Cuerpo y Mente

"La rabia es una emoción prehistórica que ya no funciona"

Hablamos con el psicólogo clínico Pedro Jara, autor del libro 'Emociones fósiles'

Emociones
18/05/2025
3 min

Barcelona¿Hasta qué punto sirve de algo indignarse y enfadarse con uno mismo o con los demás? ¿Y si resulta que, en realidad, son emociones caducadas que no nos sirven ya para nada? Ésta es la premisa que defiende el psicólogo clínico Pedro Jara después de años como terapeuta en su libro Emociones fósiles (Aguilar, 2025).

"Me sorprende que muchas de las afirmaciones de la psicología convencional y académica dicen que el enfado, la rabia y la culpa, que es rabia hacia uno mismo, son emociones saludables, y que las personas que no las expresan nunca tienen un problema", lamenta Jara. Para él, estas emociones nos sirvieron en un momento determinado de la historia, pero ahora son, como dice el título del libro, emociones fósiles.

"La rabia es una emoción adaptativa a las amenazas, agravios y situaciones que requieren un enfrentamiento cuerpo a cuerpo", continúa el psicólogo. Es decir, la rabia es una emoción adherida a nuestra programación biológica a través de miles de años de evolución que tiene una función adaptativa para protegernos de amenazas y agresiones físicas, como la aparición de un depredador o la lucha contra una tribu rival que pone en peligro la vida del clan. En aquella época en la que no teníamos neveras ni coches, esta actitud "a corto plazo y egocéntrica" ​​era, en cierto modo, adaptativa al medio.

En cambio, estas características primitivas de nuestro cerebro son, hoy, muy desadaptativas, según Jara. Para empezar, porque hoy en día las amenazas y agresiones que recibimos son más bien del tipo "psicológico, social, económico o legal", lo que requiere por nuestra parte "habilidades empáticas, de comunicación y de toma de decisiones mucho más refinadas", continúa.

Actualizar el 'software' emocional

Está claro que realizar este cambio evolutivo no es fácil, teniendo en cuenta que, en realidad, "nuestras condiciones de vida han cambiado muy rápidamente en un tiempo históricamente muy breve", matiza Jara. "En muchos aspectos, seguimos siendo unos monos que han creado un sistema de civilización para el que estamos muy mal equipados, con una programación biológica y psicológica muy antigua y obsoleta", prosigue.

Por tanto, según el psicólogo, es necesario actualizar el nuestro software emocional y nuestra programación mental. Para conseguirlo, hay que hacer un trabajo "sistemático y deliberado para crear unas condiciones epigenéticas y unos modelos de aprendizaje que modelen esta tendencia instintiva que ahora quiebra", continúa.

Evidentemente, no es posible extinguir y desinstalar la rabia y la culpa, si paralelamente no hacemos "transformaciones profundas" en el ámbito de la autoestima, o si no trabajamos nuestros miedos, frustraciones, celos y muchas otras de las emociones que nos pueden agobiar a lo largo de la vida.

¿Una utopía? Sí, pero, según Jara, es posible y deseable ir en esa dirección. "Acabar con el hambre en el mundo es una utopía, pero sería miserable no trabajar por ese objetivo, porque en teoría es posible y es lo que hay que hacer", compara. Está claro que no es fácil y cada persona debe realizar un trabajo de observación e introspección. "No podemos negar que estemos sintiendo emociones como la rabia, pero se trata de no justificarla, sino de analizarla y encauzarla", continúa el psicólogo. Sólo así, según Jara, una persona es capaz de dejar de gestar y alimentar estas emociones. "Se da cuenta de su inutilidad y comienza a buscar alternativas mucho más adaptativas", continúa.

Para el psicólogo, es perfectamente posible evolucionar hacia esta conciencia moral basada en la empatía, la compasión y la voluntad de cooperación y aprendizaje. Para conseguirlo, propone algunos consejos a la hora de enfrentarnos a situaciones en las que pueda brotar nuestra rabia de dentro.

Ante todo, "hay que decidir claramente cuáles son los límites de lo que consideramos tolerable o permisible en el trato que recibimos de los demás", aclara. Una vez claro este límite, debemos ser persistentes en defenderlo para no dejar que nadie vaya más allá de lo que consideramos aceptable. Pero lo importante es comunicarlo "en un tono escrupulosamente neutro y sin carga emocional", continúa Jara. Frases como "Te das cuenta de que..." o "Eres consciente de que..." son frases amables pero contundentes, con las que se puede informar a la otra persona que está superando un límite y con la que, de forma educada, se le puede pedir un cambio en la actitud. Si la persona no hace caso, se le debe seguir insistiendo o no escucha razones, "lo mejor es marcharse y decirle que cuando cambie de actitud se podrá continuar con la relación", concluye.

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