¿Por qué hay gente que siempre lo ve todo negro?
Analizamos qué hay detrás de las personas que hacen de su vida un constante drama
Todos conocemos a alguien que exagera todo lo que le pasa, que se ahoga en un vaso de agua, que todo lo ve por el lado negativo y que, en fin, es un rey o reina del drama. Cada pequeña cosa que le ocurre en su día a día es maximizada y dramatizada hasta límites excesivos, parece que tenga una constante necesidad de atención, y estar cerca de ellos puede resultar, como mínimo, agotador.
De este tipo de personalidades habla el psicólogo estadounidense Scott Lyons, autor del libro Adictos al drama (Alienta, 2025). En sus páginas, él mismo se reconoce como exadicto al drama y asegura que en muchas ocasiones esta actitud es una forma inconsciente de buscar validación. "Queremos sentirnos vistos, escuchados y demostrar que nuestro sufrimiento importa", escribe. Además, reconoce que este tipo de personas "se aburren" cuando todo está en calma. Por tanto, necesitan llenarse de actividades y situaciones que los mantienen bajo presión para sentirse más "vivas", lo que, paradójicamente, las acaba dejando más abrumadas. En cualquier caso, adoptar este papel de víctima y centrarse sólo en todo lo negativo les genera un conflicto constante, un agotamiento emocional y un aislamiento cada vez mayor.
Pero, ¿por qué hay gente así? Para Mireia Cabero, psicóloga, profesora de la UOC y fundadora de Cultura Emocional Pública, puede haber muchas causas para que una persona tenga estas reacciones psicológicas. Por un lado, tener esa actitud puede generar "beneficios sociales", aunque se haga de forma inconsciente. "Si vemos a una persona que responde a una experiencia de forma neutral y otra que lo hace de forma dramática, ¿a quién tendremos más necesidad de ayudar?", reflexiona Cabero. "Ser dramáticos no sólo nos ofrece atención y validación, sino que también nos desresponsabiliza hacia los demás, con la excusa de que estamos mal y no podemos hacer nada", añade. Es decir, es mucho menos comprometida la vida cuando se vive desde el dramatismo, porque es un estado que te deja "inoperativo" y ya da a entender a otros que no podrás responder a sus necesidades.
A veces, esta conducta viene aprendida del mismo entorno en el que se ha crecido, donde el hecho de ser dramáticos ha sido la única solución para ser vistos y escuchados. En otras ocasiones se trata de personas que tienen "la mecha muy corta", que tienen una gran dificultad de autogestión emocional.
Sea como fuere, cuando se toma la tendencia natural de vivir la vida desde el dramatismo, acaba siendo un problema en el ámbito físico y emocional. Algunos de los síntomas que suelen sentir son una falta de control frente a la realidad y una sensación de intensidad constante, como una tetera a punto de explotar. La intranquilidad permanente y la tendencia a la exageración provocan también un sentimiento de soledad y aislamiento.
Gestionar el conflicto
Vivir cerca de un rey del drama no es fácil. Según Cabero, al principio es fácil engancharse a una persona que lo dramatiza todo. "Somos humanos y, si tenemos algo de empatía, no queremos ver sufrir al otro", explica la psicóloga. Sin embargo, a la larga esta necesidad constante de ayuda y apoyo acaba teniendo un coste para quien está al lado. Además, Cabero considera que la mayor parte de las veces no podemos ayudar a quien sufre ese malestar, porque cuando está en un momento de mucha intensidad emocional no sirve de nada ir por la vía racional. "Al principio, es mejor validar su emoción con mensajes como "te entiendo"". Sólo cuando la persona ya se ha calmado es cuando podemos ayudarla a cambiar la perspectiva de las cosas, asegura la psicóloga.
Sin embargo, nadie está obligado a vivir con esta carga constante. "Debemos tener la libre elección de decidir si queremos participar del dramatismo o no. No seremos mejores personas si lo hacemos, ni más egoístas si no lo hacemos", aconseja Cabero. "Hay momentos en los que debemos mirar por nosotros y protegernos del desgaste que supone intentar ayudar a una persona que quizás ya tiene un interés en vivirlo todo de forma dramática", apunta.
¿Y qué ocurre si resulta que los dramáticos somos nosotros? De hecho, ¿cómo saber que lo somos? Para averiguarlo, la psicóloga recomienda preguntarse y anotar en una libreta cuántas veces al día, a la semana o al mes vivimos experiencias que nos encienden mucho. "Si pasa un día cada seis meses, seguramente no tienes una tendencia dramática, pero si cada día te pasa cuatro veces, podrías estar ya dentro de este perfil", pone de ejemplo.
A partir de ahí, nuestro trabajo sería "trabajar la autogestión" e intentar comprender qué es lo que origina ese perfil dramático. Para Cabero, sólo tomar conciencia de esta tendencia ya es un buen paso para cambiar hacia una vida más libre de dramas y poder disfrutar con mucha más serenidad.