Moda

¿Cómo era el bañador del siglo XVIII?

Grabado pintado a mano, de aproximadamente el año 1800, titulado 'Cantos de siren, Mujeres se bañan en la caricia del mar, el secreto de Brighton'
08/07/2025
2 min

Actualmente asociamos indefectiblemente el verano a la actividad del baño para hacer más llevaderas las altas temperaturas, intensificadas por el cambio climático. En cuanto suben los termómetros ya preparamos el bañador, nos calzamos las chancletas de dedo, peleamos por un lugar sobre unas extensiones de arena cada vez más rasgadas y empezamos una jornada polarizada entre dar vuelta y vuelta bajo la tostadora solar y ponernos en remojo como una bolsita de té.

Parece mentira, pero lo que ahora es la actividad reina del verano no lleva tanto tiempo instaurada entre nosotros. De hecho, hasta hace relativamente poco las playas no se pisaban más que para la actividad pesquera, y estaban muy lejos de ser consideradas como espacios de ocio. Pero esta concepción empezó a cambiar a mediados del siglo XVIII, cuando se descubrió en los baños de sal y en el agua fría del mar una terapia beneficiosa para la salud, gracias a médicos como Richard Russell, que publicó en 1753 En disertación en el uso de sea voda en las diseases de las glande. Esto coincidió con el racionalismo ilustrado y con el redescubrimiento y puesta en valor de la naturaleza, en este caso para buscar remedios a enfermedades humanas como las nerviosas y las cutáneas y la melancolía.

Así pues, enclaves como Brighton, Biarritz, San Sebastián y Sitges se convirtieron en zonas frecuentadas por la aristocracia y la alta burguesía de la época, que empezaron a desarrollar un urbanismo en relación con esta nueva actividad, a base de paseos marítimos, casinos, hoteles y balnearios. Pero para bañarse era necesario un widget para que las personas pudieran sumergirse sin que su cuerpo quedara expuesto a la vista de todos, lo que comprometería gravemente su estatus moral. Pero lo que pudo ser el nacimiento del bañador requirió un estadio previo, ya que la sociedad del momento estaba lejos de tolerar una prenda que mostrara o definiera la anatomía, especialmente la femenina. Por eso la primera solución, que nació en la Inglaterra alrededor de 1750, era más cercana a la arquitectura que al mundo de la moda: las bathing machines (o máquinas para bañarse).

La ilustración muestra a personas bañándose en el mar en lo que podría ser su luna de miel en Brighton, Inglaterra.

Si eras una persona vinculada a estamentos privilegiados y querías disfrutar de un baño en el mar, tenías que hacerlo dentro de un carro de unos 2 o 3 metros y con tejado a dos aguas, que se encontraba aparcado en la arena. acceso directo al agua. En el caso de las mujeres, esta salida se tapaba con unas cortinas o toldos para preservar aún más su intimidad. Además, muchas playas contaban con bañistas profesionales (dippers) que ayudaban a las personas a entrar y salir del agua, ya que se consideraba peligroso realizar esta operación sin asistencia. quedarán aparcados en la arena como espacios para cambiarse, dando pie a las típicas casitas que todavía subsisten en muchos lugares de costa. al privilegio de clase a actividad de ocio popular asociada a la modernidad. Y será en este punto cuando, ahora sí, habrá la necesidad de inventar una nueva prenda para poder practicarla con libertad y comodidad: el bañador.

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