Barça

Los daños colaterales del "liderazgo fuerte" de Joan Laporta

Eduard Romeu y Mateu Alemany, entre los principales afectados por la sorprendente renuncia de Ferran Reverter

Barcelona"El Barça necesita un liderazgo fuerte. Que el presidente y la junta se arremanguen y marquen las líneas de actuación". Más que una promesa electoral, esta frase de Joan Laporta en la entrevista que concedió al ARA durante la campaña era un aviso para navegantes. El actual mandatario azulgrana no escondió su presidencialismo antes de volver al palco del Camp Nou. Es más, lo consideraba como una virtud imprescindible en tiempo de dificultades en el club. Once meses y pico después de su holgada victoria en las urnas, el relato de los hechos refuerza esta condición, empezando por el afán casi exclusivo que el abogado catalán dedica al ejercicio de unas funciones por las cuales, por mandamiento estatutario, no cobra ni un euro. Tanto él como el vicepresidente Rafa Yuste, explican desde Arístides Maillol, se pasan horas y horas trabajando en las dependencias de la entidad, cosa que sorprende tanto a los empleados de la entidad como a algunos compañeros de junta, sobre todo los que mueven cielo y tierra para conciliar sus trabajos con las obligaciones que tienen como directivos.

Laporta no escondió su presidencialismo en la carrera por recuperar el trono azulgrana y tampoco lo ha hecho durante el primer año de mandato, a pesar de los contrapesos que ha tenido, voluntariamente e involuntariamente, a su lado. Uno de los más importantes, involuntario a la vez que perentorio, fue el aval de 124 millones para poder dirigir el Barça, una condición que estuvo a punto de provocar una repetición electoral. Los millones de José Elías (Audax) y Jaume Roures (Mediapro) evitaron el descalabro. Ahora bien, después del cambio en la ley del deporte que Florentino Pérez ha ayudado a acelerar, el aval ha pasado a ser de cero. Y, a la espera que la directiva proponga a la asamblea qué garantía será exigible en un futuro, Laporta se ha quitado de encima una presión que lo limitaba para mandar, tal como se demostró el verano pasado, cuando tuvo que renunciar a la renovación de Messi, su gran arma electoral, porque lo convencieron de que no era factible con el club en quiebra ni tampoco aceptando abrazarse a los términos del acuerdo con el fondo CVC que ofrecía Tebas.

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Aquel terremoto no se entiende sin la presión del aval, del cual cuelga la vicepresidencia económica de Eduard Romeu, erigida estos meses en un contrapeso necesario a la directiva, donde abundan los perfiles que no cuestionan mucho el criterio de Laporta. Romeu, solución de urgencia para cubrir el contrapeso original —Jaume Giró, que abandonó antes de la toma de posesión por diferencias insalvables con el presidente electo durante la estructuración del aval—, se hizo imprescindible en la negociación de la operación con Goldman Sachs para renegociar la deuda de la institución. En este proceso ya formó tándem con Ferran Reverter, que dejó el gigante alemán MediaMarkt para convertirse en CEO del Barça y el martes anunció oficialmente su renuncia por discrepancias profundas con Laporta. No ha durado ni un año en el cargo, pero fuentes conocedoras del día a día en el Camp Nou no se sorprenden por la prematuridad de la decisión: "Era imposible que un profesional con su talento, conocimiento y honestidad siguiera mucho más tiempo". La negociación de los flequillos del acuerdo con Spotify, que está a punto para el anuncio, ha sido la última prueba de su desacuerdo con el modelo de gestión, que no de propiedad, del Barça actual.

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Laporta no quiere una sangría

Liberado de la presión del aval, el "liderazgo fuerte" de Laporta tiene más campo para correr después de la salida de Reverter, que despierta cierta inquietud en determinados sectores del club por lo que significa la pérdida en sí y también porque puede provocar más dimisiones. En este sentido, según ha podido confirmar el ARA, el presidente y su núcleo duro han hecho esfuerzos para que Josep Maria Albert, ex compañero de Reverter en MediaMarkt, no se fuera. También hay inquietud hacia la figura de Romeu, muy próximo al CEO y respetado en la cúpula a pesar del decaimiento del aval que lo empoderaba. El también vicepresidente de Audax, sin embargo, no tiene previsto renunciar a corto plazo, pero sabe que Laporta ahora tendrá menos resistencia si le quiere quitar ciertas atribuciones. Con todo, el mandatario quiere estabilidad mientras busca un nuevo CEO y evitar que el adiós de Reverter tenga más réplicas.

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Este deseo igualmente entronca con el principal hombre fuerte en materia deportiva del Barça, Mateu Alemany, que también mantenía una excelente sintonía profesional con Reverter. "Son los dos pilares ejecutivos del club y ahora ha caído uno", explican desde Sant Joan Despí a este diario. "En estos momentos no hay inquietud, pero a finales de temporada ya lo veremos", añaden con preocupación en relación al director de fútbol, pieza clave en los movimientos de mercado de los últimos meses y en los equilibrios con la masa salarial. Alemany es una apuesta personal de Laporta, pero estos meses ha tenido problemas para defender su punto de vista, apuntan desde la Joan Gamper, "porque el presidente tiene mucha gente a su alrededor entre agentes, directivos y otras personas". En este sentido, dicen, la presión de la junta y su entorno sobre algunas decisiones deportivas pesa incluso más que con el anterior gobierno. Aun así, el mallorquín hizo valer su escepticismo en relación a la renovación de Messi y silenció las voces internas y externas que pedían la venta de Ansu Fati para poder garantizar la continuidad del argentino. Ahora se le ha tanteado informalmente para que ocupe la posición de Reverter, pero de momento su vocación es solo deportiva.