El misterio de los arquitectos suicidas
Charlotte Van den Broeck visita trece edificios situados en Europa y Estados Unidos que han acabado provocando que sus arquitectos tomaran la decisión de quitarse la vida
BarcelonaEsta historia comienza en la piscina municipal de la pequeña ciudad belga de Turnhout hace menos de dos décadas. Desde su inauguración en 2005, el equipamiento nunca abrió más de tres meses seguidos por culpa de múltiples y peculiares incidencias, como averías eléctricas, la contaminación del agua e incluso el hundimiento de la sala de máquinas en el terreno pantanoso donde se levantaba el edificio. La primera vez que Charlotte Van den Broeck, autora de Saltos mortales (Acantilado, 2024; trad. de Gonzalo Fernández Gómez), visitó la piscina de Turnhout tenía 14 años: "Lo recuerdo porque antes nunca había ido a un sitio sin la supervisión de mis padres", hace memoria. Era el 2006, y el adolescente que era entonces no tardaría en sentirse atraída por los constantes problemas del recinto. "Crecer en un lugar donde la piscina estaba casi siempre cerrada era un palo. Las piscinas son un lugar singular porque se encuentran en un punto intermedio entre lo público y lo privado –sigue–. Si vas cuando eres adolescente, es uno de los primeros espacios en los que te das cuenta de que tu cuerpo está cambiando por cómo te observan algunos de los usuarios. Pasas de ser una niña invisible a una mujer visible".
En 2011, la piscina cerró definitivamente. Fue entonces cuando empezaron a circular rumores sobre el suicidio del arquitecto que había ideado el proyecto. "Es curioso que en tiempos como los de ahora su nombre no haya trascendido, pero el arquitecto tomó esta decisión después de aguantar, durante meses y años, la presión de los medios de comunicación regionales sobre el gran fracaso profesional que había sido la piscina", explica. Aún ahora siente una "fascinación algo morbosa" por la historia de aquel "hombre anónimo" que acabó quitándose la vida. Cuatro años después, en 2015, Charlotte Van den Broeck publicó su primer poemario Chameleon (Camaleón), que la llevó a recitar en Viena. "Tuve que pasar un largo rato en la embajada y dar conversación a personas a las que no tenía nada que decir —comenta–. No soy muy buena en este tipo de situaciones y me pongo nerviosa. Después de que alguien me preguntara de dónde era, le acabé contando la historia de la piscina de mi ciudad". El interlocutor de Charlotte Van den Broeck reaccionó de forma sorprendente: "Me dijo que en Viena tenían una historia idéntica con el edificio de la Ópera del Estado".
La ópera formaba parte del proyecto de la Ringstrasse de mediados del siglo XIX, pensado para transformar la ciudad fortificada en una gran metrópoli, y se ocuparon los arquitectos August Sicard von Sicardsburg (1813-1868) y Eduard van der Nüll (1812-1868). "Ahora le vemos como un edificio de una belleza monumental, pero mientras lo construían lo comparaban con un barco naufragado y con una caja hundida. Se le conocía como el Königgrätz de la arquitectura: la batalla de Könniggrätz [o Sadová] va ser una de las derrotas más sangrientas de la historia del imperio", explica Van den Broeck. Ambos arquitectos formaban un equipo que se complementaba a la perfección: "Van der Nüll era la parte artística y trabajaba explorando su interioridad. Sicard era la parte técnica: vivía orientado al público y nunca perdía de vista el espacio urbano". En 1868, Eduard Van der Nüll se colgó en el dormitorio incapaz de soportar los ataques contra el edificio. Diez semanas más tarde, deprimido, Sicard dejó de luchar contra la tuberculosis que arrastraba. Ninguno de los dos vio la inauguración del edificio en 1869.
Trece casos perturbadores
El vínculo de ambas historias hizo que Charlotte Van den Broeck se preguntara si había más edificios que arrastraran historias malditas. "Hasta entonces no tenía ningún vínculo académico con la arquitectura: yo había estudiado literatura y teatro –explica–. Después de investigar una temporada acabé encontrando más de una veintena de casos, pero elegí 13 por la carga simbólica del número". Cuanto más profundizaba, más relación veía con su propio proceso de creación, aunque amplificado. "Si escribo un poema malo, lo desgarro y ya está. Si no lo hago y lo acabo publicando, como mucho recibirá malas reseñas –dice–. Aun así, la repercusión negativa me afecta. Cómo debe ser si ¿eres arquitecto y uno de los edificios que has diseñado fracasa?
