En tiempos de gobernantes incultos, cretinos y amorales, vale la pena fijarnos en quienes al menos buscaron buenos compañeros de viaje. Puedes ser rico y poderoso sin caer en la arrogancia ni la frivolidad. El emperador Marco Aurelio, influido por uno de sus antecesores, Adrià, tuvo como modelo el estoico Epicteto.
Epicteto (el nombre simplemente significa "comprado"), nacido en Turquía alrededor del 50 dC y vendido de niño como esclavo, ya de adulto logró comprar su libertad y convertirse en maestro en Roma, hasta que finalmente se marchó de la capital (quizá a raíz de la expulsión de filósofos decretada por Domiciano) y se estableció en la ciudad de provincias Nicópolis, en el noroeste de la actual Grecia.
Epicteto fue el último gran representante del estoicismo, la corriente de pensamiento aparecida en la Grecia antigua del siglo IV aC. El otro estoico famoso de la época romana, contemporáneo suyo aunque bastante más joven, es Marco Aurelio, de quien se han conservado las Meditaciones. Ambos escribieron en griego (bueno, de Epicteto, como veremos, nos han llegado escritos interpuestos). Uno y otro creían que para llevar una vida buena, que no es lo mismo que una buena vida, lo primero era pensar bien y actuar desapasionadamente, con serenidad, con libertad interior. No estar pendiente ni de los bienes materiales ni de las opiniones ajenas.
De Epicteto nos ha llegado un manual en forma de síntesis de sus pensamientos, redactado por su discípulo Flavio Arriano, así como unas breves Disertaciones. Epafrodito, liberto y secretario del emperador Nerón, fue el dueño de Epicteto y parece ser que le habría maltratado (fue cojo toda la vida) pero también le habría dejado estudiar. Por cierto, Epafrodito es quien ayudó a Nerón a suicidarse en el año 68. Otro emperador, Adriano, viajero inveterado y helenizado, es probable que visitase el humilde Epicteto en Nicópolis, donde vivía frugalmente y cuidaba un niño adoptado.
Todo esto lo explica David Hernández de la Fuente, que ha editado y comentado el Manual de vida de Epicteto, publicado por Arpa, y que nos recuerda que el famoso estoico acabó siendo recuperado por el cristianismo en la Baja Edad Media y el Renacimiento, e influyó así desde Erasmo de Rotterdam a san Ignacio de Loyola, de Juan Luis Vives a Montaigne y Quevedo. Este último, siguiendo el estoico, escribió "que solo el sabio es rico y libre; que no es capaz de injuria, ni puede ser vencido". "Decía Cicerón que lo mejor de la vida es reunir naturaleza y libros, y si a esto añadimos familia y amistad, pasaremos de la mejor manera el tiempo que nos quede", escribe Hernández de la Fuente.
Trump, Musk y compañía son de otro tipo. No parecen demasiado proclives a ninguna forma de honestidad intelectual que les lleve a un mínimo grado de humildad. Si una libertad ejercen es la de despreciar y escarnecer a quienes no comulgan con su visión de un mundo donde lo único que realmente cuenta es poder para hacerse rico al margen de cualquier idea de bien público, culpabilizando los que se quedan descolgados como débiles, inútiles y aprovechados. La suya es una supuesta meritocracia nada estoica ni ética.
Epicteto, sin duda, habría sido blanco de su ira ideológica. Imperturbable, ante la desatada egolatría de personajes así, les habría advertido suavemente, sin alterarse: "Una vez has sobrepasado la mesura no habrá límite". Y aún, como quien no quiere la cosa, habría soltado a los dos campeones de las fake news: "El área más necesaria de la filosofía es el uso práctico de sus doctrinas como, por ejemplo, el no mentir [...]. Mentimos a pesar de tener a mano la demostración de que no se debe mentir". Y para terminar, como quien no quiere la cosa, les habría preguntado: "¿De qué provecho serías a tu patria si acabas convirtiéndote en una persona desvergonzada y nada de fiar?"
Claro, Trump y Musk le habrían fulminado y condenado al ostracismo, algo que naturalmente Epicteto se habría cogido con estoicismo: "No pidas que las cosas sucedan como quieres que lo hagan, si no mejor pide que las cosas sucedan como suceden, y todo irá bien".