Estilo de vida

"El deporte me ayuda a relativizar los problemas"

El ejercicio físico es un gran aliado de la salud mental, mejora nuestro bienestar y ayuda a combatir muchas enfermedades

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Dos mujeres corriendo por un parque

Barcelona“Cuando termina el entrenamiento, salen contentos, se les ve satisfechos. Orgullosos de haber decidido venir, a pesar de la pereza previa. Muchos, sobre todo los que vienen por la mañana, salen con más energía y con ganas de comerse el mundo”, explica Sílvia Roca, entrenadora personal y fisioterapeuta.

El ejercicio físico, junto con el resto de hábitos saludables –una alimentación adecuada, un buen descanso y unas buenas relaciones sociales–, es uno de los mejores compañeros de viaje para conseguir el bienestar emocional.

“El deporte me ha cambiado la perspectiva de la vida, me ha ayudado a relativizar los problemas e imprevistos del día a día. Lo que antes podía representar una noche sin dormir, sufrir angustia o despertar a la migraña, ahora todo se reduce a observar la situación con una pincelada rápida, objetiva y sobre todo con mucha perspectiva”, explica Núria Coma, traductora de profesión y madre de dos hijos, que empezó a hacer deporte hace dos años a causa de unos graves problemas de movilidad articular que la llegaron a limitar mucho. “Selecciono muy bien lo que merece mi energía y lo que no; prefiero gastarla corriente, por ejemplo, que no con un problema que posiblemente, mirado de lejos, no sea tan grave”, afirma.

La prestigiosa revista estadounidense The Lancet Psychiatry publicó, en 2018, el estudio con el muestreo más amplio que existe sobre el tema, con 1,2 millones de personas analizadas, que demuestra con evidencias cómo el ejercicio físico se relaciona directamente con la salud mental. Tras cuatro años de muestreo, el estudio concluyó que “todas aquellas personas –sin patologías mentales– que realizaban ejercicio físico reducían en un 43% los días de malestar mental, y al grupo de personas que habían sido diagnosticadas previamente con depresión, el ejercicio les redujo los días de malestar emocional en un 34,5%, es decir en 4 días menos de malestar al mes, en relación con aquellas personas que no practicaban ejercicio”.

“He conocido facetas mías que desconocía. Nunca imaginé que podría ser constante. Pensaba: "Te cansarás y dejarás los entrenamientos", y no, he descubierto que soy una persona constante. También me ha descubierto que muchos miedos y limitaciones que nos imponemos son inventadas”, afirma Núria.

Dejando a un lado los procesos químicos, biológicos y fisiológicos que experimenta nuestro organismo mientras practicamos ejercicio físico y que impactan directamente en nuestro estado de ánimo a través de la segregación de un conjunto de hormonas y de adaptaciones bioquímicas , una de las conexiones más directas y de mayor impacto entre la actividad física, o la práctica de los hábitos saludables en general, y el bienestar emocional y mental está “en el hecho de cuidarse, priorizarse, hacer algo para uno mismo de forma consciente y con el único fin de buscar el bienestar”, explica Meritxell Bellatriu, psicóloga deportiva.

En este sentido, Núria afirma: “El deporte me ha ayudado a priorizarme. No quiero volver atrás, los entrenamientos pasan por delante de otros compromisos y he dejado de hacer cosas que hacía para quedar bien y que realmente no me apetecía”.

Dar el paso no es fácil

Uno de los grandes inconvenientes de esta realidad es que, aunque mucha gente es consciente de la necesidad y de los beneficios de hacer ejercicio, cuesta mucho dar el paso. “La mayoría de gente llega con pocas ganas y con mucha pereza a dar la clase, pero vienen porque saben que les va bien y, sobre todo, que se les pone bien”, comenta Silvia, que, con el paso del tiempo, observa que “ellos no se dan cuenta del cambio que realizan desde la misma primera práctica; cuando llevan un rato en la clase, su expresión empieza a cambiar. Y cuando llevan unos días, se les ve más enérgicos, más vitales”.

Aun así, hay personas que se adhieren fácilmente y que enseguida cogen el hábito y les es agradable tanto el proceso como el resultado. En cambio, hay personas a las que se hace muy pesada y que se esfuerzan porque son conscientes de los beneficios del resultado: no son capaces de disfrutar de la experiencia, pero han hecho el esfuerzo de “valorar qué espacio se dedican para cuidarse y qué es lo que les hace sentir bien”, dice Meritxell.

Y, finalmente, encontramos aquellas personas que, aunque en su interior puedan sentir que necesitan un cambio, no saben ni por dónde empezar. “Un punto de partida es analizar y valorar los hábitos actuales y preguntarse cuáles deberían ser o cuáles nos gustaría que fueran. A partir de aquí, es necesario ser realista, establecer un plan de acción que introduzca los cambios de forma progresiva, estableciendo objetivos concretos y realistas”, explica Meritxell.

Y cuando hablamos de ser progresivos y realistas nos referimos a ejemplos como que “a una persona con un estilo de vida sedentario, introducir un paseo en algún momento del día la puede ayudar mucho tanto para empezar a activarse físicamente como para desconectar mentalmente del trabajo o de otras cuestiones cotidianas”, ejemplifica Meritxell.

Empecemos con pequeños cambios

Muy a menudo, cuando nos planteamos cambios de este estilo nos echa atrás el pensar que será un cambio demasiado grande y que no podremos asumirlo. Por esta razón, los especialistas son tan insistentes que “aquella persona que está convencida de iniciar este cambio debe hacerla de forma gradual y constante; ir introduciendo la actividad paulatinamente y ser muy paciente”, insiste Silvia, que añade: “Seguramente, con el tiempo, un cambio llevará al otro. Empezamos haciendo algo de ejercicio y acabamos mejorando la alimentación y el descanso”.

Sí que es cierto que, según las recomendaciones de los expertos y que también destacan en el estudio publicado en The Lancet, cuando se encuentran las mayores mejoras es cuando se realizan sesiones de unos 45 minutos con una frecuencia de entre tres y cinco días a la semana. Pero uno de los datos más relevantes del estudio es que se demostró claramente que, más allá de la cantidad y la duración, el punto de inflexión era realizar o no hacer ejercicio.

No siempre es fácil, pero forma parte del proceso y el esfuerzo vale la pena

Para aquellas personas que se encuentren en un proceso de cambio o que tengan la intención, es necesario aclarar que “las épocas de cambio implican inestabilidad, ansiedad e inseguridad, entre otras emociones; estas son totalmente normales y adecuadas en todo proceso de cambio”, aclara Meritxell, que anima a estas personas a que, durante estas épocas, tengan muy presente todo lo que pueden controlar y todo lo que está en sus manos para poder seguir reforzando lo que les hace bien. Y remarca que "la comprensión y la tolerancia junto con la valoración del esfuerzo invertido son buenos acompañantes en situaciones complicadas".

Y es que todos los cambios piden mucho esfuerzo y nos hacen pasar por momentos de todo tipo, con altibajos que son más fáciles de asumir si tenemos claros los objetivos y somos constantes, pero sin exigirnos por sobre nuestras posibilidades y, sobre todo, siendo responsables, pero sin castigarnos y permitiéndonos poder fallar sin culpabilizarnos.

“Para mí el deporte era un desconocido. Empecé entrenamientos personales de movilidad con una entrenadora y pasé de levantarme por la mañana dolorida y desayunando ibuprofenos a levantarme llena de energía y sin dolores, pero sobre todo muy feliz”, concluye Núria.

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