2 min
Florentino Pérez, en una imagen de archivo

Tolili, perrito faldero, zoquete, anormal, amargado, hijo de puta, golfo, miserable, tonto, estafador, loco, imbécil, enfermo, mierdas, inútil. Estos son algunos de los calificativos que hemos escuchado en la última semana de boca de Florentino Pérez en El Confidencial. El estupor inicial dio paso al cachondeo, a la risa y el divertimento. Incluso los más sesudos reconocen que es un buen pasatiempo de verano oír al presidente del Real Madrid insultar día sí y día también a ex jugadores, técnicos y periodistas. A los que le conocían no les ha pillado por sorpresa porque saben que el Florentino con el tono de misa de domingo que usa en las presentaciones y despedidas no es el verdadero y sí reconocen a este lenguaraz y tabernario. Y aunque dé cierto apuro, todo quisqui se ha asomado a la ventana a disfrutar del espectáculo y sacar de paso tajada con los clics.

Aun así, lo más grave es su obsesión por controlar los medios de comunicación, de ahogar cualquier crítica y colocar a sus talibanes. Nada que no supiéramos tampoco, pero ahora ya es oficial y quedará para la posteridad junto al faraónico estadio que aún está por acabar. Ojalá Florentino Pérez fuera el único, ojalá. Todos los presidentes del Barça que he conocido en los 18 años que llevo viviendo aquí han intentado lo mismo que él. Todos. Otra cosa es que hayan logrado un éxito similar. Y que no se hayan cabreado precisamente por eso; por no conseguir acallar a los disidentes. 

La cuestión es que en el Barcelona lo que llamamos masa social no es una amalgama uniforme y tiende a rebelarse porque, dejando aparte cómo se comporten los medios, dispone de mecanismos de control y censura. Y de una oposición con la que se puede sentir identificado. Siempre parece haber una solución, una puerta de escape, una salida de socorro que se puede abrir en caso de emergencia. En el Real Madrid los controles de acceso los diseñó Florentino y son tan impermeables, tan inaccesibles, que no hay nadie capaz de cumplir con los requisitos para plantarle cara. Por no haber, no hay elecciones desde el 2006 y en el 2012 modificó en una asamblea extraordinaria el artículo 40 de los estatutos con la ya célebre frase de: “Esto no es un club de petanca”. Solo para presentarse, hay que avalar con el 15% del patrimonio personal y tener al menos 20 años de antigüedad ininterrumpida. Hay que ser Florentino, vaya. Y los tolilis fueron unos cuantos.

stats