Pierre Goldman, un revolucionario judío a juicio
Cédric Kahn recrea en 'El caso Goldman' el proceso judicial que conmocionó a la Francia de los 70
BarcelonaEn la Francia de los años 70, durante la resaca de Mayo del 68 que confrontó los sueños revolucionarios al pragmatismo pequeñoburgués, el público de la época siguió de forma obsesiva un juicio. Pierre Goldman, el acusado, era un comunista que había luchado por la revolución en Venezuela, un judío hijo del Holocausto y un escritor que había seducido a la intelectualidad parisina con la autobiografía Souvenirs oscuros de un juif polaco né en France [Recuerdos oscuros de un judío polaco nacido en Francia]; al mismo tiempo, era un criminal que había confesado tres atracos en tiendas. La clave del juicio era un crimen que Goldman se negaba en redondo a reconocer: el atraco a una farmacia que había resultado en la muerte de dos mujeres. Fue uno de los procesos más mediáticos de la época, seguido en vivo por docenas de periodistas y por una corte de seguidores de Goldman y celebridades como la actriz Simone Signoret y el filósofo marxista Régis Debray.
Este viernes llega a los cines El caso Goldman, sobria y documentada reconstrucción del juicio en el que todo el protagonismo recae sobre la palabra: la incontenible retórica revolucionaria de Goldman, que tiene en su ingenio y vehemencia su mejor arma y también el punto débil; la inteligencia eficiente y discreta del abogado de Goldman, el populismo embaucador del fiscal y la verdad frágil de la decena de testigos que declaran. El director de la película, Cédric Kahn, lo compara con el juicio a OJ Simpson: "En ambos juicios la defensa del acusado no se basa en los hechos sino en girar la trucha y acusar de racista a la sociedad" y el sistema". Además, dice el director, ambos procesos son una ventana al mundo en la que transcurren, ya sean Estados Unidos de los 90 o la Francia de los 70, que, añade, se parece mucho a la Francia actual. "Existe la misma fractura entre la izquierda y la derecha, entre la inmigración y los franceses de origen y entre las élites intelectuales y la supuesta Francia real. Es como si la sociología del país no hubiera cambiado".
La manía francesa por debatir
En el reparto del filme aparece un nombre que está de actualidad: Arthur Harari, que interpreta al abogado de Goldman y también es coguionista de otro filme judicial, Anatomía de una caída, que hace unos días ganaba el Oscar al mejor guión original. El caso Goldman y el film de Justine Triet tienen otro rasgo en común: la preocupación por la tendencia de la justicia al basar juicios legales en la historia y el carácter de los acusados, y no en los hechos. "El problema es que el sistema judicial de Francia es bastante peculiar –dice Kahn–. A diferencia del sistema anglosajón, más basado en los hechos y las pruebas, nuestro sistema legal tiene una tradición algo literaria y teatral. Hay que entender que en Francia no hay nada que nos guste más que hablar y debatir, y no sólo en los juicios, también en la prensa. A veces nos interesa más el debate que llegar a una conclusión".
De hecho, viendo la película no es fácil llegar a una conclusión sobre la inocencia de Goldman: la austera puesta en escena y la multiplicidad de relatos contradictorios que ofrecen los diversos testigos –empezando por el propio Goldman– hacen esquiva la verdad de los hechos a juicio. Incluso Kahn evita posicionarse sobre la inocencia o culpabilidad de Goldman: "Tengo mi opinión, como cualquiera, pero mi convicción no es una verdad. Francia lleva casi medio siglo interrogándose sobre la inocencia o culpabilidad de Goldman a través de libros, artículos, pero lo que me interesaba a mí era su extraordinario uso del lenguaje, tanto en su libro como en el juicio". De esa posición emana un retrato sobre la complejidad, tanto de la figura de Goldman como de la propia justicia. "En ausencia de evidencia y pruebas solo queda la dialéctica –dice el director–. Y la defensa de Goldman hizo un uso de la palabra impresionante".
La relevancia histórica del caso Goldman está también en la importancia que cobra la identidad judía del acusado, tema siempre espinoso en el país que hizo del asunto Dreyfus una cuestión de estado. Goldman, hijo de judíos polacos que lucharon en la resistencia francesa, utilizó su popularidad para reforzar el debate sobre el antisemitismo en Francia entre las élites intelectuales parisinas. "En los judíos de su generación pesaba más el comunismo y los ideales políticos que la identidad judía –dice Kahn–. Goldman fue uno de los primeros en reivindicar su judaísmo. Y es cuando se define como «comunista, revolucionario e hijo de Shoah» que se convierte en un icono". Sin embargo, sobre el antisemitismo actual de Francia, Kahn se resiste a pronunciarse. "Más que un antisemitismo hay diferentes antisemitismos: uno histórico más bien burgués con el que se identifica la extrema derecha, un neoantisemitismo de las banlieues por la identificación con Palestina... En Francia hay antisemitismo, sí, pero no es un país profundamente antisemita".