Música

Muere el cantante Rodríguez, el 'Sugar man' que el mundo descubrió a los 70 años

Después de años de olvido, el músico vivió un inesperado 'revival' gracias al oscarizado documental 'Searching for Sugar Man'

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Sixto Diaz Rodríguez durante un concierto en California en 2012

BarcelonaEl cantante Sixto Rodríguez, que firmaba los discos con su apellido, ha fallecido a los 81 años, según informa la prensa estadounidense y confirma su página oficial. Su historia es una de las más insólitas del pop: tras grabar un par de discos de folk-rock a principios de los 70, llenos de canciones con madera de clásicos que no tuvieron eco, Rodríguez desapareció del mundo musical hasta que, más de 40 años después, un documental relató su regreso a los escenarios en Sudáfrica, donde se le consideraba una estrella, aunque se creía que había muerto. Searching for Sugar Man (2013) descubrió su música en todo el mundo y Sixto Rodríguez se convirtió en una estrella mundial a los 70 años que actuó en el festival de Coachella e incluso en Barcelona.

Rodríguez nació en Detroit en 1942 y era hijo de un inmigrante mexicano y una nativa americana de clase trabajadora en busca de trabajo en la ciudad industrialmente más potente de Estados Unidos. Su debut discográfico llegó en 1967: I slip away, un sencillo publicado en un sello pequeño que pasaría desapercibido. En 1970 ficha por Sussex Records y publica su primer álbum, Cold fact, que se abre con Sugar man, un precioso medio tiempo de folk psicodélico de un gancho melódico instantáneo.

A pesar de tener temas tan redondos como las dylanianas Crucify your mind o Inner city blues o temas nacidos para ser cantados en estadios como I wonder, las ventas de Cold fact fueron mínimas, y tampoco la crítica le prestó atención. Tenía grandes canciones, una voz carismática, letras reivindicativas y un sonido en sintonía con el folk rock psicodélico de la época, pero de nada sirvió. Rodríguez lo volvió a intentar al año siguiente con el notable Coming from reality, más introspectivo y desnudo, pero el público y la prensa le ignoraron de nuevo. Tozudo, empezó a preparar un tercer álbum, pero la quiebra de la discográfica dio la puntilla a la carrera del Rodríguez, que a mediados de los 70 abandonó la música.

La retirada de Rodríguez sólo fue el comienzo de la historia, ya que poco después sus discos empezaron a distribuirse en ediciones piratas en Sudáfrica. Allí, según explican varios testimonios en el documental Searching for Sugar Man, la juventud contraria al apartheid y sensible al espíritu reivindicativo de la música de Rodríguez lo adoptó como uno de sus ídolos musicales, a la altura de Beatles, Hendrix y Rolling Stones. "Rodríguez se convirtió en la voz de la libertad en una época en la que en Sudáfrica la libertad era un concepto muy distante –explicaba en el 2013 al ARA el director de Searching for Sugar Man, Malik Bendjelloul–. La sociedad del apartheid era extremadamente opresiva, pero, por alguna razón, Rodríguez empezó a sonar en la radio. Y para mucha gente supuso el descubrimiento de la música con discurso subversivo".

Del suicidio a la resurrección

A la leyenda contribuía el rumor que se extendió entre los fans sudafricanos sobre el supuesto suicidio de Rodríguez en el escenario durante un concierto. A principios de los 90 sus discos se publicaron en CD en Sudáfrica mientras él, completamente ajeno al éxito de su música en el país africano, trabajaba en la construcción en su Detroit natal para sacar adelante a la familia, y sin recibir royalties de ningún tipo, puesto que los derechos habían quedado en manos de un empresario sin escrúpulos. Hoy en día parece inimaginable, pero eran tiempos anteriores a internet, y la comunicación entre Sudáfrica del apartheid y el resto del mundo no era precisamente fluida.

Precisamente gracias a internet Rodríguez descubrió que era una estrella en Sudáfrica cuando, en 1998, un par de musicólogos que investigaban el rastro del músico contactaron con una de sus hijas y descubrieron, con gran sorpresa, que los rumores sobre la muerte de Rodríguez habían sido exagerados. No cuesta imaginar lo que significó para sus fans y para el propio cantante la gira que hizo por grandes recintos sudafricanos ese mismo año, recibido como un auténtico ídolo de masas. Casi 15 años después de tirar la toalla, por fin llegaba el reconocimiento, al menos en Sudáfrica, donde el músico regresó en 2001 y 2005.

En el resto del mundo, sin embargo, Rodríguez seguía siendo una nota a pie de página de la historia del rock de los 70, un artista de culto que de vez en cuando reivindicaban a músicos como Dave Holmes, que incluyó Sugar Man en el disco de remezclas Come get it I got it (2002), o el rapero Nas, que sampleó el tema en el disco Illmatic (2001). Todo cambió, claro, con el éxito del documental Searching for Sugar Man, que descubrió en el mundo la historia y la música de Rodríguez y triunfó en todos los festivales por los que pasaba (Sundance, In-Edit) y conquistó el Oscar a mejor documental. De repente, todo el mundo escuchaba Sugar Man y cantaba I wonder, con la sensación –algo inexacta– de haber descubierto un tesoro escondido en un sótano durante cuatro décadas.

Un concierto agridulce en Barcelona

El inesperado entusiasmo por Rodríguez se tradujo en ofertas para actuar en los festivales más prestigiosos del mundo: Coachella, Glastonbury, Primavera Sound... El músico canceló su actuación en el festival barcelonés, pero unos meses después actuó en el Poble Espanyol. El concierto, muy esperado, dejó un regusto agridulce: en el escenario, Rodríguez necesitó ayuda para llegar al micrófono, y durante el concierto transmitió mucha fragilidad y dispersión. Las interpretaciones fallidas de Sugar Man y otros temas y un repertorio dominado por versiones de clásicos del rock'n'roll y canciones ajenas hicieron del concierto una experiencia frustrante.

Quizá ese éxito tan tardío le sobrepasó y no supo cómo gestionarlo. Más allá de su historia increíble, en Rodríguez había algo misterioso, cierta distancia infranqueable. Lo apuntaba Bendjelloul, el director de Searching for Sugar Man, un año antes de suicidarse: "Incluso sus amigos de Detroit le describen como un enigma. Cuando le conocí, me pareció tan misterioso como amable. Al final comprendí que los enigmas de Rodríguez eran parte del encanto de la historia".

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