LA GUANTERA

Cansado del racismo, Hamilton podría dejar la F1 antes de un mes

Hay una cierta tendencia a minimizar los resultados del inglés, que ya suma 93 victorias en la F1

Josep Lluís Merlos
5 min
Lewis Hamilton

BarcelonaMax Verstappen prendió fuego a la semana cuando el lunes encendió los ánimos con esta declaración en la revista oficial de la F1: “El 90% de la parrilla podría ganar con el Mercedes de Hamilton”. Días antes Lando Norris se había manifestado en términos parecidos, pero el de McLaren, menos explosivo que el neerlandés, no tardó en pedir disculpas y en reconocer el mérito de quien este fin de semana puede igualar los siete títulos mundiales de Michael Schumacher.

Hay una cierta tendencia a minimizar los resultados del inglés, que ya suma 93 victorias en la F1, un récord absoluto que costará superar, como ha admitido incluso Verstappen.

En los setenta años de historia de la F1 hasta 107 pilotos diferentes han sido capaces de ganar alguna carrera de esta categoría. Visto así, cruzar primero la línea de meta de un Gran Premio puede parecer fácil, si no fuera porque casi un millar de deportistas más lo han intentado sin conseguirlo.

Pero a pesar de todo, a pesar de la contundencia de las cifras que adornan el palmarés de Hamilton, hay una corriente generalizada dedicada a subestimar el valor de su trayectoria, olvidando el título y las 21 victorias que obtuvo con McLaren, como si todo fuera solo mérito y consecuencia de la hegemonía de Mercedes desde que empezó la era híbrida en el campeonato. Mercedes, sí, el mismo coche con el cual Bottas no ha ganado ningún título (y solo nuevo carreras) y del cual se despidió con prisas, liberado, Nico Rosberg en la fuga que protagonizó después de ganar el Mundial de 2016 de forma agónica con solo cinco puntos de margen sobre su compañero de equipo: Lewis Hamilton.

Lewis Hamilton

El futuro de este deportista (bautizado como Lewis Carl en homenaje al atleta americano, el héroe de Anthony, el padre del piloto, un ferroviario procedente de la isla de Granada) no está nada claro.

El otro hijo del viento lleva todo el año dando largas con la renovación del contrato que lo vincula con la marca de la estrella, que se acaba a finales de esta temporada, y algunas noticias que han pasado recientemente a su alrededor ponen en cuestión su continuidad como piloto en activo.

Del mismo modo que siempre tuve buen trato con Michael Schumacher, que valoraba mucho mi proximidad con su amigo Joan Villadelprat y que agradecía mucho que le hablara más de fútbol que de carreras, o como me pasa con Vettel –con quien a menudo charlamos sobre su admirado Barça más que de Ferrari–, con Lewis Hamilton también he tenido buenos momentos porque nos hemos acostumbrado a compartir gustos musicales.

Su relación con Nicole Scherzinger –antigua integrante del grupo Pussycat Dolls–, o con Rihanna y Nicki Minaj, pero también la amistad con el rapero Jay Z y con Christina Aguilera lo han acercado mucho al mundo profesional de la música, y lo han llevado a plantearse la posibilidad de emprender una vida nueva como productor musical.

Pero también el contacto con la modelo canadiense Winnie Harlow y con la holandesa (de origen español) Cindy Kimberly lo han hecho interesarse por el mundo de la moda... a pesar de que a veces su manera de vestir indique lo contrario. De hecho, el de Mercedes es uno de los embajadores de la marca Tommy Hilfiger, que se añadió al movimiento Black Lives Matter para contrarrestar el efecto de una fake news que circuló que atribuía algunas afirmaciones racistas al principal diseñador de la firma.

“Hay vida más allá de los circuitos y de la F1”, ha comentado a menudo Hamilton, que, fuera de los Grandes Premios, no tiene una relación tan estrecha con el motorsport como la que conocemos, por ejemplo, de su antiguo rival y compañero de equipo Fernando Alonso, a pesar de ser el piloto que más gana de la parrilla actual.

