Crítica de danza

Nuevos ballets para músicas antiguas con la maestría de Jordi Savall

El Ballet del Capitole de Toulouse revisita dos obras de Gluck en el Liceu

Una escena de 'Don Juan', del Ballet Capitol del Liceu, con coreografía de Edward Clug en el Liceu.
24/03/2025
2 min
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Ballet du Capitole de Tolosa

  • Música de Christoph Willibald Gluck
  • Dirección musical: Jordi Savall al frente de Le Concert des Nations
  • 'Sémiramis', con libreto de Voltaire, y coreografía de Ángel Rodríguez
  • 'Don Juan', con libreto de Ranieri de Calzabigi basado en la obra de Molière, y coreografía de Edward Clug

El Ballet du Capitole de Toulouse y Jordi Savall capitaneando su formación Le Concert des Nations protagonizaron el domingo en el Liceu el estreno de un espectáculo que recupera dos antiguos ballets de Christoph Willibald Gluck, Semiramis y Don Juan. Aunque las coreografías originales se han perdido, las dos obras se consideran los primeros ballets en el sentido estricto del término, puesto que hasta entonces, en el siglo XVIII, la danza era sólo una forma de pantomima que acompañaba a la música.

La suite orquestal Ifigenia en Aulide abrió la velada como prólogo musical a los dos ballets, Semiramios, con coreografía de Angel Rodríguez, y Don Juan, de Edward Clug, dos aproximaciones a dos mitos, una mujer y un hombre, que desafiaron las leyes de los hombres y de los dioses.

A Semiramis, Rodríguez elimina cualquier referencia argumental para ofrecer un ballet centrado en las mujeres que nada tiene que ver con la tragedia griega, sino que las hace fluir sobre el escenario como seres surgidos de la madre tierra en una pieza de gran sencillez coreográfica, muy poética y ligera, donde el hombre es el apoyo que las hace volar. Los bailarines de la compañía, de técnica limpia y entusiasta, ofrecen una danza en la que todo son piernas, elevaciones y grandes jetés, brazos largos y estilizados con pequeños gestos de cabeza y manos que rompen las líneas aportando un punto de modernidad.

Bien distinto fue el Don Juan, de Edward Clug, que sí profundiza en el personaje pero sin llegar a ser narrativo. Con 28 bailarines en el escenario, Clug apuesta por movimientos entrecruzados y angulares, elementos escenográficos como las rejas del convento o un caballo escultórico para crear imágenes heroicas del protagonista, además de añadir toques humorísticos que casi tachan la parodia, como un mente en el suelo por un simple beso en la mano, o el pueblo ovacionando al héroe montado a caballo. El ballet funciona como tal, con un cuerpo de baile entregado y de una calidad técnica fantástica, con un Don Juan interpretado por Alexandre de Oliveira Ferreira que sabe hacerse el antipático seductor sin escrúpulos que requiere el personaje y una inmensa Marlen Fuerte Castro como Elvira. Lástima que la escena final no funcione. Don Juan no mata al padre ni baja a los infiernos, pero la música sí lo hace, así que mientras el cuerpo de baile evoluciona sin mucho sentido por el escenario, la avalancha de intensidad que emana la música de Gluck y que Jordi Savall supo conducir con energía convirtió el final en uno de los momentos musicales más potentes de la velada. Y el público, aplaudiéndole de pie, reconoció la maestría en Savall.

Jordi Savall dirigiendo Le Concert des Nations en el Gran Teatre del Liceu.
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