El Afganistán que los talibanes no quieren que veas

Viajes turísticos al Afganistán de los talibanes

Diversas agencias de viaje organizan tours por el país a raíz de la mejora de la seguridad desde que los radicales están en el poder

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Ben Johnson y Ben Crowley, con el grupo de turistas durante su último viaje en la Afganistán el marzo pasado.

KabulEste artículo forma parte de la serie 'Viaje al Afganistán que los talibanes no quieren que veas' que publica el ARA este abril y que firma nuestra enviada especial Mònica Bernabé.

Van vestidos como afganos, con blusón ancho y pantalón bombacho musulmán, pero se nota a la legua que son extranjeros. Las gafas de sol les delatan y también el hecho de que fuman y dan sorbos a una lata de refresco en pleno Ramadán. Son Ben Johnson y Ben Crowley, dos australianos que tienen una agencia de viajes que, aunque suene increíble, organiza tours turísticos al Afganistán de los talibanes. Y, según dicen, no es la única.

Desde que los talibanes llegaron al poder en agosto de 2021, la seguridad ha mejorado en el país porque básicamente eran ellos los que protagonizaban los ataques. Así que viajar por carretera es ahora mucho más fácil. “Lo que ahora hay es más burocracia”, precisa Crowley. Los turistas tienen que informar a los talibanes de cada uno de sus desplazamientos. En algunas ciudades los fundamentalistas incluso les escoltan allá donde van y no les permiten tomar fotografías de la población local, y aún menos interactuar con las mujeres. “Solo podemos fotografiar cosas bonitas, algún que otro talibán y hacer selfies”, resume Johnson.

Aun así los dos australianos aseguran que sus tours permiten al viajero llevarse una idea de cómo se vive en Afganistán y ver algunos de los lugares más emblemáticos. Lo primero que los turistas hacen cuando aterrizan en el país es transformarse y vestir de forma local: los hombres con shalwar kameez y las mujeres, con túnica y pañuelo en la cabeza. “Sobre todo se trata de disfrutar de la belleza natural de este país y de sus lugares históricos, pero también de ver algún tanque soviético o de pasear por el bazar. Aquí lo ordinario es extraordinario. Hasta comprar un simple helado es diferente”, explican los dos extranjeros en un hotel de Kabul mientras hacen tiempo para coger un vuelo que los lleve a su siguiente destino. 

Crowley organiza viajes turísticos a Afganistán desde hace años. Empezó en 2016 y los talibanes no le han puesto ningún inconveniente para continuar haciéndolo, asegura. “Lógicamente tenemos que pagarles pero no nos extorsionan”, declara. En octubre organizaron el primer viaje. En marzo hicieron el segundo, y ya han planeado tres más para este año. Y lo más sorprendente es que tienen demanda.

La clientela

“Nuestros clientes tienen una media de 40 años y son gente muy viajada. Sobre todo son norteamericanos y europeos que ya han visitado el sur de Asia y ahora quieren ver otra cosa”, detallan. También hay muchos country counters. Es decir gente que tiene como propósito visitar todos los países del mundo.

El británico Andrew Maccell es uno de los turistas que ha participado en el último tour, pero aclara que él no es ningún country counter. “Afganistán es un país que me ha fascinado siempre”, justifica. Vio un anuncio de la agencia de viajes en Instagram y no se lo pensó dos veces. En el tour ha visitado las ciudades de Kabul, Kandahar, Mazar-e-Sharif, Balkh, Ghazni y Samangan.

“Viajamos todos juntos en una furgoneta y en un coche iban las bolsas”, explica. Asegura que en el camino se han encontrado talibanes muy agradables y otros que parecían fastidiados con su presencia. “Mi sensación general es que les han dado instrucciones para que nos pongan buena cara”, opina. “He podido hablar con bastantes afganos. La mayoría me preguntaban de dónde soy y a qué he venido a Afganistán, pero algunos también me han dicho que no están contentos con los talibanes”, sigue explicando. Se lleva como souvenir varias pinturas y unas cuantas fotografías de talibanes.

La agencia que organiza el viaje se llama Saiga Tours. El viaje dura nueve días y cuesta 2.495 dólares. Aparte el turista debe pagar el billete de avión hasta Kabul, el seguro y el visado, que no es fácil conseguirlo. La mayoría de las embajadas afganas continúan controladas por el anterior gobierno y a veces dificultan el trámite. Los tours son en inglés y también pueden apuntarse mujeres. “Las talibanes no les ponen ninguna pega aunque a veces su presencia genera confusión –explica Johnson-. En el último tour había una única mujer en el grupo y en un restaurante local no sabían dónde sentarnos, si en la parte de los hombres o en la de las mujeres. Al final nos pusieron en la de los hombres, y un biombo alrededor de la turista para que no la vieran el resto de comensales”.

 

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