Evolución

Así era el rostro de Pau, el 'Pierolapithecus catalaunicus'

La reconstrucción corrobora que el simio de Els Hostalets de Pierola es un homínido primitivo

Recreación Paz
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BarcelonaEn diciembre del 2002, en el vertedero de Can Mata de los Hostalets de Pierola (Anoia), una máquina excavadora desenterró una vértebra y una costilla. Cuando los paleontólogos empezaron a trabajar encontraron muchas más piezas: el cráneo de un primate de hace 12 millones de años y 84 restos óseos, entre otros el maxilar y los dientes. Era un hallazgo excepcional porque correspondía a un género nuevo que daba nuevas pistas sobre el origen de los homínidos. Los investigadores le dieron a conocer en el mundo con el nombre de Pierolapithecus catalaunicus, y popularmente se le llamó Pau. Más de veinte años después del descubrimiento, ahora le podremos poner cara. Un equipo internacional encabezado por personal investigador del Museo Americano de Historia Natural (AMNH, por sus siglas en inglés) y el Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont (ICP) ha hecho un modelo virtual 3D de su cara. La investigación se ha publicado en Proceedings of National Academy of Sciences.

El objetivo no era solo saber cuál era la morfología real de Pau, sino acabar con una controversia. Su cara era extremadamente completa, pero estaba deformada a causa del proceso de fosilización. Esta deformación abrió un debate en el que algunos expertos ponían en duda que Pau fuera un ancestro común de los grandes antropomorfos (orangutanes, chimpancés y gorilas) y los homínidos. "El estudio confirma que es un ancestro común. La deformación no afectaba a las conclusiones a las que llegamos, pero sí cambia un poco la descripción que teníamos de cómo era su rostro", explica David Alba, director del Grupo de Investigación en Paleobiodiversidad y Filogenia del ICP. Uno de estos detalles es que la cara se muestra más alta, con las órbitas y la abertura nasal más verticalizadas. Sea como fuere, se trata de un homínido basal (primitivo): "La forma de la cara es diferente a la de los orangutanes, gorilas y chimpancés actuales, pero su tamaño y morfología corporal es bastante parecido al del último ancestro común de los grandes antropomorfos y los humanos", detalla Sergio Almécija, investigador del AMNH.

Podía trepar verticalmente pero no era bípedo

Pau pesaba menos de 40 kilos y medía aproximadamente un metro de altura. Se alimentaba más de frutos que de hojas. A pesar de no ser bípedo como los humanos, adoptaba ya una postura erecta cuando subía por los árboles. El estudio de la muñeca constató que Pablo podía trepar verticalmente de manera bastante eficiente, pero los dedos no le permitían colgarse de las ramas muy a menudo, como sí hacen los orangutanes, chimpancés y gorilas. No podemos saber cómo era su cerebro y, por tanto, desconocemos su inteligencia.

Una de las grandes ventajas de Pau es la gran cantidad de información que ha proporcionado su esqueleto, porque es bastante completo. La pelvis y la forma de las falanges indicarían que se desplazaba a cuatro patas por encima de las ramas. Por otra parte, la rótula le permitiría un amplio rango de movimientos, similar al que muestran los actuales chimpancés, gorilas y orangutanes. El artículo publicado en la revista científica también defiende que los gibones y los siamangs, que son de menor tamaño que los homínidos actuales, deriven secundariamente de un mayor ancestro.

Pau no estaba solo. Los Hostalets de Pierola han demostrado ser una auténtica mina. Allí también encontraron a Laia (Pliobatas cataloniae), y Jordi (Hispanopithecus laietanus), entre otros. Los tres pertenecen a tres especies distintas de hominoideos, el grupo de simios que incluye a los seres humanos y nuestros parientes actuales más cercanos que comprende los grandes antropomorfos actuales (orangutanes, chimpancés, gorilas y humanos) y los hilobátidos (representados actualmente por los gibones y los siamangs). Pese a tener una edad comprendida entre los 12 y los 9,6 millones de años, sus esqueletos ya presentan una serie de características comunes con los humanos. El esqueleto de Jordi, descrito en 1996, es la evidencia más antigua de la habilidad para colgarse de las ramas. Laia, el hallazgo más reciente, se hizo público en el 2015 y abrió la posibilidad de que el antepasado común de todos los hominoideos fuera más parecido a los gibones que a los grandes antropomorfos. Todos estos descubrimientos son la constancia fósil que hace millones de años, durante el Mioceno, cuando los bosques tropicales cubrían Europa, existía una gran diversidad de especies.

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