Novedad editorial

Charmian Clift, la anfitriona de Leonard Cohen que descubre el reverso oscuro de la bohemia

Les Hores y Gatopardo publican un libro de la cronista australiana sobre su estancia en la isla griega de Hidra

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Charmian Clift en una imagen de archivo

BarcelonaLa de Charmian Clift (30 de agosto de 1923 - 8 de julio de 1969) es la historia de una tragedia griega. La escritora australiana se suicidó a los 44 años. Poco después, su marido, el escritor y periodista George Johnston, murió de tuberculosis y alcoholismo. Unos años más tarde, su hija se quitó la vida con 21 años enfrentada a una relación con un griego truncada por la decisión de la familia de él, que la rechazaba por no ser griega. Sin embargo, este desenlace trágico vino precedido por una búsqueda de libertad, que Clift persiguió hasta el final.

Movidos por la desesperanza tras la Segunda Guerra Mundial, Clift y Johnston se trasladan de un Londres de posguerra a la isla griega de Hidra en los años 50 en busca de la vida bohemia. Es la etapa que Clift retrata en Los buscadores de loto (Las Horas / Gatopardo) traducida al catalán por Míriam Cano y al castellano por Patricia Antón. "Van buscando el paraíso y lo que hacen es beber mucho", dice Cano.

Excéntricos y alcohólicos, se dedican al periodismo y a la escritura, y Clift retrata el sesgo de género en la creación. La prioridad era siempre la escritura de su marido, con quien ella colaboraba y que triunfó con la novela My brother Jack en 1964, uno de los hechos que –sumado al alcoholismo y a la dificultad de adaptarse cuando regresaron a Australia– desestabilizaría a la escritora. Ella cargaba con los trabajos de cuidados, también los del propio Johnston cuando cayó enfermo.

Una isla magnética

La figura de la cronista australiana quedó eclipsada –considera Cano– por los artistas que llegarían a esta isla más adelante, entre ellos Sidney y Cynthia Nolan, Henry Miller y Leonard Cohen, a los que acogió en su casa hasta que el poeta canadiense se compró una propiedad. La rumorología achaca incluso una relación de amantes entre Clift y Cohen, una teoría que se sostiene sobre la impotencia sexual que los tratamientos de la enfermedad causaban a Johnston. Cohen dedicó a la pareja un concierto en Sydney en 1980 y en una entrevista a un medio australiano dijo: "Bebían y escribían más que nadie, se ponían enfermos y se curaban más que nadie, maldecían y bendecían más que nadie, y eran de largo los más solidarios".

Míriam Cano tiene una vinculación especial con Grecia y conoce el carácter y el paisaje del país, algo que le ha facilitado el proceso de una traducción fiel a los escenarios costumbristas, como el bar de Katsikas o la casa delante del pozo donde vivieron. Hidra es una de las islas Sarónicas, las más cercanas a Atenas, "la Costa Brava de los atenienses", donde hoy en día todavía no dejan entrar coches ni motos, y en vez de vehículos motorizados todavía hay burros. "En invierno debe ser devastador, sólo se puede llegar en ferry; puede que un día haya un temporal y no llegue fruta, por ejemplo. Esto ocurría cuando vivía Charmian y pasa ahora", explica Cano sobre el choque cultural que vivió Clift y que refleja el libro.

La bohemia también es pagar facturas

Esta cronista australiana que está experimentando en el mundo anglosajón "una especie de renacimiento", según explica Jordi Bossoms en el prólogo de la edición catalana, pasa sus escritos por lo personal como hacen otros cronistas coetáneas, y lo hace de forma pragmática, señala Cano, por ejemplo cuando habla de la maternidad en términos económicos.

Quizás lo más importante de esta escritora es "cómo impacta la huida de la realidad, la vida del escritor, en las personas". Y es que su prosa exuda crueldad y violencia y desmitifica el paraíso del artista. "Siempre mitificamos la vida bohemia, pero también es pagar facturas, subir unas criaturas, parir en una isla griega en los años 60 cuando no sabes si llegará la matrona. La intensidad de la vida bohemia tiene un reverso muy oscuro", dice Cano.

 

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