De la semilla al unicornio: 15 años de boom de las start-ups
El ecosistema emprendedor ha evolucionado en la última década y media y supone ya el 9% del PIB catalán
En 2010, hace 15 años, la palabra start-up todavía no formaba parte de nuestro diccionario cotidiano. O, al menos, no en Catalunya. De hecho, en el ARA, no empezó a aparecer con frecuencia hasta el año 2013, una evidencia de que el boom de las empresas emergentes tecnológicas se estaba cociendo, pero todavía no había estallado. Los primeros informes oficiales que tenemos en Cataluña, de la mano de ACCIÓ –la agencia para la competitividad de la empresa de la Generalitat– datan del 2016 y ya situaban al Principado como una región líder en Europa en creación de start-ups y con un potencial creciente para atraer inversión y talento internacional. En ese momento, había más de 1.000. En 2025, ACCIÓ cuenta ya unas 2.300, cifra de récord y que se ha incrementado un 9% en un año, un ecosistema que emplea a 22.840 personas y genera un volumen de negocio de 2.330 millones de euros.
Aun así, el mundo del emprendimiento tecnológico empezó a gestarse mucho antes de que empezáramos a ver sus frutos en las páginas del diario. En realidad, las primeras start-ups (empresas de nueva creación que comparten algún componente disruptor y tecnológico, con una idea de innovación), datan de la segunda mitad del siglo XX en EE.UU., con ejemplos como Hewlett-Packard (HP), y algo más adelante, a partir de los años 70, con la irrupción en Silicon Valley de gigantes tecnológicos como Apple, Microsoft o Amazon.
El estallido de internet y la burbuja de las puntcom disparó la creación de negocios digitales, principalmente enfocados al comercio electrónico, y es aquí donde en Barcelona empezó a gestarse este ecosistema. Iniciativas como Privalia, Lets Bonus o Wallapop, entre otras muchas, surgieron en Catalunya a principios de 2000, un nuevo modelo de negocio glocal que nacía para quedarse. Empresas como éstas son los padres de lo que conocemos hoy como el ecosistema emprendedor en Cataluña; de hecho, la iniciativa público-privada Tech Barcelona se fundó hacia 2010 por la necesidad de estas compañías de asociarse entre ellas, inicialmente bajo el nombre Ecommerce Barcelona Tech, como recuerda su presidente, Miguel Vicente.
Hace 15 años el mundo de la start-up era incipiente en Barcelona, y poco se pensaba, entonces, que acabaría siendo un motor económico en sí mismo, ocupando titulares a diario e, incluso, dando nombre a suplementos empresariales, libros, podcasts o másteres. "La revolución del comercio electrónico y los teléfonos móviles inteligentes fueron el punto de partida para permitir el crecimiento de iniciativas como Glovo, Badi, Housfy, etc.", apunta Vicente. El boom de nuevos proyectos fue hacia 2011, después de que el mundo start-up se expandiera a sectores aparte del comercio electrónico, generando también una revolución en el mundo financiero (fintech) que "permitió hacer crecer al sector, con servicios cada vez más dirigidos a empresas emergentes y la economía digital". El hype (excitación en inglés y en lenguaje emprendedor) de los primeros años llegó hasta la administración, que en 2014, aprovechando que el Mobile World Congress ya llevaba unos años en Barcelona, creó el 4YFN, congreso adjunto al de los móviles pero dedicado a las start-ups.
"Si comparo la primera compañía que lancé hace justo 14 años con cómo es hacerlo actualmente, las condiciones de financiación para las start-ups han cambiado muchísimo", destaca el presidente del Tech Barcelona. "Ahora hay más fondos y ayudas. Cuando yo empecé, me pidieron avalar con mi casa para tener un TPV para poder cobrar a los clientes", rememora Vicente. "Ahora hay más fondos de inversión, ha habido mucha colaboración público-privada, la prensa también ha ayudado mucho con la visibilidad, y el hecho de que Barcelona lleve 20 años creando un ecosistema tecnológico PIB catalán".
Eventos clave
Esta nueva forma de hacer la empresa también ha provocado cambios importantes en el mundo económico, tanto a nivel empresarial como laboral y social. El estallido de plataformas como Glovo de la mano de Oscar Pierre y Sacha Michaud en el 2015, por poner un ejemplo, han cambiado la forma en que consumimos, pero también ha comportado la lucha contra el uso de falsos autónomos –no sólo en Glovo, también en otras empresas de reparto, como UberEats o Deliveroo–, que va la aprobación de la ley rider en 2021 y un toma y daca entre administraciones y plataformas. Un conflicto que ha llegado hasta los juzgados, con multas millonarias.
Tampoco podemos olvidar la fiebre de las rondas de financiación y las valoraciones empresariales. Cuando ya estábamos acostumbrados a la palabra start-up, se empezaron a utilizar otros, y de repente aparecieron los unicornios. No a los animales fantásticos, sino a las empresas emergentes valoradas en más de 1.000 millones de euros. El primero catalán fue justamente Glovo: ganó el título en diciembre del 2019 tras cerrar una ronda de 150 millones. Esta categoría pasó a ser uno de los hitos para los nuevos proyectos. En ese momento, la lluvia de rondas de inversión era constante, el capital riesgo repartía dinero a diestro y siniestro y empezaba a mirar hacia Europa en general y Barcelona en concreto. Hasta ahora, siete start-ups catalanas se han coronado como unicornios: eDreams Odigeo, Wallbox, Glovo, Letgo, Adevinta, TravelPerk y Factorial. Sin embargo, alcanzar este título no les ha hecho la vida más fácil, muchas siguen arrastrando pérdidas.
Con la pandemia de la cóvid-19, el suflé se mantuvo y, de hecho, se hizo mayor. El confinamiento, la dependencia de la tecnología, los ERTO y un plantel de universitarios cada vez más escépticos con la empresa tradicional propiciaron nuevas formas de buscarse la vida, y sobre todo les proporcionó más tiempo y herramientas para innovar. La inversión en proyectos tecnológicos y nuevas irrupciones como la inteligencia artificial (IA) y el deeptech (tecnología avanzada) se disparó: había dinero, talento e ideas. Pero el suflé siempre desciende. Entre 2021 y 2024 la inversión en proyectos semilla, los más iniciales, empezó a decaer. Uno de los primeros indicios fue la venta sorpresa de Glovo a la alemana Delivery Hero el 1 de enero del 2022, movimiento desesperado de la empresa por encontrar capital. Se acabó levantando rondas de financiación como setas para proyectos sin un modelo empresarial claro y con la mirada puesta en la rentabilidad, tal y como se explicaba en éste reportaje en el ARA en julio de 2022.
Parte de las quejas de ese momento apuntaban a las administraciones y la burocracia, y todo ello acabó derivando, en noviembre del 2022, en la creación por parte del gobierno español de la ley de start-ups, marco normativo específico para dar soporte administrativo, fiscal y mercantil a estas empresas.
Desde entonces, el huracán se ha calmado. Sectores como el biotecnológico y el médico han acaparado gran parte de las nuevas iniciativas, que junto con la irrupción de la IA y el deeptech son la base de nuevas iniciativas surgidas con frecuencia con el apoyo de universidades y centros de investigación. Ahora se busca el valor añadido: "Hay que seguir apostando por proyectos que generen mayores barreras competitivas, basados en deeptech, IA, investigación y biotecnología, por ejemplo; esto es una de las cosas que nos hace diferentes y debemos seguir explotándolo. Generar más proyectos desde el mundo científico y las universidades técnicas", concluye Vicente.