Hamilton no haría nunca el Dakar, ni tiene interés por Le Mans o Indianápolis. Antes lo veremos en el Primavera Sound o en la Pasarela Gaudí, o manifestando su pasión por los animales, como demuestra con el trato con su perro Roscoe, después de la muerte de Coco, el otro buldog que tenía. A los seis años empezó a hacer carreras con coches teledirigidos, y a los ocho se inició en el karting. A los diez conoció a Ron Dennis, el fundador del equipo McLaren, y desde ese momento su vida quedó unida a la F1, en la que empezaría a competir en 2007. Quizás ya ha tenido bastante.

Lewis Hamilton, quan era un nen

La relación que mantuvo con Niki Lauda era entrañable. Verlos en el paddock, compartiendo un té en el motorhome de Mercedes, recordaba los anuncios de la pizza Tarradellas. Eran como el abuelo y el nieto. Pero, desgraciadamente, el tricampeón mundial murió en mayo del año pasado. En su ausencia, nadie como otro austríaco, Totto Wolff –el CEO, team principal y propietario del 30% de las acciones del equipo Mercedes–, ha establecido un vínculo afectivo tan intenso con Hamilton. Pero a pesar de que se descartó que Wolff cambiara las riendas del equipo de Brackley por la dirección absoluta de la F1 desde Liberty Media, no es seguro que en breve no deje este universo en el que empezó como piloto aficionado.

Y si Wolff se va , un motivo más de desarraigo con la F1 para el piloto más mediático del momento.

Este ejecutivo ha sabido apoyar a Hamilton en sus reivindicaciones antirracismo, que este año se han hecho más evidentes que nunca sobre todo a partir de las protestas por el asesinato de George Floyd en Minneapolis, y que lo han llevado a enfrentamientos con otros pilotos, como Carlos Sainz, por la forma tibia con la que se han solidarizado con ello.

En los tests de pretemporada de 2008 en el Circuito de Catalunya, después de las tensiones que el año anterior había habido con Alonso dentro del equipo McLaren avivadas por Ron Dennis, que no escondió su preferencia por su hijo predilecto, se vivieron algunas actitudes racistas en contra de Hamilton absolutamente vergonzosas.

La caverna mediática, envuelta en la bandera española para hacer más patente su apoyo al piloto asturiano, se pasó muchos meses destruyendo la imagen de Hamilton, pintándolo como un demonio, o peor todavía. El mensaje cuajó y, sobre todo en el Estado, dio alas a desprecios como los vividos en Montmeló, con actitudes claramente discriminatorias.

El racismo viene de lejos en el automovilismo internacional. En 1963 Wendell Scott se convirtió en el primer piloto afroamericano que ganaba una carrera de la Nascar gracias a una decisión que le permitió esquivar la prohibición que tenían de correr este campeonato. Los promotores de la carrera de Jacksonville, viendo que su prueba no despertaba mucho interés, trataron de atraer a los espectadores negros permitiendo la participación de Scott. No se esperaban que ganara y cuando lo hizo, después de que los espectadores ya se hubieran ido, le retiraron el trofeo y proclamaron ganador al segundo clasificado... obviamente un piloto blanco. Casi cincuenta años después los organizadores de la Nascar reconocieron el error y le restituyeron el premio de manera simbólica.

Pero este año la presencia de la bandera confederada en algunas carreras, como la de Talladega, ha vuelto a crear polémica racista en el campeonato. Recientemente, Michael Jordan –que hace años tenía un equipo propio en el campeonato americano de Superbikes, donde corría el piloto racializado Montez Stewart– ha comprado un equipo de esta especialidad, donde tiene previsto hacer correr al afroamericano Bubba Wallace.

La verdad es que no ha habido muchos pilotos negros a lo largo de la historia. Willy T. Ribs en la Indycar o Bubba Stewart en motocros –una disciplina en la que hace años Montesa tuvo al hawaiano John de Soto en su equipo en los Estados Unidos– han sido los mejores representantes. Por eso toda la visibilidad que aporta Hamilton es tan valiosa para esta carrera.

Y quizás por eso, por cómo se ha sentido tratado en su esfuerzo, podría colgar el casco... ahora que ya está a punto de tener tantos títulos como Schumacher.

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