¿Por qué amar a un perro es, a veces, más seguro que amar a la pareja?
BarcelonaEl programa llamado Cita bestial que ahora emite TV3 cada miércoles explica algo más que la necesidad de que los perros abandonados sean adoptados por personas que quieren tener uno. Los visitantes de los establecimientos correspondientes hacen un gran favor a los propios animales y, de paso, a las protectoras de animales. El programa va más allá de lo que, años atrás, había dirigido Pol Izquierdo, que se llamaba Bestias, en la que se exhibía el cuidado que los amigos de los perros tienen por estos animales —seguramente la creación más perfecta de todas las que salen en el Génesis, aunque no se hable expresamente con ellos.
En este programa de ahora, familias, mujeres y hombres visitan una protectora, "se familiarizan" con dos o tres perros y, al cabo de unos días o de unas semanas, se decantan por el perro que les hace más pieza o que mejor se aviene con las características de los adoptadores. Pero hay algo nuevo: se ve que los protagonistas humanos vierten en los animales un grado de cariño, de amor incluso, que es correspondido por los perros de una forma que no siempre se encuentra en las relaciones amorosas entre humanos. Eso sí: aunque los perros entienden -dicen- hasta doscientos mensajes, no son capaces de responder a las preguntas o declaraciones de amor de sus dueños con el mismo lenguaje que poseemos los humanos.
Así llegamos al final del razonamiento: la comunicación entre "personas humanas" no es tan eficaz como parece. Muchas parejas, del tipo que sea, fundan una convivencia sin poseer la capacidad de razonar a fondo, es decir, de razonar; y por esta (falta de) razón, las parejas se deshacen con la misma facilidad que se hicieron. Es como decir que la humanidad parece haber renunciado a un elocuente amor, más basado en el lenguaje o el diálogo que en las sensaciones o el placer.
Vista, en muchos casos, la inutilidad del lenguaje en las relaciones humanas, no es extraño que la gente quiera tener, cada vez más, un perro en casa: tienen un comportamiento noble, invariable; conocen la sophrosyne griega mejor que los hombres; y corresponden a nuestro amor con una fidelidad perdurable, sólida, inquebrantable, unas virtudes que raramente se encuentran en nosotros. No hablan, cierto. Pero como parece que el lenguaje ya sólo sirve para crear malentendidos y disputas entre los seres hablantes, mucha gente ha decidido que, dado que las palabras ya no prestan el servicio que podrían hacer, es mejor tener en la vida un amor seguro, aunque sea callado y con cuatro patas.