Moda

Diane Keaton y la moda: cómo un vestuario lo cambió todo

Fotograma de la película Annie Hall (1977), dirigida por Woody Allen y protagonizada por Woody Allen y Diane Keaton.
15/10/2025
Analista de Moda i Tendències
3 min

La muerte de Diane Keaton ha supuesto la pérdida de una de las actrices más queridas de Hollywood, pero también el adiós a una mujer que transformó la moda con su forma de vestir. No sólo por sus interesantes decisiones estéticas en las alfombras rojas, sino porque en los años setenta contribuyó a redefinir el concepto de feminidad y alteró la relación entre identidad personal y estilo cinematográfico. El punto de inflexión llegó con Annie Hall (1977), de Woody Allen, con un vestuario considerado por muchos como uno de los más influyentes del siglo XX.

Todo empezó durante el rodaje. La diseñadora Ruth Morley había preparado vestidos fieles a la estética de las comedias románticas de los setenta: una feminidad "pulida" y una sexualización "decente". Pero cuando Diane Keaton se presentó a los ensayos con su propia ropa —camisas de hombre, chalecos, corbatas, pantalones anchos y sombreros fedora—, Allen y Morley lo vieron claro: aquél sería el vestuario del personaje. "Diane era Annie. Solo teníamos que acompañar lo que ella ya había creado con su forma de vestir", explicaría Morley años después. Así, el vestuario deAnnie Hall no se diseñó desde cero: fue la traslación en la pantalla del estilo personal de Keaton. Uno de los casos más emblemáticos de uno celebrity wardrobe crossover: cuando una actriz traslada su propio estilo al personaje y éste acaba marcando una tendencia cultural masiva.

Se ha repetido a menudo que el vestuario fue obra de Ralph Lauren, pero la historia es más matizada. Keaton ya era cliente habitual de la marca, que reinterpretaba la sastrería inglesa con un toque college americano, funcional y relajado. Morley, conociéndolo, compró varias piezas de Ralph Lauren para integrarlas en el filme. Sin buscarlo, Keaton catapultó de forma accidental la marca en la historia del cine, y Lauren, con un olfato comercial impecable, convirtió esa estética en el núcleo de su identidad: una elegancia americana, intelectual y unisex.

Pero Keaton no apareció de la nada. Antes de ella, Marlene Dietrich ya había desafiado las convenciones vistiendo frac y pantalón y llevándolos al film Morocco (1930); un estilo que inspiraría más tarde el esmoquin femenino de Yves Saint Laurent.

Marlene Dietrich en 'Morocco'.

También Katharine Hepburn había sido pionera en llevar pantalones al cine ya la vida real, dando forma a personajes como el de ¡Qué fiera de niña! (1938), que reflejaban exactamente su estilo fuera de cámara. ¿Las diferencias con Keaton? En primer lugar, el alcance masivo de la tendencia, no sólo en la moda callejera, sino en futuras marcas como The Row o Phoebe Philo (Céline). En segundo lugar, el hecho de ir más allá de una simple vestimenta para convertirse en un arquetipo narrativo –la mujer urbana, independiente, ligeramente excéntrica e intelectual–, reeditado en múltiples ocasiones como con Meg Ryan en Cuando Harry encontró a Sally (1989), Julie Delpy en Antes de Alba (1995) o Keira Knightley en Begin again (2013). Y, finalmente, porque Annie Hall se estructura literalmente en torno al personaje y su vestuario es parte fundamental de la construcción de su carácter y del devenir de la narrativa.

Tres mujeres que, más allá de dictar tendencias, vistieron ideas, ya que, en los tres casos, existe una relación directa entre su estilo y una voluntad clara de emancipación femenina. Entendieron que la forma de vestir determina cómo nos presentamos en el mundo, el lugar que ocupamos y cómo éste nos percibe. Keaton lo resumió perfectamente: no quería imitar a los hombres, sino apropiarse de su libertad y comodidad. Una afirmación totalmente en sintonía con la segunda ola feminista que tenía lugar en la década de los setenta y que, entre otras cuestiones, luchó por difuminar las fronteras entre ambos sexos.

Con Dietrich y Hepburn, Keaton convirtió la ropa funcional y masculina en símbolo de independencia y autenticidad femenina. Su estilo Annie Hall, que la acompañó con fidelidad toda su vida, no buscaba agradar: buscaba ser. Y ahí radica su revolución.

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