JUEGO

Jaque mate: los tableros catalanes de 'Gambito de dama'

Rechapados Ferrer, de la Garriga, exporta más de 20.000 unidades al año en todo el mundo

Paula Solanas Alfaro
6 min
Jaque mate: los tableros catalanes de 'Gambito de dama'

Un clic y decenas de pares de ojos se fijan en cómo el peón blanco se desliza dos casillas. El reloj comienza a correr. Su contrincante negro es ahora quien refleja el movimiento y anda adelante. La luz de la sala es tenue y el público observa atento en un silencio que sólo interrumpe al narrador de la partida. Estamos en un Moscú ficticio de finales de los años 60 y Elizabeth Harmon acaba de abrir el enfrentamiento final contra el campeón mundial ruso Vasili Borgov con un gambit de dama, la jugada de ajedrez que medio mundo ha descubierto a través de Netflix. La miniserie Gambito de dama se ha convertido en un fenómeno inesperado, no sólo para sus creadores. En la escena, continúa el baile de reinas y torres sobre un tablero de nogal enmarcado por una fina cenefa. En ese momento de la ficción, en el minuto 43, los trabajadores de Rechapados Ferrer -una empresa con más de 50 años de historia de la Garriga- detuvieron el episodio. Sólo con este detalle tuvieron suficiente para reconocer que esa madera había salido de su almacén.

La compañía vallesana descubrió por sorpresa que muchos de los tableros que aparecen en la miniserie más vista de la historia de Netflix llevan su sello. Pero, como en el relato sobre la vida de esta jugadora de ajedrez prodigiosa, el inicio de todo ello arranca en los años 50. “En mi familia trabajaban de campesinos en la Roca del Vallès”. Quien habla es Joan Ferrer, propietario jubilado -que todavía se pasea casi todos los días por la fábrica- de Rechapados Ferrer, la empresa que crearon sus padres cuando el trabajo en el campo empezó a faltar. Su madre era de la Garriga y decidieron abrir un pequeño taller para producir rechapados para las fábricas de muebles de la zona.

Eran aquellos años del desarrollismo franquista en la que las casas volvían a llenarse de mobiliario nuevo, después de los días aún más oscuros de la posguerra. Pero los Ferrer se toparon con otro negocio por pura casualidad. “Un primo de mi padre de Roca trabajaba en la fábrica de juegos y juguetes Marigó. Entonces hacían todos los tableros de plástico y empezaron a pedirles versiones de madera”, explica Joan Ferrer. El enlace con los propietarios sirvió para que empezaran a fabricar dameros sin haber salido nunca de los rechapados para muebles. Tras improvisar su propio sistema de producción se convirtieron en el proveedor exclusivo de Marigó.

El capítulo en que el guión de esta empresa vuelve a dar un giro comienza en la ciudad alemana de Nuremberg en los años 70. “Se celebraba la feria más importante del mundo de juegos y juguetes, exponían todas las empresas del sector”, recuerda Ferrer . Fue él quien viajó para intentar conseguir a los primeros clientes extranjeros para la compañía catalana. “Costó mucho. Cuando les decías que eras español dudaban de la calidad. «Piensa que debe ser calidad alemana», me decían algunos”, rememora el empresario. Su respuesta fue plantearles una prueba. Un primer pequeño pedido de tableros para un distribuidor alemán. Si quedaba satisfecho con las ventas, seguirían trabajando juntos. "Ahora todavía es cliente mío, aunque quien lleva el negocio es su hijo", celebra Ferrer. Espóiler: esta misma compañía alemana es la que vendió a la productora los tableros que aparecen en el campeonato final de Gambito de dama. El imponente hotel moscovita en el que se enfrentan Harmon y Borgov es en realidad un bloque de pisos de la avenida Karl Marx en Berlín.

Tras convencer al público germánico, para Ferrer fue más fácil volver de Nuremberg con nuevos clientes internacionales. “Nos abrió muchas puertas y pronto ya trabajábamos con distribuidores de Estados Unidos, Australia o Reino Unido”, afirma. A partir de los años 90 la llegada de internet confirmó esta trayectoria global, y actualmente más del 95% de sus pedidos se marchan fuera de España. De hecho, desde hace unos 15 años el negocio del tablero de ajedrez ya aporta tanto como el de los rechapados para muebles, apunta Ferrer mientras muestra un almacén vacío de stocks. Este año los tableros todavía aportarán más.

