La Barnahus es un equipamiento creado por el departamento de Asuntos Sociales en 2019 que se está implementando en todo el territorio catalán para atender a niños y adolescentes víctimas de violencia sexual, que son atendidos por médicos forenses, mossos d'esquadra o psicólogos . En el marco del proyecto, en Tarragona se realizó una prueba piloto con intervenciones asistidas con animales (IAA) a través de la cual se ha atendido a unos ochenta menores. Maribel Vila, directora de Fundación de Milu –entidad de la que provienen los perros–, apunta que el trabajo con los perros está indicado para aquellos niños y adolescentes “que tienen dificultades de vinculación o comunicación con los técnicos de Barnahus; aquellos con diversidad funcional; aquéllos con una predisposición y motivación especial para trabajar con perros; aquéllos que se muestran inseguros ya través del perro adquieren confianza, o aquellos que no saben gestionar sus emociones ya través del perro se les puede ayudar”.
Perros que huelen tu enfermedad a 12 kilómetros de distancia
Los conocidos como perros de alerta médica son capaces de detectar epilepsias, diabetes o crisis de asma
BarcelonaComo cada tarde, Natalia recoge a su hija, Olivia Sosa, de 10 años, en la escuela. Lo hace acompañada de Lucy, su perra, que, mientras le espera, empieza a lloriquear. Al darse cuenta, Natalia comprueba con el aplique de su móvil –conectada con el sensor de glucosa que lleva su hija– cómo el índice glucémico de la niña ha empezado a bajar. Lucy es una perra de alerta médica que lleva siete meses conviviendo con su familia y que le ayuda a anticipar las hiperglucemias y sobre todo las hipoglucemias que la chica sufre a lo largo del día. Olivia debutó en su diabetes hace seis años, cuando tenía 5. “Era un 22 de marzo”, recuerdan perfectamente padres e hija, los cuales, desde entonces, cada 22 de marzo celebran el cumpleaños de la diabetes.
Al principio, el diagnóstico de la pequeña condicionó el día a día de todo el núcleo familiar, especialmente el de la madre, que es quien lleva y pasa a buscar a la niña a la escuela ya las extraescolares y pasa la mayor parte del tiempo con ella. Para los padres no fue fácil la falta de control inicial, pero al cabo de un mes, ya le pudieron implantar el sensor, con el que pudieron empezar a controlar los índices glucémicos a distancia. “Pedimos autorización a la escuela para que ella pudiera tener el teléfono para avisarla si se producía alguna hipo o hiperglucemia, y también tuvimos que enseñar al equipo docente cómo administrar la insulina”, recuerdan . Fue una etapa agotadora, en tanto que “fueron tres años de estar pendientes 24 horas al día del aplique y del índice glucémico de la pequeña”. Ahora, desde hace tres años, Olivia lleva una bomba de insulina y ya lo sabe manejar todo ella sola. De hecho, la chica aprovecha para subrayar cómo se sabe administrar la insulina desde los cinco años, "¡cuando lo habitual es que se aprenda hacia los 10!"
Detectores de cambios químicos
La última en incorporarse al equipo es Lucy, una perra de alerta médica que la familia Sosa adoptó a través de la Fundación Canem de Perros de Alerta Médica, una empresa social dedicada a la selección, educación y adiestramiento de perros de alerta médica para diabetes y epilepsia. Los padres de Olivia, Natalia y Gustavo, sí habían tenido perros en su Argentina natal, y aunque madre e hija ya hacía tiempo que pensaban incorporar uno a la familia, el hecho de conocer a la gente de Canem les sirvió para convencer a Gustavo. “Se trataba de un perro adiestrado, al que no había que enseñarle de cero a hacer sus necesidades en los lugares pertinentes, con el que podríamos entrar a todas partes e incluso viajar”, destaca Natalia, que avanza que ahora, en junio, la familia viajará a Italia, incluida Lucy, obviamente.
Los perros de alerta médica que Canem adiestra y entrega a personas con diabetes o epilepsia –pero también con migraña o crisis de asma– tienen en común que trabajan a través del olfato: detectan el cambio químico que produce el cuerpo de su usuario y dan un aviso claro y conciso, mirando fijamente y haciendo varios ladridos. Paco Martín, adiestrador de Canem, explica que “ante una hipoglucemia, el cuerpo de la persona diabética segrega isopreno, mientras que ante una hiperglucemia segrega cuerpos cetónicos y ante una crisis de epilepsia se produce una liberación de neurohormonas ”.
