BARCELONAEn el mundo de las fusiones bancarias hay una máxima. Solo en dos supuestos se hacen públicas las negociaciones: el primero, cuando el acuerdo es muy inminente y solo hay que pulir detalles. Es el caso de lo que se vivió en septiembre con CaixaBank y Bankia. El segundo supuesto hace referencia a cuando no tienes más remedio, porque una filtración ha permitido que la prensa se entere. Esto es lo que sucedió el 16 de noviembre pasado entre el BBVA y el Banco Sabadell en un día convulso. Un día que, según explican con la perspectiva de los meses fuentes financieras al ARA, hizo saltar por los aires una negociación que se todavía estaba en la fase inicial.
Fue un lunes complicado desde muy temprano. La noticia saltaba antes de que abriera la bolsa española: el BBVA anunciaba la venta de su filial en los Estados Unidos por 9.700 millones de euros. La noticia dejó a los directivos del Banco Sabadell con la sensación de haber sufrido una traición. ¿La razón? Pocas horas después se conocía. Los dos bancos estaban negociando activamente una fusión que dejaría el banco con sede en Alicante, la cuarta empresa más grande de Catalunya por facturación, en manos del banco de origen vizcaíno y presente madrileño. En conversaciones de esta índole hace falta un mínimo de transparencia respecto de las grandes decisiones de negocio para poder valorar cada banco –y la venta de la filial norteamericana del BBVA lo era–, pero lo cierto es que Josep Oliu y Jaume Guardiola, todavía máximos directivos del banco catalán, se enteraron de aquella venta, sin duda trabajada durante meses, aquel mismo lunes.
Cuestión de desconfianza
La noticia, así, tuvo dos implicaciones inmediatas. La primera fue que se disparó la desconfianza en unas negociaciones que en ningún momento habían sido fluidas. Y la segunda, que se podía producir un importante desequilibrio entre las valoraciones en bolsa de los dos bancos. Los mercados, en el desfavorable contexto de dinero barato, pulsaban siempre las entidades que se venden participadas porque les permite ajustar costes, crear caja, liberar recursos y eventualmente centrarse en negocios o mercados más rentables. Por eso la venta por sorpresa de BBVA Compass era un pedrusco en la faja de Carlos Torres que en el Sabadell no perdonaron: “Nos sentimos engañados”, explica una fuente financiera que vivió aquellos acontecimientos.
Pero el BBVA no tuvo mucho tiempo de saborear la sorpresa que tenía para el Sabadell. La venta de Compass hizo que muchos teléfonos se levantaran y aquel mismo lunes, hacia las 16 horas, El Confidencial avanzaba que el BBVA y Sabadell negociaban su fusión. Era una información que ninguno de los dos bancos habría querido hacer pública hasta que no hubiera un mínimo acuerdo. Pero aquello hizo cambiar radicalmente las bolsas. En un inesperado giro de los acontecimientos, el BBVA vio como no solo no ampliaba a su favor la diferencia de valoración con el banco catalán (la entidad vizcaína es entre ocho y nueve veces más grande que la catalana), sino que de repente pasaba a beneficiar al Sabadell: aquel día el Íbex-35 cerraba con la entidad que preside Josep Oliu subiendo un 24%, mientras que el BBVA lo hacía un 15%.
La discusión del precio
Aquel cambio tuvo continuidad en los días siguientes y complicó la decisiva cuestión del precio, que discutían Oliu y Torres. Sus segundos, Guardiola y el turco Onur Genç, no iban mucho mejor: aquella misma semana este último afirmaba en público que el BBVA tenía dos alternativas más además del banco catalán, en unas declaraciones que tampoco fueron bien recibidas.
Algunas fuentes financieras explican que el 27 de noviembre, cuando se conoció la rotura de la negociación, Torres había puesto sobre la mesa la posibilidad de hacer la operación sin intercambio de acciones, extremo que complicaba todavía más la vida a los trabajadores del Sabadell y también a sus accionistas. Aquello y las diferencias de valoración (unos 300 millones de euros) propiciaron una rotura que en la entidad catalana fue acogida con una disimulada euforia y que incluyó que incluso circularan memes por Whatsapp celebrando la derrota de la fusión. Pero el fracaso de la negociación había empezado de buen principio, con una ocultación de información clave que fue leída en Barcelona como un engaño.
LAS CLAVES
1. ¿Qué querían los bancos con la fusión?
Cortar el descalabro bursátil de los últimos años. El Sabadell ha perdido desde enero de 2017 el 72% del precio de sus acciones, mientras que el BBVA ha perdido cerca de un tercio de su valor desde entonces.
2. ¿Por qué una fusión lo podría haber arreglado?
Porque las fusiones llegan acompañadas de recortes de costes, por lo que se suman los clientes de dos bancos, pero lo asumen con solo una parte de sus trabajadores.
3. ¿Qué trascendió de la negociación?
El BBVA ofrecía un intercambio de acciones que establecía que el Sabadell era nueve veces más pequeño que el BBVA. La visión del banco catalán es que era ocho veces más pequeño: la diferencia era de 300 millones.
4. ¿Qué habría pasado con el Sabadell con la fusión?
El banco catalán habría desaparecido como tal. A Oliu se le ofreció una vicepresidencia y solo una pequeña parte de los servicios centrales del banco de origen vallesano hubieran seguido.
5. ¿Cuál es ahora el plan?
El Sabadell en principio se dirige al futuro en solitario. Su precio de la acción ha subido un 15% y se da por hecho que se desprenderá de la filial británica, TSB, para ganar oxígeno. También sigue su plan de reducción de personal.