El pequeño taller de la Garriga es ahora una planta de producción de unos 3.000 metros cuadrados con un segundo piso que esconde el “laboratorio”. Es donde las diferentes láminas de madera se intercalan para formar las casillas en las que -tarde o temprano- un jugador sorprenderá a su oponente con un jaque mate repentino. "La más popular es la de madera de nogal", dice Ferrer. Sin embargo, en su catálogo las hay hechas de sapelio, sicómoro, ébano u olivo. Con los colores originales de la madera o de otros que cambian el oscuro riguroso por un tintado azul, rojo o verde. Una máquina es la encargada de cortar las piezas, que después se encolan sobre el tablero y con los revestimientos ya colocados se envían a barnizar a otra empresa de la zona.

Con el éxito de Gambito de dama, “los clientes que querían 10 ahora piden 50”, asegura Ferrer. La miniserie ha puesto de actualidad el ajedrez, en un momento en que cualquier entretenimiento apto para interiores es bienvenido. "Es el momento de más boomen mucho tiempo", revela. Para ellos, la consecuencia más inmediata es que los plazos de entrega han tenido que alargarse. “Si ahora debería tener pedidos por valor de 2.000 tableros, tengo para 8.000”, apunta el propietario de Rechapados Ferrer. Sin embargo, la compañía no ha aumentado mucho más su capacidad de producción. "Esto quizás durará unos meses y volveremos a la normalidad", añade. Cada año exportan cerca de 20.000 tableros a todo el mundo, pero en el mes y pico desde que se estrenó la miniserie ya han vendido más de 25.000. "Seguiremos como siempre y tampoco ampliaremos a muchos más clientes, no creo que cambie mucho la cosa", reflexiona Ferrer con serenidad.

Sin embargo, es consciente de que la empresa es prácticamente un animal en peligro de extinción en Cataluña (y España). Los grandes productores de tableros y piezas están en China, Polonia e India -el juego antecesor del ajedrez nació en el país de Gandhi-, donde a menudo también se cuidan la artesanía, pero con unos costes laborales mucho más bajos. A menos de una hora en coche de la Garriga todavía hay algunas tornerías en Torrelló que fabrican peones, alfiles y caballos. Sin embargo, el negocio ha perdido el esplendor que había llegado a tener años atrás. “Es bonito que haya ese empuje del ajedrez con una imagen que muestre que también es para la gente joven. Al fin y al cabo, es un juego que involucra la lógica, el sentido común, la estrategia y la memoria”, opina Ferrer, quien en su casa también quiso transmitir la afición por el ajedrez a sus hijos.

El empresario admite que hay una pregunta que siempre se repite sobre su sector: "¿Cómo hace dinero si un buen tablero de ajedrez te puede durar toda la vida?" “Yo tampoco me lo cuento del todo, pero siempre se venden más”, responde con una carcajada. El deporte de competición ha mantenido vivo el negocio, que también se ha beneficiado de papeles secundarios como objeto de decoración o atrezo para películas. No es la primera vez que Ferrer se encuentra con uno de sus tableros mientras mira el filme del domingo por la tarde. "Por suerte siempre hay jugadores nuevos que le dan continuidad", indica. Rechapados Ferrer llegó a realizar algún experimento con tableros de damas, pero la demanda no era suficiente y desde entonces no se han vuelto a plantear fabricar para otros juegos. “El ajedrez es el juego de mesa por excelencia, el resto no tendría mucho éxito”, confiesa.

Para los doce trabajadores de la empresa, el confinamiento supuso -al contrario que para otros muchos con la crisis del cóvido-19- una inyección de pedidos importante. El año pasado ingresaron alrededor de 1,5 millones de euros (de los que unos 700.000 corresponden sólo a la venta de tableros de ajedrez), afirma el propio Ferrer, y no cabe duda de que mejorarán resultados este 2020 De hecho, asegura que la mayoría de negocios vecinos no han sufrido demasiado la sacudida económica de la pandemia. “He hablado con empresas de la zona que venden decoración para el hogar o muebles y tampoco lo están notando demasiado. Que la gente se esté en casa parece más que les ha favorecido”, afirma el veterano empresario.

En sólo 28 días los tableros de la Garriga llegaron a 62 millones de hogares, pero lo cierto es que ya hace más de cincuenta años que dan la vuelta al planeta. Ahora la empresa tendrá que volver a rellenar stocks: previsiblemente, los tableros se convertirán en uno de los regalos con más puntos para estas Navidades atípicas.

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