Knockout

Las islas Macho y Hembra: un mundo que parece imposible que sea el mismo que el nuestro

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Periodista i crítica de televisió
3 min

Ahora que el verano nos lleva a viajar, la editorial Proa ha reeditado El libro de las maravillas de Marco Polo, traducido por Manel Forcano y con prólogo y epílogo de Francesco Andolino. Es el relato del mercader veneciano por Asia del siglo XIII, sobre todo por China de Kublai Khan, el emperador al que sirvió durante diecisiete años. Polo se convirtió en una especie de embajador y emisario oficial. El libro es uno de los textos fundacionales de la literatura de viajes occidental, con historias a medio camino entre la crónica, la fabulación, el relato de aventuras y la descripción etnográfica. La fascinación de Marco Polo por este mundo que describe con pasión se contagia al lector.

El explorador medieval habla en un capítulo de Quinsai, el actual Hangzhou, la antigua capital del imperio de la dinastía Song. La describe cómo la mejor ciudad y la más noble del mundo "y se pueden encontrar tantos placeres que el hombre cree estar en el Paraíso". El autor asegura que todo lo ha visto con sus ojos. Habla de las calles, de los canales, de los más de doce mil puentes y de unas enormes plazas cuadradas donde se realizan mercados y se congregan decenas de miles de personas. Los relatos de Marco Polo delatan, de vez en cuando, su curiosidad por el exotismo sexual. Describe a las cortesanas como unas mujeres con una gran virtud para halagar y engañar a la gente: "Los extranjeros que han tenido trato carnal con ellas permanecen como embobados y tan hechizados por sus dulzuras y encantos que nunca las pueden olvidar". Explica cómo los médicos enseñan a leer a sus habitantes y los astrólogos preservan su destino, porque de cada niño, anotan el día, hora y minuto de nacimiento, el signo y planeta, y cuando son adultos les aconsejan sobre la conveniencia de realizar viajes.

Sólo hojeando el índice, trazas una ruta increíble en un mundo que parece imposible que sea el mismo que el nuestro. Es inevitable esbozar una sonrisa cuando te detienes en el episodio donde habla de las islas Macho y Hembra, separadas sólo por treinta millas. En la primera, sólo viven los hombres, y en la otra las mujeres. Todos son cristianos bautizados. Marco Polo revela la peculiaridad del lugar: los hombres de la isla Macho sólo acuden a la isla Hembra los meses de marzo, abril y mayo. Las mujeres, en cambio, nunca realizan el viaje en sentido contrario. Durante estos tres meses "los hombres van a la otra isla a estar con sus mujeres, y holgan con ellas, cada hombre con su esposa a casa de ella". Marco Polo está al corriente de los deberes matrimoniales: "Caro os digo que un hombre, cuando su mujer queda embarazada, deja de tocarla hasta el día que infanta, y después todavía está cuarenta días más sin tocarla. Pasados ​​estos cuarenta días, la vuelve a tocar cuando le apetece". Hecho el trabajo, ellos vuelven a la isla Macho. Las criaturas que nacen se quedan con sus madres. Si son niños, a partir de los catorce años se instalan con sus padres en la otra isla. Y si son niñas, la madre lo cuida hasta la edad de casarse. Entonces le emparejan con un chico de la isla vecina que sólo la visita los meses pertinentes.

Al pie de página, Forcano nos advierte que las islas Macho y Hembra podrían ser una invención legendaria del cronista porque los intentos de localizarlas en el mapa han sido infructuosos. Pero se sospecha que podría tratarse de las islas Huriyya Muriyya situadas frente a la costa del sultanato de Omán. En cualquier caso, se non è vero, è bien trovato. Incluso es hermoso que el explorador se imaginara una sociedad que mostraba respeto por el poder femenino.

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