Ladridos y mirada
El adiestramiento de los perros de alerta que Canem entrega al cabo del año (unos 25, la mitad de ellos a menores de edad) se basa en enseñarles el olor específico que deben detectar y pedirles que , al detectarlo, avisen a través del ladrido. “También hay que educarles para que se comporten muy bien allá donde acompañen a los usuarios, ya que, como perros de asistencia, pueden acceder a entornos públicos y privados para realizar su trabajo”, subraya Martín. A su vez, Lidia Nicuesa, psicopedagoga de Canem, apunta que, una vez evaluadas las necesidades de cada usuario, cada unidad de vinculación es completamente distinta. “Todo el procedimiento de adiestramiento se personaliza para poder responder a las necesidades del usuario y, en función de su edad, tipo de familia, aficiones, etc., se intenta que el cachorro aprenda a desarrollar se en unas actividades u otras”, prosigue Nicuesa.
En este sentido, Lucy se ha habituado enseguida al pabellón donde Olivia hace patinaje artístico. Allí, cuando la chica tiene una bajada o una subida de azúcar, la perra ladra y mira fijamente a Natalia, que es su persona de referencia. “La mirada es mucho más contundente que los ladridos, es inequívoca”, señala esta madre. A veces, la perra también empieza a saltar mientras mira fijamente a la chica. Por la noche, como duermen juntas, primero avisa a Olivia, pero como la chica no suele hacerle caso, acaba yendo a la habitación de los padres para avisar a Natalia. Durante este tiempo hay tres marcajes que a los padres de Olivia les han impactado mucho: uno, una noche que Olivia dormía en casa de una amiga; otro día que estaba en la escuela (a 5 km de casa), y un último cuando estaba de excursión, a unos 12 km de casa. El aviso suele producirse unos 20 minutos antes de que la chica tenga una subida o una bajada de azúcar.
Tranquilidad y tiempo de reacción
Cuando los cachorros llegan al seno de un hogar suelen tener entre seis y 14 meses, y al principio, apunta Paco Martín, se forma a la familia a través de un curso de manejo con tres objetivos: “Que la llegada del cachorro suponga el menor estrés posible para la familia, que el cambio de entorno suponga el menor estrés posible para el perro y que ambos aprendan a entenderse para que el perro lleve toda su vida la labor que ha aprendido durante el adiestramiento” . Sin embargo, matiza Lidia Nicuesa, es clave "entender que un perro de asistencia lo es en este orden: primer perro y, después, de asistencia". Esto significa, continúa, que "hay que no perder de vista que se trata de un animal que requiere tiempo y cuidados".
Estos fieles escuderos aportan tiempo y tranquilidad a sus usuarios, en especial a los padres y madres de los menores que padecen diabetes o epilepsia. "Sus ladridos cambian vidas", añade Nicuesa, en tanto que, destaca, "aportan tiempos de reacción para que los síntomas de las hipo e hiperglucemias no lleguen y para que las caídas cuando llega una crisis de epilepsia puedan ser evitadas". También aportan tranquilidad, ya que los adultos pueden estar en una habitación distinta del hijo o hija porque, si ocurre algo, el perro les avisará anticipadamente para que puedan ponerle solución.
“Nadie puede imaginar lo que llegan a valer estos metros de autonomía, que el menor pueda jugar en otra habitación, que pueda dormir la siesta sin que los padres estén mirando fijamente a través de las cámaras si ha empezado una crisis de epilepsia o en el monitor si se produce una hipoglucemia”, subraya Nicuesa. Un valor añadido, señala, que se multiplica exponencialmente al llegar la etapa adolescente, “en la que se reclama independencia y autonomía, y anhelan conocer el mundo, pero al mismo tiempo, a pesar de no parecerlo, es algo que les genera incertidumbre y miedo”. Unos sentimientos por los que pasa cualquier adolescente "pero que se acentúan cuando le sumamos una patología como la diabetes o la epilepsia", asegura Nicuesa. Una etapa a la que se acerca Olivia, que, durante este tiempo, dicen sus padres, “se ha responsabilizado de cuidar de un animal que, a su vez, cuida de ella las 24 horas del día”. Y es que, opinan, "los animales son capaces de mantener la paz mental y el equilibrio emocional", lo que esperan captar de primera mano cuando su hija llegue a la adolescencia. Un momento para el que ya se plantean que Lucy pueda acompañarla también a clase y hacerla más autónoma en su día a día.