El aumento de gente interesada en trabajar lejos de casa ha hecho que algunos países se pongan las pilas para convertirse en destinos atractivos para estos trabajadores. Barbados fue uno de los primeros en ofrecerse y crear programas específicos para atraerlos, con visados especiales y facilidades para encontrar alojamiento y escuelas. Otro país que está trabajando en este sentido es Estonia, que también ofrece un visado para nómadas digitales -trabajadores remotos-, que les permite vivir y trabajar en el país durante un año de forma legal. Pero no hay que ir tan lejos para encontrar estas ofertas: Canarias se han convertido en un gran destino para estos trabajadores y quieren seguir siéndolo. A través del ente de promoción de turismo, el gobierno canario ha activado un plan para atraer hasta 30.000 teletrabajadores en 5 años, por el que se presentan como "la oficina con el mejor clima del mundo".
Teletrabajo a miles de kilómetros: "Termino de trabajar y bajo a hacer surf"
La pandemia dispara el fenómeno del ‘workation’: trabajar a mucha distancia desde destinos donde hay más calidad de vida
BarcelonaMarta Peca, de 24 años, trabaja en el departamento de comunicación interna de una empresa de Barcelona. Durante el confinamiento, cuando solo llevaba unos meses en la compañía, empezó a hacer su trabajo desde casa, como otros muchos trabajadores. Sin embargo, la experiencia no le gustó mucho. Lo pasó mal encerrada en su piso, le costaba concentrarse y no rendía. Por eso cuando en julio de 2020, en plena desescalada, conoció a un chico que se había ido a vivir a las Canarias para teletrabajar lo vio claro. “¡Aquello era lo que yo quería! Una oportunidad que tenía que aprovechar”, dice, y explica que su sueño siempre había sido vivir en algún lugar donde pudiera acabar la jornada laboral e ir a hacer surf.
Habló con su empresa y les propuso irse de manera temporal: un mes. “Su reacción fue muy buena, me dijeron que si seguía trabajando para ellos no tenían ningún problema que viviera en las Canarias o en otro lugar, que lo importante era que fuera feliz”. Dicho y hecho. Primero se fue a Fuerteventura y estuvo tan bien ahí que se quedó, y al cabo de unos meses se instaló en Gran Canaria, donde vive ahora, y donde explica que hay “una gran comunidad de gente teletrabajando”. “Hay muchísimos catalanes, pero también españoles y extranjeros, que se han instalado aquí para vivir, buscando una calidad de vida mejor de la que tenían, y que hacen su trabajo en remoto”.
Ella al principio estuvo viviendo en un hostel donde todo el mundo teletrabajaba a miles de kilómetros de distancia y ahí precisamente conoció a su compañero de piso actual. “Ahora hago lo que siempre había soñado. Acabo de trabajar y bajo a hacer surf”, dice. “Para mí este ha sido el mejor lugar para estar durante la pandemia”, destaca. Aún así, la experiencia también deja algunos puntos negativos a nivel laboral: “El problema es que estás muy desconectado de la gente con quien trabajas. Yo no conozco nadie de mi equipo personalmente porque mientras he estado aquí me han dado un nuevo cargo de project manager con un nuevo grupo de gente y solo nos conocemos de manera virtual”, explica. “Si no hiciéramos reuniones online yo estaría completamente sola”, dice, a pesar de que reconoce que las grandes ventajas de esta fórmula –“Puedo vivir donde quiero, organizarme el día como quiero y hacer y deshacer”– acaban compensando mucho la decisión. Cuando mira al futuro no tiene claro qué quiere hacer. Dice que es flexible y estaría abierta a volver dentro de unos meses si su empresa se lo pidiera, porque ha disfrutado de este año en las Canarias muchísimo. “Todavía no sé qué haré –dice–, pero lo que sé seguro es que esta experiencia no la olvidaré nunca”.
