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Refugios antiaéreos en Cataluña y Reino Unido: un subsuelo muy conectado

Una exposición en Londres muestra el debate ideológico que la Barcelona de la Guerra Civil exportó a las Islas Británicas

Un túnel del refugio antiaéreo de Ramsgate, en el sur de Inglaterra.
26/01/2025
7 min
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LondresLa ciudad portuaria de Ramsgate, en el condado de Kent, 127 kilómetros al este de Londres –y sólo a 29 del punto más cercano de la costa francesa–, y la calle Nou de la Rambla, de Barcelona, ​​tienen más en común de la que podría parecer a primera vista. Pero para darse cuenta hay que mirar al subsuelo. Por un lado, encontramos la red de refugios antiaéreos semicirculares de 5,2 km de extensión, excavada en el norte de la urbe inglesa, que conectaba con los túneles ferroviarios, que se construyeron en 1863; por otro, el conocido como refugio 307 (entrada por el número 164 de Nou de la Rambla), "400 metros de túneles, con una altura de 2,10 metros y una anchura que oscila entre los 1,5 y los 2 metros", que se construyó por iniciativa de los vecinos del Poble-sec durante la Guerra Civil Española.

La red de Ramsgate –el mayor refugio antiaéreo civil del Reino Unido, recuperado para realizar visitas a partir del 2014– podía acoger a 60.000 personas, aunque la población en ese momento era, aproximadamente, de sólo 33.000. El refugio barcelonés 307, de 1937, uno de los 1.322 censados ​​en la capital catalana por el Servicio de Arqueología del municipio, tenía capacidad para casi 2000 personas. Este escondrijo bajo tierra, muy bien conservado, es uno de los cuatro que se pueden recorrer en Barcelona, ​​después de que esta misma semana se haya abierto al público el de la Torre de la Sagrera, en el distrito de Sant Andreu.

Una exposición en el Center for Languages, Culture & Comunication (CLCC) del Imperial College de Londres, que es una réplica a pequeña escala de la que la investigadora, fotógrafa y periodista Ana Sánchez y el historiador Xavier Domènech comisariaron en la Modelo de Barcelona en el 2023 –170 fotos de gran formato tomadas por Sánchez en las que se mostraban imágenes inéditas de 40 de los refugios antiaéreos que ella visitó cámara en mano, así como restos arqueológicos que se fueron encontrando– permite conectar estos dos mundos subterráneos.

Además, facilita una aproximación a la tragedia del exilio en un caso relativamente poco conocido –el del matrimonio que formaron Ramon Perera Comorera y Pilar Senent Torres– y muy relevante en términos políticos e ideológicos, lo que permite trazar no sólo una huella catalana tangible sino "una intangible en la cultura de las izquierdas británicas" a las puertas de la Segunda Guerra Mundial, en palabras de Ana Sánchez.

Una imagen del refugio de Ramsgate, en Reino Unido.
Una imagen del refugio 307 de Barcelona.

Ambas, la tangible y la intangible, tienen su origen en el que algunos ingenieros británicos asumen como el modelo Barcelona –y que incluso teorizan– de protección de la población civil contra los bombardeos indiscriminados durante los conflictos bélicos, una práctica que sería común desde entonces, como se vio en Gernika, durante toda la Segunda Guerra Mundial o, ya en el siglo XXI, también en Ucrania, Gaza, Alepo o tantos otros lugares.

Aquella red de refugios, el modelo Barcelona, fue fruto de la acción del gobierno de la Generalitat y de la Junta de Defensa Pasiva pero sobre todo de la colaboración de miles de ciudadanos voluntarios, implicados y comprometidos con el gran tejido asociativo de la ciudad. De hecho, en la práctica, la Junta de Defensa Pasiva hizo poco más de una veintena, aunque su responsable, el ingeniero industrial Ramon Perera i Comorera (Barcelona, ​​1907—Ilford, Londres, 1988), es encargó de documentar y dejar registro del millar largo que se construyeron siguiendo sus indicaciones y sus investigaciones para mejorar su seguridad.

