calidad interpretativa y su voluntad de exploración social. No podría estar más de acuerdo. Pero quisiera añadir una consideración personal: creo que esta serie interpela al espectador en un aspecto muy privado. Al terminarla, sólo hay tres opciones: te sientes aterrorizado si tienes hijos adolescentes, o celebras no haberlo tenido o, como es mi caso, agradeces que los tuyos hicieran esa travesía, difícil de por sí, cuando las redes sociales aún no lo habían convertido en un auténtico infierno.

Creo que la serie provoca un auténtico desasosiego porque te pone ante los ojos una realidad: es prácticamente imposible proteger a nuestros hijos de las maldades y perversiones a las que tienen acceso encerrados en su habitación. El actor protagonista, ese niño de trece años que mantiene una apariencia infantil y vulnerable, logra hacernos temblar con la proeza de su interpretación.

Mientras me tragaba los capítulos deAdolescencia, estaba leyendo una novela de la escritora italiana Silvia Avallone titulada Coro negro. Esta autora la descubrí hace muchos años con Acero y después de tantos años no me ha decepcionado lo más mínimo.

Coro negro también da protagonismo a los adolescentes –o más bien a jóvenes adultos que han quedado traumatizados por una adolescencia desastrosa–. Emilia y Bruno no son víctimas de las redes sociales, apenas utilizan el teléfono móvil, pero viven igualmente con mucha angustia este mundo global donde todo el mundo sabe quiénes son y qué les ha pasado.

Avallone se muestra rotunda con los grandes traumas de la adolescencia: "No es verdad que luego salgas adelante. Luego están las consecuencias".

Como en la serie británica, basada, por cierto, en un hecho real, el protagonista y toda su familia deben asumir las consecuencias de los actos cometidos en un momento de alienación mental.

El mensaje de fondo que une la serie Adolescencia y la novela Coro negro es más bien pesimista: por mucho que nos esforcemos por hacerlo bien como padres, no podemos proteger a nuestros hijos del mundo y de la vida.

Los padres de Jamie y el padre de Emilia son personajes desolados, impotentes, que no encuentran respuesta a la gran pregunta: ¿Qué hemos hecho mal? Puedo imaginar lo imposible que es la misión de tratar de salvar a los hijos de las redes sociales, llenas de códigos secretos, intenciones perversas y mensajes abominables. La prohibición nunca es camino y la vigilancia extrema es casi imposible.

Pienso en los padres y madres que tuvieron que proteger a sus hijos en tiempo de guerra, o cuando no había antibióticos y otros tratamientos, o si vivían en medio del bosque expuestos a fieras feroces. Siempre los había compadecido cuando leía novelas de época, pero ahora, sinceramente, no creo que aquellos tiempos fueran peores que los que nos ha tocado vivir ahora.

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