Minucias

¿Cómo se explica que los periódicos dediquen tanto espacio a los restaurantes?

Uno de los síntomas de que el periodismo ya no es lo que era, es el hecho de que muchos diarios de todo el mundo dedican ahora un montón de páginas a temas de gastronomía

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09/01/2025
2 min

BarcelonaUno de los síntomas de que el periodismo ya no es lo que era, es el hecho de que muchos diarios de todo —más en la versión digital que en papel— dedican ahora un montón de páginas a temas de gastronomía.

Tiempo atrás, tanto los gourmets como los gourmands frecuentaban un grupo de libros que ofrecían una buena cantidad de recetas para todos los gustos y de todos los países. Entre nosotros, disfrutamos del Libro de la cocina catalana (edición facsímil en Altafulla, 1978), Arte de bien comida (Aedos, 13ª edición, 1968), El libro de las cocinas del mundo (La Magrana, 2002) y, para los afrancesados, La cocina del mercado, de Paul Bocuse (con un apéndice dedicado a la cocina vasca de Juan Mari Arzak, Argos Vergara, 3a edición, 1987). Quizás estas antigüedades ya no se encuentran, pero las librerías todavía están llenas de libros parecidos.

¿Cómo se explica que los periódicos destinen tanto espacio a los restaurantes, tapas, aperitivos, gambas y fricandoso? ¿Que no tenían el principal cometido de informar a los lectores de lo más importante de los acontecimientos políticos, sociales y culturales de actualidad —claro que la gastronomía también es cultura—, con artículos de fondo y de opinión para ilustrar a la ciudadanía y, en el mejor de los casos —todavía ocurre en la prensa de muchos países— con páginas diarias dedicadas a la literatura, ¿al fin y al cabo es lo mismo que el universo según Borges? Quizás una explicación es que estas páginas gastronómicas (y astronómicas) conllevan un apoyo económico, hoy más necesario que nunca para los periódicos, todos desplazados por redes veraces o falazes.

Comida caviar y langosta

El fenómeno que comentamos presenta todavía otra paradoja: aquí, al menos, no puede decirse que la gente coma caviar y langosta todos los días. Comemos lo mejor posible —la cocina mediterránea no es cara, y tenemos materias primas de mucha calidad—, pero no parece que la gente pueda permitirse muchas de las delicatessen y golosinas como las que vemos reportadas en los periódicos. Más aún: Cataluña sigue siendo un país con poca gente muy rica, y mucha gente que llega con trabajos a finales del mes. Y ya no hablemos de la gente que come gracias a la caridad.

Todo muy raro. Hagamos una modesto proponel, muy diferente a la que hizo Jonathan Swift, que sugería comerse a las criaturas en tiempo de poquedad. Ya que hay más gente que leería a gusto un pedazo de literatura —no de crítica literaria, sino de literatura stricto sensu—, que gente que tenga tiempo y pueda permitirse las comidas tan suculentas y los restaurantes de precio de los que informan los periódicos, ¿por qué no sustituyen a las páginas dedicadas a la comida por páginas dedicadas a las letras? Comer, bien o mal, no corre ningún peligro; la literatura, leer y escribir perfectamente, sí pueden desaparecer un día: en los colegios y por todas partes.

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