El vaso medio lleno en la lucha contra la crisis climática
La COP30 arranca hoy en Belém, en plena Amazonia brasileña, y se trabaja para que empiece de verdad la implementación del Acuerdo de París, que cumple diez años con un balance a medias, porque los esfuerzos realizados hasta ahora han dado frutos evidentes pero todavía no son suficientes para evitar que el calentamiento global supere los 2 ºC. Se hablará mucho y volveremos a revisar datos preocupantes de cómo avanza el calentamiento y de los objetivos para detenerlo.
Sin embargo, está habiendo una vuelta en el discurso sobre la crisis climática. En dos direcciones opuestas. Por un lado, tenemos a los negacionistas, que liderados por Trump y sus seguidores niegan la mayor y consideran que en realidad no hay crisis climática y por tanto no es necesario hacer esfuerzos en la reducción de las emisiones. Los calores de los últimos años, los datos y los estudios científicos los contradicen, pero como en cierto modo también son bastante negacionistas científicos, no los viene de aquí. Es un problema grave porque tienen mucho poder y están haciendo agujero con sus mentiras en todas las redes y medios que controlan, que son muchos.
Pero, por otra, el discurso climático está dando otro vuelco que es más interesante y que puede revitalizar una lucha que últimamente está deshinchada. Es un discurso que quiere huir del catastrofismo moderando el discurso y centrándose en todo lo que se ha hecho y mejorado. Es decir, no niega –al contrario– las cifras y datos de la crisis climática, pero los pone en un contexto histórico que demuestra que las medidas que se han adoptado han ido funcionando y remarca los aspectos en los que más se debe incidir para mitigar los efectos de lo que ya ha pasado. De esta forma, se quiere combatir tanto la angustia ambiental que ha creado el alarmismo como también las críticas furibundas de los negacionistas cuando los datos parecían demasiado hinchados. En el trasfondo, además, se encuentra el cansancio de la opinión pública sobre un tema del que ya ha tomado conciencia pero que ahora ya no moviliza como hace unos años.
Así pues, cada vez está entrando más en la agenda pública otra cuestión primordial que puede ser importante para combatir los discursos de los negacionistas: la desigualdad. La crisis climática no extinguirá a la humanidad, como decía provocativamente Bill Gates no hace mucho, pero sí acabará con la vida o la manera de vivir y sobrevivir de muchas personas, especialmente las más desfavorecidas. Y es que los efectos de la crisis climática –caloradas, inundaciones, sequías...– afectan de forma más extrema a los países pobres, que no son los responsables de las emisiones que la han provocado pero sí sufren sus consecuencias, por geografía y porque no tienen tantos recursos para mitigar sus efectos. Y en los países ricos también son los pobres, los que viven en casas y zonas más precarias, sin posibilidad de huir, los que sufren sus consecuencias. Al igual que ocurre en otros temas, como la vivienda, la desigualdad económica vuelve a ser un tema primordial en el discurso político, como ha demostrado la reciente victoria de Zohran Mamdani en Nueva York. La injusticia de esta desigualdad global en la que los ricos contaminan más y eso les hace más ricos pero quien paga sus consecuencias son los pobres sin duda será cada vez más un tema clave en el discurso global.