Saltos mortales propone varios viajes por Europa, como por ejemplo a La Valletta, capital de Malta, para adentrarse en la historia de la construcción de la Biblioteca Nacional de Malta (1786-1796), obra del "perfeccionista" y "olvidado" Stefano Ittar ( 1724-1790), y también en Nápoles, en la Villa Ebe que el escocés Lamont Young (1851-1929) acabó poco antes de suicidarse a los 78 años. "¿A qué renuncia, alguien que se suicida a esa edad: en la vida o en la muerte?", se pregunta Charlotte Van den Broeck. También se va hasta Saint-Omer, municipio situado en el departamento de Pas-de-Calais: el campanario torcido de su iglesia, levantada durante el siglo XVII, le permite ponerse en contacto con una asociación que cataloga y divulga el fenómeno de los campanarios helicoidales europeos. Hay más de 80. En 1611, durante la construcción del de Saint-Omer, el maestro de obras, Jean Porc, cayó desde una escalera inestable –o bien se lanzó, según las malas lenguas – y murió.
Un cóctel pernicioso
"La arquitectura es una mezcla peligrosa de impotencia y omnipotencia", afirmaban Rem Koolhaas y Bruce Mau en S, M, L, XL (1995). Charlotte Van den Broeck se fija en los efectos de este pernicioso cóctel en Occidente. "Las ideas de éxito y fracaso han tenido efectos muy negativos tanto en hombres como en mujeres, y el neoliberalismo las ha acentuado –afirma–. Podría haber escrito un ensayo sobre una veintena de poetas que acabaron suicidándose por muy diversos motivos , tales como Sylvia Plath, Ingeborg Bachman y Anne Sexton. En una mujer artista se acepta que sea emocionalmente inestable y pueda tomar una decisión desesperada. En una profesión técnica como la de arquitecto es inconcebible, en parte porque todavía la asociamos a los hombres. La imagen que tenemos del arquitecto, históricamente hablando, es la de un hombre heroico y de éxito que ayuda a modelar y definir el espacio público".
La inestabilidad emocional acaba interrumpiendo la trayectoria de Gaston Eysselinck (1907 -1953).El arquitecto belga no pudo superar la muerte de su segunda mujer, Georgette, y no llegó a ver terminado el edificio de correos, telégrafos y teléfonos de Ostende "Aunque encontró muchos obstáculos para sacar adelante el proyecto, cuyos colegas consideraban demasiado industrial y funcional, no se suicidó por motivos personales, sino sentimentales –admite Van den Broeck–. En 1963, diez años después de la inauguración, empezaron los elogios en el edificio de correos de Eysselinck, y ahora mismo es considerado uno de los hitos más importantes de la arquitectura modernista belga de posguerra".
Saltos mortales también se detiene a estudiar la rivalidad entre Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) y Francesco Borromini (1599-1667), responsable, éste último, de una de las joyas del barroco italiano, la iglesia de San Carlo Alle Quattro Fontane. "Borromini era capaz de diseños sobrehumanos como éste, pero su genio creativo tenía un lado oscuro, porque pasaba temporadas muy abatido –sigue la autora–. Es muy posible que Borromini sufriera un trastorno bipolar".
Tras pasar por Escocia –estudia Fort George, en Ardesier, y el Museo Kelvingrove de Glasgow, construcciones del siglo XVIII y principios del siglo XX, respectivamente–, Charlotte Van den Broeck atravesó el Atlántico e intentó acceder a el exclusivo club de golf Pine Valley, en Nueva Jersey, diseñado por George Arthur Crump (1871-1918) "para poner a prueba la fuerza mental de los jugadores". Crump se suicidó por culpa de los problemas para acrecentar el césped, pero los diarios de la época explicaron que "había muerto a causa de una infección dental".
El trayecto termina en el jardín de esculturas cinéticas Kempf de Colorado Springs. "Se inauguró en 1978 y es un lugar muy especial –comenta la autora–. Fue ideado y creado por Starr Gideon Kempf (1917-1995). Decía que el día que no pudiera continuar trabajando en sus proyectos artísticos borraría del mapa". El momento llegó en 1995, cuando tenía 78 años y se sintió incapaz de añadir la última capa de pintura a la escultura que estaba a punto de terminar. "Supe que había llegado al final del libro cuando conocí al nieto de Kempf, Joshua, y me colocó en mis manos la pistola con la que su abuelo se mató –dice–. Era la primera vez que tenía un arma de fuego en mis manos.