Afganistán que los talibanes no quieren que veas

Tours turísticos en Afganistán de los talibanes

Varias agencias de viaje promocionan el país a raíz de la mejora de la seguridad desde que los radicales están en el poder

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Ben Johnson y Ben Crowley, con el grupo de turistas durante su último viaje en la Afganistán el marzo pasado.

KabulEste artículo forma parte de la serie 'Viaje a Afganistán que los talibanes no quieren que veas' que el ARA publicó en abril de 2023 y que firma nuestra enviada especial Mònica Bernabé.

Van vestidos como afganos, con blusa ancha y pantalón bombacho musulmán, pero se ve de lejos que son extranjeros. Las gafas de sol les delatan y también el hecho de que fuman y dan tragos a una lata de refresco en pleno Ramadán. Son Ben Johnson y Ben Crowley, dos australianos que tienen una agencia de viajes que, aunque suene increíble, organiza tours turísticos en Afganistán de los talibanes. Y, dicen, no es la única.

Desde que los talibanes llegaron al poder en agosto del 2021, la seguridad ha mejorado en el país porque básicamente eran ellos los que protagonizaban los ataques. Así que viajar por carretera ahora es mucho más fácil. "Lo que ahora existe es más burocracia", dice Crowley. Los turistas deben informar a los talibanes de cada uno de sus desplazamientos. En algunas ciudades los fundamentalistas incluso les escoltan allá donde van y no les permiten tomar fotografías de la población local, y mucho menos interactuar con las mujeres. "Sólo podemos fotografiar cosas bonitas, algún talibán y hacer selfies", resume Johnson.

Sin embargo los dos australianos aseguran que sus tours permiten al viajero llevarse una idea de cómo se vive en Afganistán y ver algunos de los lugares más emblemáticos.

Lo primero que los turistas hacen cuando aterrizan en el país es transformarse y vestirse de forma local: los hombres con shalwar kameez y las mujeres, con túnica y pañuelo en la cabeza. “Sobre todo se trata de gozar de la belleza natural de este país y de sus lugares históricos, pero también de ver algún tanque soviético o de pasear por el bazar. Aquí lo ordinario es extraordinario. Incluso comprar un simple helado es diferente”, explican los dos extranjeros en un hotel de Kabul mientras hacen tiempo para tomar un vuelo que les lleve al siguiente destino.

Crowley organiza viajes turísticos a Afganistán desde hace años. Empezó en el 2016 y los talibanes no le han puesto ningún inconveniente para seguir haciéndolo, asegura. “Lógicamente debemos pagarlos, pero no nos extorsionan”, declara. En octubre organizaron su primer viaje. En marzo hicieron el segundo, y ya han planeado otros tres para este año. Y lo sorprendente es que tienen demanda.

La clientela

“Nuestros clientes tienen una media de 40 años y son gente muy viajada. Son sobre todo estadounidenses y europeos que ya han visitado el sur de Asia y que ahora quieren ver otra cosa”, dicen. También hay muchos country counters, es decir, gente que tiene como propósito visitar a todos los países del mundo.

El británico Andrew Maccell es uno de los turistas que han participado en el último tour, pero aclara que él no es ningún country counter. "Afganistán es un país que me ha fascinado siempre", dice. Vio un anuncio de la agencia de viajes en Instagram y no lo pensó dos veces. En el tour ha visitado las ciudades de Kabul, Kandahar, Mazar-e-Sharif, Balkh, Ghazni y Samangan.

"Viajábamos todos juntos en una furgoneta y en un coche iban las bolsas", explica. Asegura que por el camino se han encontrado talibanes muy agradables y otros que parecían hastiados con su presencia. "Mi sensación general es que les han dado instrucciones para que nos hagan buena cara", opina. “He podido hablar con bastantes afganos. La mayoría me preguntaban de dónde estoy y qué he venido a hacer Afganistán, pero algunos también me han dicho que no están contentos con los talibanes”, sigue explicando. Se lleva como recuerdo varias pinturas y unas cuantas fotografías de talibanes.

La agencia que organiza el tour se llama Saiga Tours. El viaje dura nueve días y cuesta 2.495 dólares. Además, el turista debe pagar el billete de avión hasta Kabul, el seguro y el visado, que no es fácil de conseguir. La mayoría de las embajadas afganas siguen controladas por el antiguo gobierno ya veces dificultan su trámite. Los tours están en inglés y también se pueden apuntar mujeres. “Los talibanes no les ponen pegamento, aunque a veces su presencia genera confusión –explica Johnson–. En el último tour había una única mujer en el grupo y en un restaurante local no sabían dónde teníamos que sentarme, si en la parte reservada para los hombres o para las mujeres. Al final nos pusieron a la de los hombres, y un biombo alrededor de la turista para que no la vieran el resto de comensales”.

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