Arte

La obsesión (policial y estética) por la cara

Las tecnologías acentúan el control sobre los rostros como arma de 'seguridad' y de belleza

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Dos de las obras expuestas a FotoColectania, a la izquierda se ven los patrones de rostros que aparecen a todas las Bogo del mundo.

BarcelonaDe las fichas policiales que vemos en las películas, con el malhechor retratado de cara y de perfil, hasta ser capaces de escanear todas las caras del aeropuerto en cuestión de segundos no han pasado tantos años, pero el impacto que pueden tener en la sociedad las nuevas potencialidades de la tecnología son arrolladoras. Esto es lo que explora la exposición Face control, comisariada por Urs Stahel en FotoColectania. La muestra recoge fotografías y vídeos de 25 artistas para ensartar un discurso profundo, crítico y lleno de sorpresas, alrededor de un tema de actualidad, como es el control social y policial a través del rostro. "Nuestra cara está en peligro hoy", alerta el comisario artístico.

La muestra abre dos líneas de investigación. Por un lado, la del control externo que se hace de las caras de los individuos, midiendo rostros a través de la inteligencia artificial para finalidades o bien de control político y económico o bien de catalogación de humanos. Para ver los peligros de la aplicación de la tecnología, Stahel recuerda cómo el racismo y la eugenesia que defendían los nazis partía de teorías pseudocientíficas que se basaban en la fisiognomía (deducir cómo es por dentro una persona a partir de su aspecto).

Hoy ya se puede determinar qué dice tu cara a partir de bases de datos a las cuales se aplica el big data, y el visitante lo puede comprobar en una instalación de Trevor Paglen. El peligro del control facial podría ser "hacer servir clasificaciones racistas y absurdas que provengan de modelos de inteligencia artificial" en entrevistas laborales o aeropuertos, añade Stahel.

En la muestra hay proyectos curiosos, como The average faces on Vogue, donde se ha analizado el estándar de portada de la revista Vogue en sus diferentes ediciones, y todos los rostros resulta que son exactamente igual de bonitos y blancos. También está la historia de las tarjetas Shirley de Kodak: desde los años 40 hasta los 90, se calibraban los carretes de Kodak con un modelo de mujer blanca, la tal Shirley, de forma que la película no mostraba bien los tonos de piel oscura. La muestra explora la identidad con obras de Richard Hamilton o Roni Horn. Y también se ve cómo eran las fotografías antes de los filtros y las redes, con retratos de Diane Arbus y J.H. Engström. Un vídeo de Paolo Cirio muestra la contrarreacción a las grabaciones policiales en manifestaciones: el fotógrafo retrató el rostro de 4.000 policías franceses para mostrar la asimetría del poder y los peligros para la libertad del reconocimiento facial.

Por otro lado, la exposición también analiza el autocontrol que queremos tener de nuestro cuerpo: "Queremos optimizar el rostro, con Photoshop o con cirugía estética. Llevamos al límite la tecnología para mejorar nuestra cara para que encaje con el ideal", dice Stahel. Pero ya se está yendo más allá: las operaciones estéticas están para conseguir cuerpos no realistas, extremados, "hasta el punto en el que es difícil saber qué es real y qué es artificial". Un vídeo de Eva O'Leary muestra a niñas "arreglándose", dice Stahel, poniendo de relieve este verbo: intentan mostrarse como les gustaría que las vieran y no como son. También hay imágenes de personas creadas digitalmente. Y una guía de Willem Popelier sobre cómo hacer la mejor selfie sin morir en el intento. Según el comisario, tanta presión por estar siempre presentable y ser siempre mirado, esta confusión entre "lo que es público, privado y político" puede acabar "convirtiendo un terreno de juego en un campo de batalla". La medicina: "Puede que esto nos lleve a la era del retiro, y será por necesidad", apunta.

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