Los papas: 2.000 años de historia en 4 minutos
¿Sin una Iglesia fuerte -piramidal, rica, rígida y poderosa- habría sobrevivido 2.000 años el mensaje de Jesús? Responder no permite excusar los desmanes cometidos a lo largo de la historia por los papas de Roma. La respuesta afirmativa no sabemos qué resultado habría dado. La historia de la Iglesia, y más concretamente del papado, no deja de ser un equilibrio descompensado entre la opción ganadora de la continuidad vaticana y la alternativa del compromiso con los pobres. Estos días, en medio de la fabulosa pompa teatral del entierro de Francisco, no se ha dejado de destacar la voluntad de sencillez franciscana del difunto pontífice. La contradicción entre lo que veíamos y lo que se llamaba ejemplifica esta irresuelta tensión secular. Una tensión también entre tradición y modernidad en términos organizativos y de moralidad: la Iglesia no es democrática y sigue siendo machista.
¿Cómo ha sobrevivido tantos siglos un poder terrenal tan fuerte con un mensaje igualitario tan poético? Historia de los papas (Fragmenta), Diego Sola hace un recorrido brillante a través de altares y lujos, arte y fe, corrupción y humanidad. Los papas de los primeros siglos, perseguidos, murieron violentamente. En 313 el emperador Constantino decretó libertad de culto. El primero en no morir mártir fue Silvestre I (Papa entre 314 y 335). Aquí arranca el cesaropapismo, el vínculo Iglesia-estado. El emperador Teodosio I hace el cristianismo religión oficial (380) y Roma deviene centro del culto. Ya sin emperador de Occidente (476), la figura del Papa toma fuerza y nace el derecho canónico, pero también la disidencia arriana.
Gregorio (590-604), el del canto gregoriano y promotor de la vida monástica, es un Papa importante, así como León III (795-816), que corona a Carlos como emperador, o Silvestre II (999-1003), que había estudiado de Ribic y e. Después de años de simonía (compraventa de beneficios espirituales), viene el reformista Gregorio VII (1073-1085), que introduce el celibato, condena la simonía, se enfrenta al emperador alemán y prohíbe a las autoridades políticas nombrar cargos eclesiásticos.
Con Urbano II (1088-1099) comienza el oscuro período de las cruzadas, en el marco del nacimiento de las naciones europeas medievales. Luego viene la disidencia cátara, pero también las órdenes dominica (inquisidores y educadores) y franciscano (retorno a la pobreza). En el concilio de Lyon (1274) de Gregorio X se fija la fórmula actual de cónclave para elegir a Papa. Y viene el cisma de Aviñón, con dos papas, incluso tres, con el papa Luna fortificado en Peñíscola. Y entramos en el Renacimiento con un papado corrompido por luchas de poder que choca tanto con la ciencia como con los estados absolutistas. La Iglesia se romperá por el protestantismo. Se suceden papas de familias rivales: Colonna y Orsini, también los valencianos Borja y los florentinos Médici. Mandan la corrupción y el nepotismo, las y los amantes, y el arte maravilloso: Miquel Àngel, Rafael, Bramant...
El regreso a las esencias viene del norte, con Lutero y Calvino, y termina en cisma doctrinal. Y, como respuesta, la contrarreforma católica, con los jesuitas y el concilio de Trento de Pablo III (1534-1549). Con el Barroco continúa la lucha desigual por sanear la Iglesia sin renunciar al poder y la suntuosidad, con el jansenismo como nuevo carcoma disidente. Y entonces llega la Ilustración, unas luces, un progreso y un afán de libertad que de nuevo desquician al Vaticano, que ve cómo crece el anticlericalismo y se horroriza con la Revolución Francesa. En el XIX, el liberalismo democrático, la revolución industrial, el obrerismo marxista y el nacionalismo son de mal digerir para una Iglesia ultramontana. Los Estados Pontificios se desintegran y, anclada en la infalibilidad papal, la modernidad de nuevo le pasa por encima. Con la entrada del XX, León XIII (1878-1903) busca una "tercera vía" social que da pie a un cristianismo de izquierdas y un liderazgo moral internacional. Superadas con grandes contradicciones las dos guerras mundiales, Juan XXIII (1958-1963) ensaya una nueva puesta al día con elaggiornamento del Concilio Vaticano II, pronto sobrepasado por la revuelta cultural de Mayo del 68. Los vaivenes posteriores, con la teología de la liberación y un Juan Pablo II anticomunista y convertido en una especie de estrella pop viajera, ya son suficientemente conocidos. Ahora veremos qué viene después del nuevo intento de apertura de Francisco.