Literatura

John Irving: "Estados Unidos es un país tan atrasado que me hace parecer inteligente"

En 'El último telesilla', el escritor estadounidense defiende la libertad sexual y repasa los últimos 80 años

El escritor John Irving
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BarcelonaA Adam Brester, el protagonista de El último telesilla (Edicions 62/Tusquets), la nueva novela de John Irving (Exeter, New Hampshire, 1942), le pasan muchas cosas, algunas de ellas terribles, pero le quieren mucho. "Es el único personaje heterosexual, su familia es queer, pero son un modelo de conducta de cómo amar y cuidar a una persona. De hecho, Adam es el que peor se comporta sexualmente", asegura Irving en una rueda de prensa vía Zoom.

Traducida al catalán por Imma Estany, esta novela de casi mil páginas, escrita en primera persona, recorre 80 años de la vida de Adam. Explica cómo crece y cómo se hace viejo, y todo lo que sucede desde su nacimiento, en 1941: la Guerra Fría, la Guerra de Vietnam, la irrupción del sida, Ronald Reagan y, hasta y todo, Donald Trump, Adam no tiene padre ni sabe nada, pero su extensa familia es entrañable y muy tolerante, sobre todo sexualmente, son lo suficientemente valientes para escoger y dejar escoger, no lo es tanto su entorno, donde afloran. los perjuicios y las maledicencias: "No es una novela controvertida políticamente como puede serlo Las normas de la casa de la sidra, es más bien pedagógica", destaca el escritor nacido en Estados Unidos que desde el 2019 tiene la nacionalidad canadiense y vive en Toronto. Irving, cuya hija trans –lleva su nombre tatuado en el brazo–, es un firme aliado de la comunidad LGTBI+: "No he inventado nada, mi madre asesoraba y ayudaba a chicas que se habían quedado embarazadas y que ni siquiera tenían edad legal para casarse. Mi hermano es gay y mi hermana es lesbiana. Es como crecí", afirma.

Cuando Irving habla de Estados Unidos, lo hace refiriéndose a él como su país de origen. Es muy crítico: "Estados Unidos en temas de política sexual está yendo atrás". A la pregunta de si se considera a alguien clarividente porque en muchos aspectos, en sus novelas, sobre todo en temas de sexualidad, se adelantó a su tiempo, responde: "Estados Unidos es un país tan atrasado que me hace parecer inteligenteligente", asegura, y alerta del retorno del fascismo. Lo fácil, dice, sería señalar a Donald Trump. "Es solo el portavoz demagogo y xenófobo de mucha gente que estaba antes que él, y que están detrás de él". Irving no recuerda ningún otro momento en que su país de nacimiento estuviera tan dividido: "Nunca había visto al país tan radicalmente polarizado en tantos temas, ni siquiera durante la Guerra de Vietnam", asegura.

Para el autor deEl mundo según Garp, Una mujer difícil o La cuarta mano, uno de los personajes más interesantes de su novela es la madre de Adam, Little Ray. Es una mujer pequeña, esquiadora, muy fuerte y atlética, que nunca da explicaciones sobre quién es el padre de Adam. Se acaba casando con un hombre muy pequeño, Elliot Barlow, pero en realidad tiene una relación sentimental y sexual con otra mujer corpulenta, Molly. Hay una escena, en el libro, bastante perturbadora: el beso que Little Ray le da a su hijo mientras están en la cama. Lo hace, según ella, por mostrar qué es el deseo. Le dice a su hijo que un beso es una cuestión de criterio, que cuando besas como aquel debes saber qué ofreces o dónde te metes: "Claro que es una escena perturbadora, yo quiero que el lector se sienta incómodo. Little Ray se pasa tres pueblos, va demasiado lejos, pero sigue siendo un personaje admirable e interesante. Ella es muy valiente y cree que puede resolverlo solo sola", añade Irving.

A El último telesilla hay muchos fantasmas, y no únicamente esotéricos. Aparecen en el Hotel Jerome de Aspen. "Estoy muy decepcionado, porque no he visto ningún fantasma y he ido muchas veces al Jerome", dice Irving sonriendo. No pudo ver los fantasmas de los mineros o del primer propietario del hotel, pero sí conoce las ausencias. "Molly [la pareja sentimental de Litlle Ray] tampoco ve fantasmas, pero suscribo sus palabras: las personas, cuando mueren, continúan con nosotros, dentro de nosotros. Y la recompensa es poder ver a estas personas que tanto añoramos", asegura el autor.

No es ninguna despedida

Adam, a quien la abuela le lee Moby Dick cuando es pequeño, quiere ganarse la vida escribiendo y comparte las mismas preferencias literarias que Irving: Herman Melville, Charles Dickens, Thomas Hardy... Todo son novelistas del siglo XIX. "Son los novelistas que me influyeron cuando tenía 15 o 17 años e imaginé como novelista. Quería ser como Charles Dickens y más tarde quise imitar a Melville. Nunca tuve como referente a un novelista moderno o contemporáneo y no he cambiado. La forma narrativa del siglo XIX es la que admiro".

Esta es la última novela larga del novelista, pero no la última. Simplemente, las siguientes serán más cortas. "No me estoy despidiendo", dice enérgicamente. "Ya estoy escribiendo el capítulo 14 de mi próxima novela, trabajo cada día y lo seguiré haciendo. Me siento muy afortunado porque puedo escribir y no tengo ninguna intención de dejarlo. Muchos amigos de la infancia han muerto. La alternativa es hacerse viejo, y yo soy muy feliz de envejecer. Tengo la intención de continuar por ahí durante mucho tiempo".

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