Muere el escritor Javier Marías a los 70 años
El autor madrileño publicó novelas como 'Corazón tan blanco' y 'Tu rostro mañana'
Barcelona"Si elimináramos a algunos de los escritores más importantes en la historia de la literatura no pasaría nada. Si los hiciéramos desaparecer a todos, sí que se notaría", aseguraba Javier Marías en la Biblioteca Jaume Fuster de Barcelona en 2017, coincidiendo con la publicación de la novela Berta Isla (Alfaguara). La ironía, suntuosidad verbal y mordacidad del escritor madrileño hipnotizó a los asistentes, que no podían imaginar que sería el último acto público barcelonés donde lo verían. Cinco años después, la voz singular, digresiva y retorcida de Marías se ha apagado, días antes de cumplir 71 años, a consecuencia de complicaciones de una afección pulmonar por culpa de la cual estaba ingresado en un hospital de Madrid desde agosto.
Autor de una quincena de novelas, entre las cuales están las emblemáticas Corazón tan blanco (1989) y Tu rostro mañana (2002), traductor, editor y articulista a menudo polémico, Marías ha sido uno de los narradores más destacados en lengua castellana de las últimas cinco décadas, y uno de los que han tenido una proyección internacional más significativa. Además de ser traducido ampliamente –a una cincuentena de lenguas–, su nombre había sonado en varias ocasiones en las quinielas del premio Nobel de literatura, y a lo largo de su trayectoria había conseguido galardones internacionales de prestigio como el Fémina Étranger (1996), el IMPAC (1997), el Mondello (1998), el Grinzane Cavour (2000) y el premio Austríaco de Literatura Europea (2011).
Del debut precoz a la consagración europea
Nacido en Madrid el 20 de septiembre de 1951, el cuarto de cinco germanos –hijo del filósofo Julián Marías y la profesora Dolores Franco–, Javier Marías empezó a escribir cuando tenía once años. "Lo hice para continuar leyendo lo que me gustaba", diría muchos años después, en 2006, en una entrevista a la prestigiosa revista The Paris Review, haciendo balance de su trayectoria, prolífica y exigente, que arrancó con precocidad en 1971, con Los dominios del lobo, y se cerrará esplendorosamente –y de forma prematura–con Tomás Nevinson, su novela más extensa, publicada en Alfaguara hace poco más de un año.
El primero gran reconocimiento a la obra de Marías llegó cuando el autor tenía 35 años. Con El hombre sentimental no solo ganaba el premio Herralde 1986, sino que también pasaba a formar parte de la escudería de autores en lengua castellana de la editorial Anagrama. Los tres siguientes libros que publicaría –antes de cambiar de editorial por desavenencias nunca aclaradas con Jorge Herralde–, lo confirmaron como uno de los nombres indispensables del panorama narrativo en lengua castellana: después de Todas las almas (1989) –premio Ciutat de Barcelona– llegó Corazón tan blanco (1992) –premio de la Crítica de narrativa castellana– y, finalmente, Mañana en la batalla piensa en mí (1994), que mereció el Rómulo Gallegos en Venezuela y el Fastenrath.
Corazón tan blanco disfrutó de un éxito insospechado y con pocos precedentes en Alemania gracias a la recomendación televisiva de uno de los críticos más reputados del momento, Marcel Reich-Ranicki. "Es una de las novelas más importantes que he leído en los últimos años –dijo–. Marías es uno de los escritores vivos más importantes del mundo. estoy convencido. Este libro es una obra maestra". En el año 2002, seis años después de que la novela apareciera en alemán, se habían vendido más de un millón de ejemplares, cifra que, según la editorial que lo había publicado, Klett-Clotta, solo era comparable en las ventas de la traducción de El señor de los anillos, de J.R.R. Tolkien.
Un novelista devoto de Shakespeare
El epígrafe de Corazón tan blanco, una novela sobre la investigación familiar que emprende un intérprete acabado de casar, son unas palabras del Macbeth de William Shakespeare: "Tengo las manos del mismo color que las tuyas, pero me avergüenza que mi corazón sea tan blanco". “Hay autores que cuando los relees te deprimen y te disuaden de continuar –aseguraba Marías en 2017–. Es el caso de Joseph Conrad. Siempre que vuelvo pienso: «¿Y yo puedo añadir algo a esto?» Cuando releo a Shakespeare es diferente, porque es un autor que invita a escribir más. Escribió una obra tan misteriosa y extraña, dejó tantos caminos esbozados, que cuando te los encuentras apetece adentrarte”.
