¿Por qué Chile ha votado no y qué pasará ahora?
El rechazo aboca a Chile a un proceso constituyente incierto
BarcelonaDurante los días previos al plebiscito constitucional, en las calles de Santiago de Chile y otras ciudades se movilizaban los partidarios de la aprobación, pero finalmente se ha confirmado aquello que las encuestas ya habían vaticinado: con una participación del 85% del censo –en una votación que después de mucho tiempo volvía a ser obligatoria–, el resultado no dejaba ninguna esperanza al texto elaborado por la Convención Constitucional con un rechazo rotundo del 62% de los votos. El presidente Gabriel Boric, que había hecho campaña a favor de la aprobación, ha sido claro durante su alocución al pueblo chileno al conocer los resultados: ha celebrado la buena salud democrática y ha llamado a la unidad para afrontar la nueva etapa que se abre ahora.
El camino hasta el denominado plebiscito de salida no ha sido fácil. La decisión de que la Convención Constitucional estuviera integrada por personas mayoritariamente independientes, con composición de género paritaria y fuerte representación indígena, convirtió el ejercicio en un experimento inédito que despertó el interés internacional. Pero el proceso se fue complicando sobre todo en la fase final, cuando las discrepancias políticas afloraron en relación con temas polémicos en los que no hay consenso social suficiente. Estas tensiones se transformaron en un discurso radical que impactó negativamente en la imagen que proyectó la convención a la opinión pública. El disenso se trasladó a una campaña que se extendió por las redes sociales con mensajes contradictorios. Al rechazo de la derecha más recalcitrante se unieron las voces críticas de sectores de centro e, incluso, centroizquierda que acusaban al texto de ser técnicamente defectuoso y políticamente inviable.
Propuesta enterrada
La mayoría de chilenos eran conscientes de que el texto no podría ser implementado sin ajustamientos, pero el triunfo sin paliativos del rechazo entierra la propuesta definitivamente. Aun así, ya en campaña quedó de manifiesto que el proceso constituyente tenía que continuar fuera cuál fuera el resultado, y esto es lo que ha anunciado el presidente apenas conocerse la votación. Ha convocado a todas las fuerzas políticas a una reunión para analizar los pasos que dar y reconducir el debate hacia el consenso y no profundizar en lo que separa a los chilenos. Después del proceso participativo que dominaron las fuerzas de la izquierda, llega el momento de la política más posibilista, pero el debate público que se abrió no será estéril. Hay temas como la paridad de género, el reconocimiento de las minorías y, sobre todo, la necesidad de un estado social y democrático que garantice los derechos sociales que constituyen demandas mayoritarias y que no pueden ser ignoradas. En cambio, cuestiones como las autonomías territoriales, la justicia indígena, la plurinacionalidad, la reforma judicial o la desaparición del Senado son fuentes de conflicto.
A pesar de que algunas voces vuelven a plantear una nueva reforma de la Constitución heredada de la dictadura, no parece la opción que pueda dar cabida a los cambios que se piden. Se abre, pues, una nueva etapa en el proceso constituyente que también tendrá efectos en el gobierno. Boric es consciente de que una parte del rechazo es un voto de castigo a su gestión de apenas seis meses y ha anunciado cambios en su gabinete. Los nuevos nombramientos darán pistas sobre hacia dónde se dirige la nueva etapa en la que, muy probablemente, ganarán peso las fuerzas de centroizquierda. Esta nueva etapa marcará el rumbo de un proceso constituyente ahora incierto.