Irse a la Toscana
Otra persona que trabaja muy lejos de su empresa es Idoia Ruiz, de 43 años. Ella es responsable de comunicación de una multinacional suiza con sede en Cerdanyola, pero este abril se ha ido a vivir con su familia a un pequeño pueblo de la Toscana de solo 300 habitantes. Los motivos para irse fueron diversos: “El confinamiento nos hizo ver que no podíamos aprovechar la ciudad y nos provocó una sensación de ahogo”. Además, su marido es italiano y viajaba mucho a Italia, de forma que la crianza de sus dos hijas pequeñas recaía mucho sobre ella. “Era una situación poco sostenible a largo plazo”, explica. Entonces decidieron poner en marcha un proyecto profesional en Italia –que compatibiliza con su trabajo– y que pensaban gestionar desde Barcelona. “Pero la pandemia provocó que quisiéramos hacer un cambio de vida y nos hemos mudado a Italia”, dice, y desde allá ella sigue trabajando a distancia. “En Barcelona ya hacía teletrabajo, por lo tanto la diferencia no es muy grande”, dice. Cuando comunicó a sus superiores que se iba a vivir a la Toscana “reaccionaron muy bien”, explica. Ahora, casi dos meses después de haberse instalado, hace una valoración positiva del cambio, a pesar de que el teletrabajo a veces es complicado. “Para mí un inconveniente es la autoexigencia, porque yo lo soy mucho y desde aquí siento que me pido mucho y asumo más de lo que puedo para hacer para que la distancia no se note”, dice. Además, el trabajo la obliga a llevar el ritmo de Barcelona en su día a día: "Pero ahora mi entorno tiene un pulso mucho más lento y a veces tengo la sensación de no aprovechar esta manera de vivir más tranquila, porque mi día en día laboral me pide un ritmo de ciudad”. Aún así se considera una privilegiada por poder trabajar a 1.200 kilómetros de distancia sin que el trabajo se vea afectado. “Cuando acabo mi jornada aquí puedo disfrutar de la naturaleza, mis hijas han aprendido a ir en bici en poco tiempo, han hecho nuevos amigos y disfrutan de todos los estímulos que la naturaleza les ofrece. Estar aquí es un aprendizaje continuo”.
Una nueva tendencia laboral
Lo que han hecho Marta, Idoia y otras personas tiene un nombre y se conoce como workation. “Se trata de intentar unir el trabajo con una calidad de vida mejor”, dice Manel Fernández Jara, profesor de los estudios de economía de la UOC y experto en cuestiones laborales. “Antes de la pandemia el workation era un fenómeno muy minoritario, pero después del confinamiento se disparó y ahora encontramos que mucha gente está apostando, sin miedo, para hacer este cambio de vida”, dice, y asegura que estamos “ante una nueva tendencia laboral”. Y explica lo que significa: “Hablamos de un cambio de mentalidad muy grande, de algo que hace 5 años era impensable pero que ahora está creciendo porque la gente cada vez se atreve más a tomar estas decisiones, porque saben que vivimos en un mundo global. Nuestro modelo de vida está en constante renovación y ahora se prioriza mucho la calidad de vida. Con la pandemia nos hemos dado cuenta que queremos disfrutar más de nuestro tiempo, elegir nuestro espacio, y esto tiene que ser compatible con el trabajo, obviamente”, destaca.
Él explica que muchas empresas se están adaptando rápido a los nuevos tiempos –“Ha ayudado el hecho de tener un nuevo marco normativo de referencia que regula el teletrabajo”, destaca, haciendo referencia a la nueva ley sobre esta cuestión, de 2020– y llegan a acuerdos con trabajadores basados en los objetivos, la confianza y el compromiso. “A partir de aquí cada uno puede estar donde quiera. No tiene sentido pagar para que alguien esté sentado en una oficina”. Fernández Jara explica que hay compañías que incluso se están poniendo las pilas para intentar paliar algunos de los efectos nocivos del teletrabajo, como la pérdida de cohesión, del espíritu de equipo o de la espontaneidad y la creatividad que surgen de los encuentros informales. “Algunas están trabajando para estipular encuentros de equipos, o team buildings, cada 3 o 6 meses, para fortalecer estas relaciones, y después poder seguir trabajando todos a distancia”, explica. “Estamos ante un nuevo paradigma”, concluye, que efectivamente ha llevado a personas como Marta o Idoia a mantener su trabajo a pesar de haber cambiado las oficinas de Barcelona por las playas de las Canarias o los paisajes de la Toscana.