El vínculo de Javier Marías con la literatura empezó como lector de autores como por ejemplo Richmal Crompton, Enid Blyton, Alexandre Dumas, Emilio Salgari, Jules Verne y los álbumes de Tintín. Más adelante, serían capitales en su formación literaria, además de Shakespeare, Marcel Proust, Henry James, Juan Benet, Rosa Chacel y Juan García Hortelano.
A pesar de que pasó buena parte de la niñez en Estados Unidos, se licenció en filosofía y letras –en la especialidad de filología inglesa– en la Universidad Complutense de Madrid. Mientras estudiaba, tradujo guiones sobre Drácula para su tío, el director Jesús Franco, uno de los grandes exponentes españoles del cine de serie B, e incluso apareció en una de sus películas, sobre Fu Manxú, caracterizado como chino.
En 1974 se instaló en Barcelona, donde vivió cuatro años, y empezó a trabajar como asesor literario de Alfaguara, entonces dirigida por Jaime Salinas, y dónde publicaría toda su obra a partir del volumen de cuentos Cuando fui mortal (1996). En paralelo a la creación literaria se hizo un nombre como traductor gracias a sus versiones de Thomas Hardy (El brazo marchito, 1973), Lawrence Sterne (Tristram Shandy, 1978), R.L. Stevenson (De vuelta del mar, 1980) e Isak Dinesen (Ehrengard, 1984). En la década de los 80 dio clases de literatura en Oxford, al Wellesley College de Boston y en la Complutense. Más adelante, en 2000, fundó su propia editorial, Reino de Redonda, desde la cual publicó una cuarentena de títulos de autores como William Faulkner, W.H. Auden, Rebecca West, Janet Lewis y Honoré de Balzac. "Es imposible ganarte la vida como traductor. Cuando me dedicaba a ello, pasaba periodos de gran angustia e inquietud –recordaba en 2006 en The Paris Review–. La madre decía que, de sus cinco hijos, yo era el único que se ponía en peligro. Era el que más la preocupaba. Soy de aquellas personas que cruzan la calle antes de que el semáforo se ponga verde".
Javier Marías era, también, un fumador impenitente. Cuando hace poco más de una década la presencia pública del tabaco se fue restringiendo, el escritor tenía la costumbre de llevar su propio cenicero. Durante los maratones de firmas el día de Sant Jordi, lo cargaba de una parada a otra para poder seguir fumando sin inhibición.
El novelista que llegó a ser rey
En 1998, a raíz de la publicación de Negra espalda del tiempo, Marías se autoproclamó rey de Redonda, una isla deshabitada que formaba parte de Antigua y Barbuda. El monarca desplegó dos de los proyectos narrativos más ambiciosos de su trayectoria durante estas últimas dos décadas. El primero fue la trilogía Tu rostro mañana, que arrancó en 2002 con Fiebre y lanza, continuó con Baile y sueño (2004) y se cierra con Veneno y sombra y adiós (2007): explica las vicisitudes de un académico español al servicio del MI5, el servicio de inteligencia del Reino Unido. El flujo de pensamiento del narrador, enrevesado, inteligente y pícaro como en otras muchas novelas del escritor, brillaba especialmente en las distancias largas: las 1.600 páginas del tríptico son de las más elogiadas de su obra. Después de Los enamoramientos (2011), que ganó el Premio Nacional de narrativa –pero el autor lo rechazó–, llegaron Así empieza lo malo (2014) y el último díptico de su producción, otra historia de espías, adornada y a ratos emocionante, integrada por Berta Isla (2017) y Tomás Nevinson (2021).
El febrero pasado, Javier Marías publicó su última compilación de artículos, ¿Será buena persona el cocinero? "Somos una sociedad desenfadada y, además, hacemos bandera (a pesar de que estemos siempre enfadados)", se quejaba en el prólogo. Los últimos años, el autor había mostrado opiniones críticas con el feminismo, el movimiento Me Too y el independentismo catalán, entre otros temas. "Nos encontramos en la época más hipócrita que he conocido. Todo el mundo quiere ser virtuoso e impoluto, dar una imagen ejemplar de un mismo. Pero esto es imposible. Cuando pedimos transparencia en todo nos equivocamos", afirmaba el autor, que en su reino de ficción cultivó la incertidumbre, la duda y el secretismo con maestría.