Literatura

¿Te atreves a viajar con setas alucinógenas?

Benoît Coquil debuta con 'Cosetes', una novela sobre los pioneros del consumo de sustancias psicodélicas

El escritor Benoît Coquil, autor de 'Cosetes'
13/06/2025
3 min

BarcelonaFue durante un viaje a México, mientras paseaba por el mercado de Oaxaca, que Benoît Coquil (Bretaña, 1989) encontró una camiseta que le llamó la atención. "Se veía la cara de una anciana con las canas y un cigarrillo colgando de los labios y debajo ponía: María Sabina, sacerdotisa de los hongos mágicos", hace memoria. Coquil, profesor en la Universidad de Picardía Jules Verne y especialista en literatura argentina, nunca había oído el nombre de esta curandera y chamana mazateca. "Le pedí a un amigo mexicano que me contara cosas —continúa— y me dijo que Sabina había acabado convertida en icono del movimiento hippie y de la contracultura psicodélica gracias a los rituales que practicaba con setas alucinógenas".

Intrigado por la figura de la chamana, Coquil fue indagando en las consultas que hacía a los espíritus gracias a los efectos lisérgicos de la psilocibina. (1898-1986) y Valentina Pavlovna Guercken (1901-1958). Wasson era banquero en Wall Street y Pavlovna era pediatra, pero tenían una afición común que les llevó hasta María Sabina: la micología". Coquil continuó estirando el hilo de las setas. "El interés era puramente literario: vengo de Bretaña, y allí no hay mucha tradición buscador de setas. Con la familia nunca había ido a buscarla", admite. En el viaje físico, histórico y psicotrópico que finalmente presenta a Cosetas —que Ediciones del Periscopio publica ahora con la traducción de Marta Marfany— hay un capítulo en el que pasa revista de cuáles son los pueblos más micófilos del mundo: están los chinos, los eslavos, los italianos, los provenzales y los catalanes.

El cartel promocional de 1940 de la película 'Fantasia', de Walt Disney.

Una historia de apropiación cultural

La novela arranca con la descripción del psilocybe, seta "delgado, larguirucho, de una sola pieza, con un sencillo marrón beige terroso en lo alto, un poco desgastado por los bordes". A pesar de su apariencia frágil, es capaz de experimentar alucinaciones visuales y auditivas a quien lo consume. Cosetas recorre buena parte del siglo XX de la mano de Gordon y Valentina Wasson. Sus biografías son entrelazadas hábilmente con la descripción de hechos históricos: los efectos del Crack del 29, la síntesis de la dietilamida (conocida posteriormente como LSD) por Albert Hofmann y los experimentos con ácido por parte de la CIA en Estados Unidos. "Como es una historia muy global, el narrador va de un lado para otro y hace algunos excursos –defiende Coquil–. Tras la apariencia de diversión y de novela de aventuras, cuento una historia de apropiación cultural y de degradación: esas mismas setas que María Sabina considera sagradas se acaban convirtiendo en negocio. El uso de los cuencos Occidente ha transformado las culturas autóctonas de cada lugar en exóticas y cómo utiliza lo que quiere con fines que poco tenían que ver con el uso primigenio".

El periplo vital del matrimonio Wasson estructura la novela, que cuenta con algunos invitados ilustres, como el animador, empresario y director Walt Disney (1901-1966). "Fue el arquitecto del entretenimiento durante el siglo XX y acabó representando al mundo como un parque temático –asegura el autor de Cosetas–. A través de películas como Fantasía y Alicia en el país de las maravillas podemos constatar la afición de Disney por las sustancias alucinógenas". En la novela, Coquil hace que Disney tenga un mal viaje con las setas: "Me hacía gracia que sus adorables creaciones acabaran convertidas en monstruos que le perseguían". Otro personaje real que hace acto de presencia en el libro9999 del Museo de Ciencias Naturales de París tomó setas en varias ocasiones –dice–. Era un hombre erudito, culto e increíblemente serio que, sin embargo, quiso lanzarse a experimentar con una sustancia que tenía efectos imprevisibles".

La precisión y la plasticidad de las descripciones de Benoît Coquil hacen preguntar al lector cuál ha sido la convivencia del autor con el bol. acabado antes de probarlos –explica–. Al final fui con dos amigos a una casa con jardín y consumimos una dosis relativamente moderada. Al principio la experiencia es divertida. Luego entras en una etapa en la que tu percepción se agudiza. Acabas percibiendo el tiempo de una forma mucho más comprimida: diez minutos bajo la influencia de las setas pueden ser dos horas". Coquil tiene "recuerdos muy nítidos" de su aventura personal. "El jardín donde estaba me parecía gigantesco. Y la luz de la luna le iluminaba como si fuera de día. En los árboles se aparecieron algunas caras conocidas. No fue, por suerte, una experiencia nada negativa. Y tampoco fue muy diferente a lo que había escrito en la novela".

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