Asia

Birmania, encallada en una guerra civil dos años después del golpe de estado

Birmanos en el exilio recurren a la justicia universal, con querellas en Alemania o Argentina, para parar el régimen militar

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Esta fotografía aérea  muestra humos e incendios de Thantlang, en el estado de Chin, donde más de 160 edificios destruidos debido a los bombardeos de las tropas militares, en una imagen de archivo

BarcelonaHan pasado dos años desde el golpe de estado que expulsó del poder a la Nobel de la paz de Birmania Aung San Suu Kyi, y la situación en el país es el de una auténtica guerra civil. La junta militar que asumió el gobierno el 1 de febrero de 2021 ha extendido en varias zonas del país los métodos de terror que había usado hace unos años –entonces bajo el gobierno de Suu Kyi– contra la minoría étnica de los rohingyas, que los forzaron a huir masivamente del país. Aviones de combate militares bombardean pueblos enteros y queman las casas. En su lucha de décadas contra los grupos étnicos armados de algunas regiones se añade ahora el combate contra las Fuerzas de Defensa del Pueblo (PDF, en las siglas en inglés) que surgieron después del golpe de estado para tratar de derribar la dictadura militar. Son principalmente estudiantes universitarios que tomaron las armas y que se enfrentan con métodos de guerrilla contra el poderoso ejército birmano (Tatmadaw), pero que, según varias fuentes, ya controlan algunas zonas del centro del país.

En las grandes ciudades, las grandes manifestaciones de los primeros meses después del golpe se han apagado y buscan otros métodos para combatir el régimen. Y es que la represión de las protestas suma más de 2.800 muertos, 16.000 detenidos y 5 ejecutados (de 73 condenas a muerte), porque la junta militar recuperó el año pasado la práctica de la pena capital por primera vez en décadas.

Según datos de la ONU, desde el golpe de estado de hace dos años, el ejército ha quemado al menos 31.000 edificios civiles. Otras investigaciones elevan la cifra y dicen que solo en los últimos tres meses han calcinado unos 100.000. Como consecuencia, desde el golpe de estado 1,1 millones de birmanos han tenido que huir de su casa y siguen dentro del país como desplazados internos.

Justicia universal

"Muchos pueblos han sido literalmente arrasados; escuelas, iglesias, mezquitas e incluso monasterios budistas, totalmente destruidos, y los civiles ahora se enfrentan a aviones de combate y armamento pesado del ejército", denuncia el director de la Burma Human Rights Network (BHRN), Kyaw Win. "Son claramente crímenes contra la humanidad y son sistemáticos y generalizados", añade. Por eso, Kyaw Win da la bienvenida a las diversas querellas presentadas por organizaciones de derechos humanos en países como Alemania, Argentina o Turquía, que operan bajo el principio de justicia universal, en un intento de juzgar a los responsables de estos crímenes.

El Tribunal Penal Internacional (TPI) ya tiene una causa abierta contra Birmania por el genocidio de los rohingyas, pero estas querellas, como la presentada en Alemania la semana pasada por la ONG birmana Fortify Rights, pretenden juzgar tanto la masacre de esta minoría como los crímenes contra la humanidad cometidos por la junta militar desde el golpe de estado. "Estos procesos pueden tardar años y el pueblo birmano no puede esperar años", opina en cambio Mratt Kyaw Thu, periodista birmano refugiado en España, y asegura que "los birmanos sienten que a la comunidad internacional no le importa nada de lo que les pase".

El régimen liderado por el general Min Aung Hlaing, que sigue financiándose con los recursos naturales del país e incluso ha incrementado la explotación minera de tierras raras, cuenta con el apoyo de China y de Rusia. "No está aislado internacionalmente", dice Andrés Zaragoza, de Amnistía Internacional, que recuerda su participación activa en foros como la Asociación de Estados del Sudeste Asiático (ASEAN). Amnistía denuncia, además, que muchas empresas extranjeras, entre las cuales Exxon, abastecen al régimen con el combustible que utilizan sus aviones de combate contra la población.

Pero hay elementos para la esperanza. "El poder de los militares se está reduciendo. Están cada vez más desesperados y usan las fuerzas aéreas contra la población, que son mucho más costosas. Los éxitos de los PDF sobre el terreno han conseguido mantener la revolución viva, y eso es un gran triunfo para nosotros", dice el director de BHRN. En la misma línea, Mratt apunta que cuando el ejército birmano ha lanzado la infantería contra las guerrillas del PDF "ha perdido muchos soldados, y por eso ahora usan sobre todo los bombardeos aéreos, con aviones y helicópteros".

Cuando ocupó el poder en 2021, la junta militar prometió que convocaría elecciones al cabo de dos años. Tendrían que ser en junio de este 2023, pero portavoces del régimen han dicho en los últimos días que no está del todo claro todavía si se harán. En todo caso, parece claro que "no serán unas elecciones totalmente democráticas", dice Zaragoza, y señala como prueba las recientes condenas para Suu Kyi, la líder de facto de un gobierno que sí que había sido escogido democráticamente, "que le suponen 33 años de prisión por unos cargos absurdos e inventados".

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