Alfombra roja de los premios Gaudí: ¿por qué los hombres van tan informales?

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El equipo de la película 'Un amor'

La alfombra roja de los premios Gaudí ha dejado patente, en primer lugar, que las mujeres no tienen frío. Si no, ¿cómo se explica que en una noche del mes de febrero dominen los tirantes, las transparencias, los sujetadores a la vista y las sandalias? Algo que contrasta con unos hombres con traje sastre, abrigos, jerséis de cuello alto, chalecos de lana e, incluso, camisetas interiores. Una de dos: o los dos sexos estamos regidos por temperaturas corporales opuestas o la mujer demasiado a menudo se ve abocada a mostrar el cuerpo porque, al parecer, no es suficiente con su profesionalidad.

La segunda cuestión es el grado de engalanamiento que también ha dividido a hombres y mujeres. Es curioso que, mientras ellas visten de veintiún botones, ellos han ido, en algunos casos, más relajados de la cuenta. De hecho, el tono ya lo han marcado nada más empezar Sergi López, con un tono desenfadado, junto a Irene Visedo, con traje largo de pedrería. La misma distancia estilística se ha repetido entre la periodista Carolina Rosich y su compañero de conexión, Àlex Gorina, y entre Marisa Paredes y Roger Casamajor. En la gala las corbatas han lucido por su ausencia y las camisas abiertas estilo American gigolo han dominado la escena. El estilo cuidadosamente descuidado de Jeremy Allen White se ha dejado ver en un Enric Auqué con barba de tres días, un Hugo Silva con una camisa demasiado arrugada, un David Verdaguer con mochila o un Ivan Massagué con cabello oleoso. ¿Es malo que los códigos de vestimenta y la presión sobre el cuerpo de los actores y actrices se relajen? No, a condición de que no sólo se beneficien los hombres.

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