Literatura

A favor de una muerte digna, o más bien a favor de una vida digna

Tuli Márquez publica la novela 'El Día de la Independencia', ambientada en el 1 de octubre de 2017

El escritor barcelonés Tuli Márquez.
4 min
Regala este articulo

BarcelonaUnas amigas que quizás no lo son tanto merodean en un piso de Barcelona dos días antes del 1 de octubre de 2017. Así arranca El Día de la Independencia (Alrevés, 2024), la nueva novela de Tuli Márquez (Barcelona, ​​1962). Tienen más de ochenta años y están solas, o se sienten, arrinconadas por familias con poco tiempo para escuchar a las abuelas. Márquez escribe desde el punto de vista de una de ellas, la abogada Margarita Puig, en una "ciudad cruel". Hay reproches, resignaciones y manías "sin las que no seríamos abuelas de catálogo", como dice ella misma.

Ni ella ni la compañera de piso, Pepi Rius, son de catálogo, pero sí están dibujadas como mujeres que pasados ​​los ochenta años encuentran buenas razones para vivir intensamente... o para dejar de vivir. Pepi se implica en los preparativos del referéndum. La batalla de Margarita también es por el derecho a decidir, pero a decidir el momento de la muerte. El Día de la Independencia es, entre otras cosas, una novela "a favor de una muerte digna, o más bien a favor de una vida digna", admite Márquez, que hace unos meses firmó el testamento vital. "Solo quiero ser feliz el tiempo que me quede", dice Margarita al notario consciente de que la demencia va haciendo agujero en su cabeza.

Aunque el punto de vista corresponde a Margarita y que la relación con Pepi en vano llena, de tensiones, Márquez sabe empatizar entre líneas con la ilusión que Pepi aboca en el 1 de octubre. "Fue terrible como jugaron con las ilusiones de la gente, cuando ellos mismos sabían que no tenían nada preparado. Todo este grupo deberían estar en casa reflexionando sobre lo que hicieron", dice el escritor barcelonés, que en la novela también incluye una escena inspirada en una experiencia propia que refleja la brutalidad policial. "Unos policías no me tocaron la cara de milagro en la rambla del Raval. Los policías estaban superexcitados y yo les decía: «¿No veis que estamos jodiendo el ridículo?». Su cabeza les espoleaba desde la furgoneta, y les policías lo único que querían era reventarle la cabeza a alguien", recuerda.

El autor, siempre emboscado en la mente de ella, adopta un ritmo y un color narrativo que fluye con la naturaleza de los cambios de ánimo de la protagonista. Existe la prosa sentenciosa, a veces brutal, de quien ha hecho mil veces todos los caminos de ida y vuelta y puede recriminar a la hija que "este ir a la suya se convertirá en soledad". Existe también la prosa entre triste y desconectada de quien comienza a confundir recuerdos y presente. Como ocurría en la novela anterior, Las vueltas del mundo (2021), la nueva novela también incluye diálogos intergeneracionales, en este caso entre Margarita, la hija y el nieto. Son relaciones que dibujan los cambios del paisaje humano y socioeconómico que ha vivido en Barcelona desde la Transición. De hecho, Barcelona es el gran tema de las novelas de Tuli Márquez.

Más seco y esquinado que en Las vueltas del mundo, Márquez utiliza la literatura para asumir el presente de otros que dentro de unos años será también su futuro. Un poco al modo de la canción Help the aged (1998) del grupo Pulp, en el que Jarvis Cocker, entonces de 35 años, advertía sobre el envejecimiento como profecía autocumplida contra la que nada hay que hacer, pese a que la obsesión por vivir eternamente de multimillonarios como Bryan Johnson. Márquez, claro, no hace volar palomas hi-tech. "Nuestra longevidad es un muy mal negocio, pero aún lo será más cuando la generación que venga por detrás tenga una esperanza de vida aún mayor —argumenta Márquez—. Más vida implica también más enfermedades mentales. Las familias no podrán acoger a los más grandes, y no habrá dinero para pagar los cuidados. Y si llegas a una plaza pública en una residencia... Hay gente que va voluntariamente a la residencia, pero para otros es como una cárcel en la que, además, puede haber la sumisión química.

La novela no presenta este escenario, porque el tuétano deEl Día de la Independencia es que Margarita se da cuenta de que no querrá vivir una vida de la que no será consciente. Planea, por tanto, la eutanasia como acción directa. Márquez-Margarita lo plantea con una rabia serena, lejos del melodrama. "Antes de ganar preferimos no tomar daño", repite ella como un mantra prudente contra el que se rebelará para reclamar un acto final de soberanía.

Los ejemplos de Costa-Gavras y Carlos Marqués-Marcet

El colapso de la sanidad paliativa pública y el deseo de una vida digna en la inminencia de la muerte es también uno de los temas que plantea el cineasta franco-recrego Costa-Gavras, de 91 años, en la película Le dernier souffle (El último suspiro), que se estrenará en los cines el 21 de febrero. enfrenta a la posibilidad de una enfermedad letal, interpretados, respectivamente, por Kad Merad y Denis Podalydès. En 20 años [en Francia] habrá cuatro o cinco millones. de personas que merecerán una muerte digna", dice el filósofo. Existe la reivindicación de un sistema de salud que asume las consecuencias de la longevidad de la población europea con sensatez, empatía y recursos públicos.

Uno de los personajes de Le dernier souffle lo interpreta Ángela Molina, que prepara a la familia para que le acompañen en la muerte. Y la actriz española es la protagonista de Polvo serán, la película de Carlos Marques-Marcet que lleva el debate sobre el suicidio asistido un paso más allá, porque revuelve argumentos sobre la voluntad de morir juntos, la mujer enferma y el marido que no lo está, pero que no quiere vivir sin ella. Tulio Márquez, Costa-Gavras y Carlos Marqués-Marcet pertenecen a tres generaciones diferentes, pero los tres reflexionan sobre soberanías populares que deben ejercerse a través de leyes que cobijan la soberanía individual.

stats