Juegos Olímpicos

Los Juegos Olímpicos más extraños nos han emocionado como los de antes

Tokio clausura los Juegos de la pandemia, salvados por los deportistas, y da el relevo a París

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Focs artificiales para despedir Tòquio 2020

BarcelonaUn año más tarde de lo previsto, con las gradas vacías y manifestantes en contra en las puertas de los estadios, los Juegos Olímpicos de Tokio ya forman parte del pasado. Los deportistas que han sido héroes nacionales poco a poco quedarán reducidos a estadísticas, los campeones de deportes pocos seguidos normalmente volverán a competir sin hacer mucho ruido mediático y los japoneses podrán respirar. Han llevado a cabo bien este regalo envenenado. Tenían que ser los Juegos del renacimiento del movimiento olímpico, pero el coronavirus los ha convertido en un dolor de muelas. Nunca había costado tanto organizar unos Juegos. Un año entero de retraso, de hecho.

El olimpismo vive atrapado dentro de esta dualidad. Todo lo que rodea la organización de los Juegos es dudoso. Sospechas de corrupción, de intereses económicos y políticos, de presiones. Los japoneses se han opuesto a los Juegos hasta el final, pero en las últimas encuestas la mayor parte de ciudadanos decían que la cita no se tendría que haber celebrado, pero admiten que los organizadores lo han hecho bastante bien. Han superado la prueba, pero sin ser la cita excepcional que el Comité Olímpico Internacional imaginaba cuando confió a los japoneses organizarla. La pandemia lo ha cambiado todo, pero no ha podido evitar que los Juegos fueran una realidad, a pesar de que algunos deportistas no han podido estar porque han dado positivo. El último día de competición, la cifra de positivos en la burbuja de la Villa Olímpica era de 480, con más de 600.000 tests realizados. "Se ha demostrado que se podía hacer, que podemos sobreponernos", sacaba pecho el presidente del COI, Thomas Bach. "Nos habéis dado el mejor regalo, la esperanza. Nos habéis inspirado y habéis conseguido unir millones de personas alrededor del deporte. Estos quedarán como los juegos de la esperanza y la solidaridad", defendió en el discurso de conclusión.

París ha celebrado el traspaso olímpico.

La ceremonia de clausura, algo más alegre que la de inauguración, cierra un ciclo olímpico para dar a otro más corto, de tres años, hasta la cita parisiense, cuando algunas de las tendencias que hemos visto en Tokio se consolidarán, como ver deportes urbanos y jóvenes subiendo al podio que parecen salidos de la plaza de delante del Macba de Barcelona. Nuevos caminos explorados por un olimpismo que sabe que se tiene que reformular, a pesar de que no cambiar del todo, puesto que cuando llega la cita olímpica, el atletismo y la natación siguen emocionando como siempre. ¿Cómo puedes no emocionarte con el ritmo vertiginoso de Eliud Kipchoge para ganar el maratón o con el triple salto de Yulimar Rojas?

Las dudas fuera de la competición han dado a un montón de sorpresas. En parte porque la pandemia cambió el estado de forma y preparación de los atletas, en parte porque han sido baja algunas estrellas y en parte porque mientras Estados Unidos y China se pelean para dominar el medallero, estados como India, Israel o Italia han trabajado muy bien y han sorprendido en deportes como el atletismo o la gimnasia. De hecho, han ganado alguna medalla 93 países, una cifra récord. Algunos se han estrenado por la puerta grande, como San Marino, con tres medallas.

La gran sorpresa, sin embargo, la ha dado Simone Biles, la gimnasta que lo tenía que ganar todo y se va con dos medallas, ninguna de oro. Ahora bien, se va con el reconocimiento y respeto de todo el mundo después de renunciar a buena parte de la competición para centrarse en su salud mental, puesto que perdió la capacidad de concentrarse en los saltos más complicados. Un legado más importante que los récords, porque ahora hay que preguntarse si vale la pena destruir la juventud de muchos deportistas haciéndoles perseguir la perfección como si dependiera de ellos la estabilidad de todo un país.