El esfuerzo colectivo que hicieron los barceloneses leales a la República es producto del momento histórico revolucionario que se vive y también de la necesidad. Como se ha apuntado, la capital catalana es la primera gran metrópoli que experimenta una nueva forma de hacer la guerra desde el momento en que el enemigo ataca a una población civil indefensa. De entrada, desde el mar, con el famoso bombardeo del barco italiano Eugenio di Saboya, que el 13 de febrero de 1937 lanzó 24 obuses, causando 18 muertos y 18 heridos; posteriormente, y de forma sistemática, desde el aire, por la aviación italiana. Un castigo que cobró especial relevancia en marzo de 1938, con episodios trágicamente recordados como el de las explosiones del Coliseum.

Ramon Perera, en su Skoda, en una imagen de 1938.

Datos de la época indican que a lo largo de tres años de guerra, en Barcelona, ​​se destruyeron 1.500 edificios, murieron 1.816 personas y hubo 2.790 heridos. Y podían haber habido decenas de miles de víctimas más si la ciudad no hubiera contado con esa extensa red de refugios que mencionábamos. Justo lo que no tenía Londres, pero sí Ramsgate, en el momento en que la Luftwaffe empezó las oleadas de ataques aéreos, el conocido como Blitz, a partir de septiembre de 1940 y hasta mayo de 1941. Unos ataques que se repetirían ya hacia el final del conflicto, desde junio de 1944, con el lanzamiento de las V1 y las V2. El Blitz acusó a no menos de 43.500 muertos en Gran Bretaña, la mitad de ellos, en Londres. Las V1 y V2 le ocasionaron 8.854.

'Subtopías': la huella intangible

Tal y como se ha comentado, la huella tangible en Reino Unido de los refugios barceloneses es Ramsgate. Ana Sánchez ha sacado a la luz, en un artículo muy reciente en La Mira, que el ingeniero municipal, Dick Brimmell, se inspiró en el citado modelo Barcelona para completar la red de refugios de la ciudad. Se abrió oficialmente el 1 de junio de 1939, y el propio Winston Churchill, ya como primer ministro, lo recorrió en agosto de 1940. Brimmell había viajado a Barcelona y había visto el refugio 307 de Nou de la Rambla; había podido comprobar el método que se había seguido en Cataluña, y la técnica desarrollada por Ramon Perera Comorera, que empleaba técnicas de construcción típicas del país, como la bóveda catalana y otras especificidades, como el diseño en zigzag, para evitar que entrara metralla.

nazi, Brimmell "presentó sus propuestas ante el consejo municipal para trasladarlas posteriormente al ministerio del Interior y obtener su aprobación", escribe Sánchez. Pero el gobierno de Neville Chamberlain se cerró en banda y Londres optó, inicialmente, por la solución familiar de los conocidos como refugios Anderson, de los que se distribuyeron más de dos millones. se optó por este modelo por razones ideológicas, como se pone de manifiesto en la exposición al Imperial a partir de los facsímiles de la documentación de la época que se presenta.

Es en este punto donde se percibe la huella intangible en el Reino Unido de los refugios barceloneses. Porque la defensa pasiva catalana origina un debate ideológico entre la izquierda –laboristas y comunistas– y los conservadores y liberales sobre cómo debe ser la que se ponga en marcha en Reino Unido; un debate generado por lo que han visto los ingenieros, arquitectos y corresponsales británicos en sus estancias en la Barcelona en guerra. Hay que tener presente que, en 1937 y 1938, alrededor de un centenar de enviados desde las islas analizan el caso catalán. Y lo hacen tanto desde el punto de vista técnico como teniendo en cuenta el experimento político que implicó.

