Cuerpo y mente

Rabia, celos o miedo: “Todos tenemos una emoción que es nuestro talón de Aquiles”

Hablamos con Míriam Tirado sobre el libro 'Sentir', que nos ayuda a vivir mejor con nuestras emociones

4 min
Sentir.

Barcelona¿Por qué nos da tanto miedo sentir? Rabia, tristeza, celos, miedo... Son toda una amalgama de sentimientos que nos hacen sentir incómodos y que intentamos rehuir constantemente. Y no sólo lo hacemos porque no es agradable, sino porque tampoco lo vimos hacer de pequeños cuando observábamos a los adultos. “Es una etapa en la que aprendemos cómo gestionar ciertas emociones, pero si en casa lo que hacían era negarlas, taparlas o ignorarlas, eso es lo que acabamos reproduciendo en el futuro”, explica Míriam Tirado, consultora de crianza consciente y autora del libro Sentir (Grijalbo, 2023).

A lo largo de la vida, los humanos experimentaremos más de ochenta emociones, aunque en su libro, Tirado se centra en las que suelen preocupar más a las familias que le llegan a consulta, como la tristeza, añoranza, la rabia, la culpa, la envidia, los celos o el miedo. Son emociones que ya experimentan los bebés en las primeras etapas de vida y que remueven mucho a los padres, como si con ello se les abriera una herida que hasta entonces tuvieran guardada con cerradura y cerrojo.

“Los hijos nos ayudan a darnos cuenta de cuáles son las emociones que nosotros no llevamos nada bien. Y después resulta que si vemos que nuestro hijo tiene un berrinche, nosotros nos enfadamos mucho más, perdemos los papeles y hacemos cosas que habíamos jurado que nunca haríamos”, explica Tirado. Es cuando hay que tomar conciencia de por qué nos hemos puesto así y recordar qué hacían nuestros padres o abuelos cuando nos enfadábamos de pequeños. "Muchas veces son emociones reprimidas que no se nos ha permitido experimentar ni nos las han enseñado a transitar de una manera asertiva", explica Tirado.

Educación emocional

No nos han educado emocionalmente. “Ni siquiera existían cuentos para niños que nos hablaran sobre las emociones. Y ahora nos encontramos con que, como padres, no lo sabemos hacer de otra forma y no tenemos las herramientas para reaprenderlo”, lamenta. Una de las emociones a las que muchos deben hacer frente, según la experta, es la de la añoranza de sus hijos. “La añoranza es necesitar algo que no tienes y que te hace bien”, matiza. Ya se ve en los recién nacidos, que deben adaptarse a un medio que no tiene una temperatura constante, como el vientre de la madre, o más adelante, cuando se desesperan si los separan de la madre durante demasiado rato.

“Hay personas que lo añoran todo, dependiendo de cómo hayan transitado siempre esa emoción. Cambian de trabajo o de casa y ya añoran la anterior. Depende mucho del carácter y la personalidad, pero también de su relación con esta emoción”, matiza. Lo que está claro, según la consultora, es que todos tenemos una emoción que es nuestro talón de Aquiles y que tenemos más tendencia a sentirla.

¿Qué podemos hacer para desatascarla? "Poner conciencia y estirar el hilo de por qué nos pasa", aconseja. "Normalmente, encontramos un denominador común en diferentes etapas de nuestra vida en las que esta emoción se ha manifestado, y a menudo se acaba encontrando el quid de la cuestión", asegura Tirado, quien en su libro propone varios ejercicios para tomar conciencia y ayudar a entender por qué nos sentimos y actuamos de una forma determinada.

Sin embargo, la autora nos deja algo claro: no somos lo que sentimos. “Los humanos tenemos tendencia a etiquetarlo todo, porque esto nos da cierta seguridad. Con las emociones hemos hecho lo mismo”, explica. Y pone un ejemplo: casi a todos, de pequeños, nos han etiquetado de algún modo con las emociones que más oíamos. Pongamos por caso un niño que estaba en una fase de berrinches y le decían que era un niño rabioso y malhumorado. U otro que tenía vergüenza por hacer nuevas amistades, porque era pequeño y se sentía poco seguro, y ya le bautizaban como una persona introvertida o vergonzosa. "Como si aquello le identificara y debiera ser así toda la vida", lamenta Tirado.

“En determinadas épocas te puedes sentir de una u otra manera, pero eso no te define como persona. En un día podemos sentir muchas emociones, y eso no significa que yo sea lo que estoy sintiendo. Tú no eres tu miedo, eso no te identifica”, aclara la consultora, que siempre recomienda a los padres que eviten decir a sus hijos frases como “Es que eres muy miedoso”. “Los niños se acaban creyendo que son miedosos y, al final, como por bien o por mal, siempre intentan complacer a los padres, se acaban comportando de la forma en que les hemos dicho que son, cuando en realidad no son así”, sigue.

Acompañar a los demás

Ante esta dificultad a la hora de gestionar las propias emociones, no es de extrañar que, cuando nos toca acompañar a los demás a vivir las suyas, a menudo se nos haga una montaña y no sepamos cómo hacerlo. “Normalmente, son gente que amamos y verlos afectados nos hace sufrir. Pero, además, también nos remueve, porque aquella emoción que están sintiendo también la hemos vivido y acaba despertando nuestra propia historia”, explica Tirado, que pone un ejemplo: “Si mi hijo tiene miedo, a mí se me despierta el miedo a que él sea un miedoso. Al final, yo también estoy resonando con el miedo y no le estoy transmitiendo confianza en que eso podrá hacerlo y que las emociones son transitorias”.

Por tanto, Tirado remarca que una cosa es sentir empatía por el otro, y la otra es hacerte tuya la emoción del otro. "Podemos ponernos en su sitio y entender su sufrimiento, pero no dejarnos gobernar por su emoción, porque entonces no estarás acompañando, sino que al final te tendrán que acabar acompañando a ti", advierte.

Por último, Tirado nos recomienda aprender a hacer nuestro propio acompañamiento emocional. "Siempre reclamamos a los demás que nos acompañen, pero después no somos capaces de hacerlo con nosotros mismos", observa. Para conseguirlo, es necesario “escucharnos, intentar averiguar qué nos pasa dentro y preguntarnos qué necesitamos para sentirnos un poco mejor”.

stats