Thomas Bach

Los Estados Unidos, humillados en las cursas de atletismo, ha ganado el medallero con un cierto regusto amargo. El nadador de Florida Caeleb Dressel se ha convertido en el nuevo héroe americano, con cinco medallas de oro y un récord mundial, emocionando, puesto que salía a competir con la cinta de cabello de una profesora que se había muerto de cáncer. En cambio, a pesar de la buena actuación de Katie Ledecky, en la piscina las australianas han reivindicado la gloriosa tradición de la natación en su país, con un montón de medallas ganadas por Kaylee McKeown, Ariarne Titmus y Emma McKeon.

En el atletismo, los grandes nombres han sido el de la venezolana Yulimar Rojas en el triple salto, el noruego Karsten Warholm en los 400 metros vallas, la holandesa Sifan Hassan (campeona de los 5.000 y los 10.000) y la jamaicana Elaine Thompson-Herah, reina de la velocidad con sus oros en 100, 200 y 4x100. Si ver jamaicanos volando no sorprende, sí que ha sido una sorpresa el oro en los 100 metros del italiano Marcel Jacobs, que puso la guinda del pastel con el oro en los 4x100. La eterna Allyson Felix, después de ser madre, ha ganado dos medallas y ya lleva 11.

Han sido unos Juegos sorprendentes, con las lágrimas de alegría de la gimnasta brasileña Rebeca Andrade o la rabia del número 1 mundial, Novak Djokovic, al quedarse sin medalla en el tenis. Los Juegos de la emoción del ciclista Richard Carapaz al ganar el oro y recordar la primera bicicleta que tuvo, encontrada entre la chatarra que su padre recogía por las calles. Los Juegos del debut de la escalada, el skate y el surf, un éxito de audiencias. Y un éxito de comentarios en las redes sociales. Buena señal. También se ha seguido el yudo, tratándose de Japón, disciplina en que los hermanos Hifumi y Uta Abe ganaron el oro el mismo día. Nunca dos hermanos habían ganado una medalla cada uno en pruebas diferentes en unos mismos Juegos, y ellos lo hicieron en apenas dos horas. Japón, de hecho, ha acabado tercero en el medallero, con unos resultados deportivos muy buenos gracias a jóvenes como Nishiya Momiji, una skater de 13 años.

Los deportistas se concentran en el centro del estadio.

Los Juegos en que han participado más mujeres que nunca, a pesar de que algunas están siempre, como la alemana Isabell Werth, que ya puede decir que ha ganado el oro en seis Juegos diferentes en la competición de hípica. Y también la primera deportista transgénero, la levantadora de pesos de Nueva Zelanda Laurel Hubbard.

En Tokio, el deporte español, que esperaba los segundos mejores resultados de su historia, ha dado un paso atrás en las medallas, en parte por la baja de candidatos a ser campeones. Apenas tres oros, ninguno de los cuales de un deportista catalán. La representación catalana, de hecho, ha vuelto con actuaciones magníficas de jóvenes que apuntan a París, pero con pocas medallas. No se trata de ganar siempre, claro. Se trata de competir y de valorar el camino que se ha recorrido hasta llegar a una cita que ha sido complicada. Muchos de los deportistas que siempre recordarán estos días en Tokio han entrenado encerrados en casa o han perdido familiares. Y han hecho de su esfuerzo un ejemplo en positivo de cómo encarar la vida. Al final, pasan los años y el olimpismo, como el deporte en general, sigue siendo una gran metáfora de nuestro mundo. Con las historias más emotivas y también un montón de suciedad escondida bajo la alfombra de los despachos. Con deportistas que nos hacen gritar como si fuéramos niños pequeños y otros que no los puedes ni ver. Cambiarán los deportes y los diseños, pero esto seguramente seguirá igual. Por eso nos gustan tanto los Juegos.

Ahora, los deportistas tienen tres años para preparar la cita de París. La bandera olímpica ya está en manos de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, que en la ceremonia de clausura ha dado a una conexión en directo donde diferentes músicos tocaban La marsellesa. Unos en el Louvre, otros en el Stade de France y un tercero en una estación espacial. Como siempre, el reto es hacer unos Juegos sorprendentes en positivo, en espera de las trabas que puedan surgir. La primera, de hecho, ya ha llegado, porque se quería desplegar una bandera gigante desde la Torre Eiffel y el viento no lo ha permitido. París tendrá que superar unos cuantos problemas hasta la cita de 2024. Pero cuando llegue el día de la inauguración, el deporte nos seguirá emocionando. A pesar de todo.

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