Algunos de los nombres relevantes son Cyril Helsby –ingeniero laborista y uno de los hombres clave en la llegada y el establecimiento al Reino Unido, ya como exiliado, de Perera Comorera–, el mayor NP MacRoberts, el escritor y periodista John Langdon-Davies o, entre otros, el arquitecto comunista Francis Skinner, autor del proyecto del refugio del barrio de Finsbury, en el norte de Londres, inspirado en las técnicas que se habían desarrollado en Barcelona, ​​aunque nunca se llegó a construir. Se conservan los planos, pero en el Royal Institute of British Architects. Ana Sánchez, en referencia a estos espacios, dice que pudieron ser y no fueron "subtopías".

Panfletos laboristas y comunistas, además de análisis como el de MacRoberts (Prevención de ataques aéreos. Lecciones de Barcelona, de 1938, editado en catalán en 2004 por la Fundación Pi i Sunyer) intentan convencer a los gobiernos, primero de Chamberlain y después de Churchill, que es la opción pública, y no los refugios privados-familiares –que se instalaban en los jardines de sus casas–, la mejor opción para defender la mayoría de la población. Hay "una cuestión de clase e ideológica", apuntan tanto Ana Sánchez como Anna Riera Mora, una de las anfitrionas de la exposición y profesora de historia de la ciencia en el Imperial College, en la idea que se proyecta desde Downing Street: "your home as an air-raid shelter" [tu casa como un refugio antiaéreo].

En un momento en que el esfuerzo de guerra es prioritario, se quiere evitar "el absentismo laboral" a cambio de la supuesta "comodidad" y "mentalidad del refugio", además de una posible "propagación de ideas radicales" y contaminación entre clases sociales.

Pero los radicales, comunistas y laboristas denuncian los privilegios que implica esta política gubernamental relativa a la protección. Y contra la extendida idea del "keep calm and carry on" y del heroísmo y "sacrificio" churchilliano de los londinenses frente al Blitz, las clases populares del East End –barrio muy castigado por los bombardeos, por la gran concentración industrial que hay y la falta de refugios colectivos– alzan la voz. E incluso un grupo de entre 40 y 70 militantes llegan a ocupar el refugio del Hotel Savoy, en tocar de Trafalgar Square, en el que el primer ministro Churchill iba a menudo a almorzar o almorzar. las clases altas que las clases populares.

Carta de Sidney A. Porrett a l'Anglo-Catalan Society, relativa a les pertinences de Ramon Perera

La exposición del Imperial sobre el modelo Barcelona –que quizás se presente próximamente en la Catalan House de Londres–, aporta todavía dos elementos importantes. El primero ya se ha apuntado. Una nueva mirada en la figura de Ramon Perera Comorera, sobre el que se encuentra un documental de TV3, del 2006, elaborado por Montserrat Armengou y Ricard Bellis, que también publicaron un libro a partir de su investigación.

El su legado, incluido un dietario que acaba cuando consigue el permiso de trabajo en el Reino Unido, está en la Abadía de Montserrat. No regresó nunca a Catalunya, ni tampoco a su mujer. , profesora de historia de la ciencia en Imperial College, ha localizado una carta fascinante en el archivo de el Anglo-Catalan Society que le ha permitido identificar, entre otros datos, la última dirección del matrimonio en Londres (201 de Woodford Avenue, en Ilford, en el noreste del gran Londres), y también que un vecino suyo, que quedó al cargo de las suyas pertenencias, envió, a Barcelona, ​​unos 150 kilos de libros a una mujer que no identifica. En la misma carta se lee que todavía quedan unos 150 kilos más con los que no sabe qué hacer. La receptora no ha sido identificada. Por el momento.

El segundo elemento que, desde su relativa modestia formal del Imperial College, ayuda a proyectar la exposición es que la Guerra Civil Española no puede ser más una nota a pie de página de la tradicional historiografía que se hace desde las Islas Británicas para contar el siglo XX europeo. El ejemplo vital y profesional de Perera, pero también de Josep Trueta en el ámbito de la medicina, muestra que la experiencia de la guerra y del antifascismo es un vector clave más para entender y explicar el continente en red, interconectado , como se insiste desde hace ya dos décadas desde la Península. La próxima semana, Ana Sánchez y Xavier Domènech hablarán de todo ello en el CLCC del Imperial College.

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