Qué hay tras el portazo de Junts al PSOE
Desde la desconfianza y la distancia con el PSOE, Junts abrió hace dos años un proceso de negociación anunciando que cobraría por adelantado. Pronto aterrizó en la realidad política y tuvo que ir rebajando expectativas frente a su electorado. Su fuerza residía en que sus votos eran imprescindibles para la mayoría de la investidura de Pedro Sánchez y han seguido siéndolo para dar una mínima estabilidad al gobierno español. Su debilidad era, y es, que en el otro lado no hay nadie con quien pactar dada la deriva cada vez hacia posiciones más de extrema derecha y de españolismo duro del PP a causa de la presión de Vox. Por eso la ruptura que ahora ha anunciado el líder del partido, Carles Puigdemont, se ciñe a explicitar que no habrá negociación con los socialistas para los presupuestos del Estado del 2026 y que se ha acabado mantener allí ningún tipo de negociación, ni en Suiza ni en ninguna parte. Pero, aun así, Junts no hará caer a Sánchez. Es decir, los votos de Puigdemont no se sumarán a los de PP-Vox para provocar un adelanto electoral.
Juntos se ha cansado de los incumplimientos del PSOE, que, en efecto, y pese a gestos importantes, como que después de décadas de democracia por fin se pueda utilizar el catalán en el Congreso, en muchos terrenos cruciales no han dado los avances pactados: en especial, ha sido dolorosa la inaplicabilidad de la ley de amnistía, la falta de catalán el gesto in extremis de la semana pasada para intentar mover a Alemania–, la pendiente traspasa de las competencias de inmigración o la falta de reconocimiento nacional explícito de Catalunya.
Todas estas razones son perfectamente reales y evidentes. Pero también lo es el hecho de que la derecha independentista se siente acosada demoscópicamente por el avance del partido de Sílvia Orriols, Aliança Catalana. Ante la amenaza que le supone la ultraderecha islamófoba, Puigdemont se ha visto abocado a cerrar la etapa de diálogo con los socialistas, algo que al mismo tiempo le sirve para marcar distancias con una ERC que mantiene la negociación con el PSOE para la financiación singular. Y de paso, todavía, Puigdemont se permite a atribuir al PSC parte de la responsabilidad del fracaso del diálogo Junts-PSOE y acusar al presidente socialista de la Generalitat, Salvador Illa, de "españolizar a Catalunya".
Puigdemont, pues, rompe puentes con los socialistas en una operación que ya mira hacia un nuevo ciclo electoral, aunque el PSOE, desde el pragmatismo y la necesidad de mantenerse en la Moncloa, haya reaccionado manteniendo la puerta abierta a acuerdos: "Seguiremos ofreciendo [a Juntos] la que es, ha sido y ha sido". Pero resulta difícil de menospreciar la situación de extrema debilidad en la que ahora se sitúa el equilibrismo de Pedro Sánchez. Y, desde una visión catalanista, a nadie se le escapa que su caída frustraría un hipotético acuerdo para la financiación singular y abriría sus puertas a un posible gobierno PP-Vox que, a todos los efectos –lengua, escuela catalana, traspaso de Cercanías, inversiones, etc.–, resultaría letal para el autogobierno de Catalunya.