Nadia Wassef: "Es muy difícil convertir tu pasión en negocio y que el negocio no acabe con ella"
Librera y escritora
BarcelonaNadia Wassef tenía 27 años cuando con su hermana Hind y una amiga, Nihal, se decidieron a fundar la librería Diwan en El Cairo. Era en 2002. "En aquel momento de atrofia cultural, abrir una librería parecía imposible, pero era del todo necesario", recuerda Nadia veinte años después en el libro de memorias La librera de El Cairo (Península), donde explica el periplo de levantar un pequeño imperio, formado por diez tiendas y más de 150 trabajadores, en un país donde el negocio de la venta de libros agonizaba.
"Nuestra tienda no podía ser una reliquia del pasado", recuerda. ¿Antes de Diwan, el mapa de librerías en su ciudad era diferente del de ahora?
— Eran lugares polvorientos y antiguos, algunos de ellos con mucho encanto, donde los clientes entraban solamente a comprar libros. Nuestra idea fue crear una librería moderna en un país donde entonces no había. Un lugar donde la gente pudiera venir a tomar un café, a quedar con amigos, a vivir una experiencia o a compartirla. Si se llevaban algún libro a casa, ¡mejor!
¿Por qué quisieron abrir una librería, precisamente?
— De pequeña y de adolescente los libros habían sido una manera de escapar de mi realidad y de viajar a otros lugares y momentos de la historia. Las opciones de ocio eran mucho más reducidas que ahora: eran los años 80, y en la tele solo teníamos dos canales, no había teléfonos móviles ni redes sociales. Tampoco plataformas para ver series y películas.
Describe a su hermana Hind como "reservada y sumamente leal", y a su amiga Nihal como "espiritual y generosa". Usted era "la emprendedora", de las tres. ¿Eran una combinación óptima?
— Éramos muy diferentes, y quizás esta era la clave para que la librería funcionara. Pensamos en ello seriamente después de la muerte de nuestro padre. Necesitábamos hacer un cambio vital. Hasta entonces habíamos estado implicadas en varias ONG. Desde que nos decidimos a abrir Diwan, el universo empezó a conspirar para que saliera adelante. Encontramos un local magnífico en el barrio de Zamalek y actuamos sin pensar mucho. Si lo hubiéramos hecho, quizás lo habríamos dejado correr.
Inauguraron el local un 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres.
— He sido feminista desde que tengo memoria, pero la fecha de apertura fue una coincidencia. Caía en viernes, que es el día equivalente al sábado en Egipto, y podíamos tener abierto mañana y tarde.
La librería y El Cairo son tanto o más protagonistas que ustedes, en el libro.
— De pequeña leí mucha literatura colonial donde mi ciudad era solo un decorado. Para mí ha sido siempre la protagonista principal, se han vivido tantos cambios y transformaciones...
¿Tuvieron problemas para abrir Diwan, por el hecho de ser tres mujeres?
— Ser una mujer no era un problema, entonces. El problema era que cuando íbamos a ver a editores y distribuidores nos preguntaban por la experiencia y teníamos que admitir que no teníamos.
¿Ahora sería diferente?
— Ahora sería más difícil, porque hace veinte años no teníamos competencia. Actualmente, no solo competimos con otras librerías, sino con la venta en línea, con el libro electrónico e internet. Cada vez es más difícil captar la atención de los lectores.
Cuando empezaron lo hicieron, en parte, "como reacción contra un mundo que había dejado de preocuparse por la palabra escrita". ¿Estamos mejor o peor, ahora?
— Diría que mejor. El mundo de ahora ha vuelto a dar valor a las palabras. Solo hay que ver qué ha pasado durante el confinamiento debido a la pandemia. La gente ha vuelto a leer y a llenar las librerías.
Los primeros años, Diwan era "el refugio de muchas mujeres". ¿Todavía es así?
— El espacio público es un lugar sobre todo para los hombres, en Egipto. El espacio doméstico se reserva a las mujeres. Un lugar como Diwan era como una tercera realidad, más andrógina, donde hombres y mujeres eran bienvenidos, sin distinciones. Podían sentarse en una mesa y tomar un café, o encontrarse con amigos... Incluso se daban clases de lengua y se adivinaba el futuro.
¿Por qué tuvo éxito, la librería?
— Creo que los negocios que tienen éxito son los que dan vida a los clientes. Les ofrecíamos una experiencia, un lugar donde estar bien, donde podían encontrar libros en cuatro lenguas: árabe, inglés, francés y alemán. Habíamos construido un lugar donde a nosotras mismas nos encantaba pasar el tiempo.
Poco a poco, la librería se convirtió en su obsesión.
— Siempre digo que Diwan fue mi primer hijo. Después llegaron dos niñas, pero el primer hijo fue Diwan. Y fue un hijo rebelde, que tenía tendencia a no hacernos caso.
Al cabo de un tiempo de abrir la librería dejó de leer ficción y solo leía libros de negocios y emprendimiento.
— Es muy difícil convertir tu pasión en negocio y que el negocio no acabe con ella. En el caso de Diwan, fuimos abriendo sucursales en varios puntos del país y casi sin darnos cuenta teníamos diez tiendas y más de 150 trabajadores. Los números me empezaron a obsesionar. Siempre teníamos problemas financieros. Recuerdo unas cuantas reuniones de las cuales salíamos convencidas de que Diwan no sobreviviría.
Diwan continúa existiendo, pero usted necesitó desvincularse de ella.
— Tuve que alejarme de ella. Desde el 2015 vivo en Londres y, a pesar de que todavía soy una de las propietarias de Diwan –que tiene ocho locales y acaba de empezar una editorial–, desde hace unos años me quiero centrar en escribir. Después de este libro de memorias vendrá uno de ficción. Ya estoy trabajando en él.
¿Cómo se siente ahora cuando entra en Diwan?
— Cuando estoy en El Cairo voy a comprar a Diwan. Procuro no ceder a la tentación de ordenar ningún título si no está bien colocado alfabéticamente. A veces hago alguna pregunta difícil a las libreras, solo para saber cómo están de preparadas...