Crítica de ópera

La vuelta al Liceo de un clásico del verismo con un reparto notable

El montaje de David McVicar de la ópera 'Adriana Lecouvreur', de Cilea, mantiene su vigencia y eficacia

Freddie De Tommaso y Alexandra Kurzak en la ópera 'Adriana Lecouvreur', en el Liceu.
3 min
  • De Francesco Cilea. Con libreto de Arturo Colautti.
  • Dirección escénica: David McVicar. Dirección musical: Patrick Summers.
  • Intérpretes: Aleksandra Kurzak, Freddie De Tommaso, Ambrogio Maestri, Daniela Barcellona, ​​Felipe Bou, Didier Pieri, Carlos Daza, Marco Sala, Carlos Quemadas, Irene Palazón y Anaïs Masllorens.

En la primavera de 2012, el Liceo acogió las funciones de la coproducción que el teatro de la Rambla, junto con la Royal Opera House de Londres y las óperas de Viena, París y San Francisco, realizó deAdriana Lecouvreur, la ópera más célebre de Francesco Cilea, estrenada en Milán en 1902.

Ahora, doce años después de haber visto el mismo espectáculo, la obra ha vuelto al Liceu, y hay que decir que el montaje mantiene la vigencia y la eficacia. David McVicar firma una escenificación pulcra, detallada, matizada gracias a una buena dirección actoral. Todo esto en el marco de una concepción basada en el teatro dentro del teatro (Adrienne Lecouvreur fue una actriz de la Comédie-Française, amiga y ocasional amante de Voltaire) y con la preciosa escenografía de Charles Edwards, el sensacional vestuario de Brigitte Reiffenstuel y la sabia iluminación de Adam Silverman. McVicar es bastante proclive a una excelente ambientación, no siempre caligráfica y que permite buscar efectos de distanciamiento, lo que también mostró en su montaje de Manon que se vio en el Liceu en 2007.

Escénicamente, todo funciona, en esta Adriana Lecouvreur, y cabe decir que musicalmente las cosas adquieren cotas de excelencia en muchos momentos. Empezando por la minorista dirección de Patrick Summers, que obtiene de la orquesta titular la sonoridad adecuada a la italiano de la obra. Muy correcta la breve pero significativa intervención del corazón de la casa.

No descubriremos ahora la soprano polaca Aleksandra Kurzak, que ya hemos visto en el Liceu y de la que seguimos la carrera fuera de nuestro territorio. Es una cantante pulcra, que opta siempre por el buen gusto, pero el rol titular de la ópera de Cilea se enmarca dentro del verismo y la parte pide algo más de rasgadura. Y Kurzak ni es ni será nunca una soprano verista. Y se la come con patatas la Princesa de Bouillon de Daniela Barcellona en el segundo acto. Si bien la mezzo italiana presenta signos de desgaste, construye el personaje a partir de una teatralidad a prueba de bomba y sale con nota.

Ya hemos comentado en más de una ocasión que el canto de Freddie De Tommaso (Maurizio) hace pensar en tenores de hace cincuenta o sesenta años, al estilo de Corelli, Del Monaco o Di Stefano. Nada que decir, sobre todo por la generosidad en la emisión y la proyección, por la buena línea y por la expresividad. Un punto más de refinamiento y la cosa sería de matrícula de honor.

Excelente el Michonnet del barítono Ambrogio Maestri, con alguna tirantez en el registro agudo pero como siempre eficaz en una parte agradecida, tanto musicalmente como por la tipología del personaje.

Entre los secundarios cabe destacar por encima de todo el tenor Didier Pieri (Abate di Chazeuil), sin quitar méritos a todo un veterano como Felipe Bou (Príncipe de Bouillon) o talentos de casa como Marc Sala (Poisson), Carlos Daza (Quinault), Carlos Quemadas (Mayordom), Anaïs Masllorens (Mademoiselle Dangeville) o Irene Palazón (Mademoiselle Jouvenot).

Unas buenas funciones de final de temporada, aunque el elenco inicialmente previsto dista mucho (demasiado) de lo que finalmente ocupa el escenario del Liceu. Atención porque está previsto otro cast a lo largo de las siete representaciones programadas hasta el 29 de junio.

Una escena de la ópera 'Adriana Lecouvreur' en el Liceu.
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