Cannes no quiere pezones ni grandes vestidos en la alfombra roja: ¿ machismo o un intento de contención del circo mediático?
El Festival de Cannes quiere impedir que las invitadas enseñen demasiada carne o se pongan trajes muy abultados, lo que ha generado una amarga polémica esta semana
BarcelonaObviamente, cuando el lunes trascendía que el festival de cine de Cannes había endurecido el suyo dress code para las mujeres, la respuesta más inmediata de mucha gente fue completamente airada, porque consideraban las nuevas indicaciones estilísticas machistas. No es de extrañar esta reacción si tenemos en cuenta lo ocurrido en el mundo durante los últimos 2.000 años. Por tanto, está más que justificado poner el grito en el cielo cuando alguien le dice a una mujer cómo vestirse. Al mismo tiempo, quizás también deberíamos ser algo más minuciosos en la observación antes de emitir el veredicto completo. Sobre todo la prensa, de la que se espera un análisis algo menos superficial.
En palabras de la organización, "por razones de decencia, la desnudez está prohibida en la alfombra roja, así como en cualquier otra área del festival", y añaden que tampoco "no se permiten trajes voluminosos, en particular prendas con una gran cola, que obstaculicen el flujo adecuado de los invitados y compliquen la ubicación". "Los equipos de bienvenida del festival estarán obligados a prohibir el acceso a la alfombra roja a cualquiera que no respete estas reglas", advierten también.
¿Cambios que llevan otros cambios?
Las nuevas indicaciones estilísticas del festival, leídas sin mucho más análisis, pueden parecer machistas, y en el fondo lo son. Sobre todo cuando se utiliza la palabra decencia, puesto que se da por sobreentendido que cuando una mujer muestra una parte de su cuerpo por decisión propia no es decente. Sin embargo, si se siguen habitualmente las crónicas de las alfombras rojas más importantes del mundo se puede observar que el problema no es que los señores que mandan en todas partes se indignen al ver a mujeres enseñando más carne de la esperada. De hecho, a ellos esto les suele encantar... El problema actual es que, en la era digital, es muy habitual ver cómo en cualquiera photocall donde haya medios gráficos se organiza un circo muy ruidoso basado en la vestimenta y la perfomance mediática. Antes ocurría sólo en eventos de moda, pero ahora ya ocurre en todas partes y se ha convertido en una bola de nieve que se lo traga todo.
Arrasados por los clics a peso
Que medios y personajes públicos estén sometidos a la dictadura de las redes y tengan que vivir de los clics de forma únicamente cuantitativa –porque ya no importa ni quién te pone los “Me gusta” ni por qué, sólo cuántos tienes y tu viralidad y las noticias que hablan de ti– provoca que los acontecimientos sean cada vez más invisibles o que los espectadores los conciban de forma. Esto, que en un acto promocional de una marca de productos dietéticos quizás ya les está bien porque se conforman con que aparezca el nombre de la marca en photocall trasera donde se encuentra el show estilístico de la influencer de turno, a determinados acontecimientos que siempre habían ido acompañados de un sello cultural prestigioso no les apetece nada. las redes sociales.
Es por eso que las nuevas aportaciones al dress code de Cannes podrían parecer machistas pero en realidad van más orientadas a impedir que se hunda un festival que lleva muchos años llenando más páginas de moda y de anécdotas rosa que no de cine, que es el objetivo para el que se creó en 1939. Lo que ha pasado ahora no va de un señor diciendo a las mujeres que deben vestirse como le gusta a él, sino que va de un señor poniendo límites –que antes no había que poner– para evitar el ridículo o la par.
De hecho, bien mirado, quizás una medida como la de prohibir vestidos mastodónticos o los naked drezas repercute seguramente en mujeres que más allá de gozar también tienen otras cosas que aportar. Por ejemplo, las actrices que presentan un filme y que ven cómo las crónicas de los festivales hablan de todo menos de ellas y de su trabajo. El caso mayor en este sentido es reciente, y sí que era puramente machista: Bianca Censori acudió con Kanye West a los Grammy sólo con un adhesivo en el pubis y cubierta por un traje completamente transparente. Evidentemente, iba vestida por él y para él. Es decir, para hacerle el trabajo sucio y crear un escándalo con su cuerpo para sacarle a él a todos los medios al día siguiente.
Hay tradición machista en Cannes
Es por todo ello que resulta desgraciadamente necesario tener que poner orden en la alfombra roja de Cannes y, con el tiempo, en tantas otras galas. como Julia Roberts y Kristen Stewart, que caminaron por la Croissette descalzas para boicotear la decisión, que se acabó siendo eliminando.
Dicho todo esto, y volviendo al principio, si bien la decisión del nuevo dress code no es machista en esencia tampoco es inocente por parte del festival. Si los responsables de la organización de verdad quisieran protegerlo tanto, quizás no deberían poner todo el peso en los hombros de las invitadas y hacer algo tan sencillo como dejar de alquilar la alfombra roja en las marcas de lujo para que paseen sus modelitos. Cambiar esto –publicado por medios especialidades y que el festival nunca ha desmentido– sería ideal para rebajar el nivel de ruido mediático y de mala prensa. Lo que no se puede pretender es que te paguen una generosa cantidad por pasar por delante de los fotógrafos que están acreditados y que quien te ha pagado vista con una propuesta very mindful and very demure sus embajadoras para no molestarte, cuando todos sabemos con creces que apostar por diseños sobrios y discretos le rebajará muchísimo el impacto del carísimo espacio publicitario que ha alquilado.
Y para terminar, que no venga ahora nadie por favor a decir que estas normas de vestimenta también afectan a los hombres porque si fueran desnudos tampoco les dejarían pasar. De entrada, esto está por ver. Y en segundo lugar, para que un hombre se ponga naked esmoquin o un esmoquin con cola para ir a un festival deben faltar todavía unos cien años. A estas alturas apenas nos hemos atrevido a cambiar –¡a veces!– el color del esmoquin...