La detención de un opositor desata una revuelta en las calles de Senegal

La represión policial contra las manifestaciones, que ya duran cuatro días, ha dejado al menos seis muertos

JAUME PORTELL / SAIBA BAYO
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Un niño con bolsas de la compra ante un supermercado quemado durante los enfrentamientos de los manifestantes con la policía en el Senegal.

Barcelona“El ejército no tendría que ejecutar nunca órdenes ilegítimas”, decía Macky Sall hace unos años, cuando todavía no era presidente. Ahora el vídeo circula por internet entre miles de senegaleses que lo consideran un dictador. Durante la última semana, habitantes de todo el país han salido a la calle a exigir el fin de la deriva autoritaria del presidente. El último episodio ha tenido como protagonista a Ousmane Sonko, el opositor más popular. Desde enero, Sonko ha sido acusado de malversación de fondos, el ministro del Interior ha tanteado la opción de disolver su partido y ahora ha sido acusado de violación. Muchos senegaleses creen que se trata de un montaje para destruirlo políticamente.

Los seguidores de Sonko llevan ya cuatro días saliendo a las calles, que se han convertido en un auténtico campo de batalla. Hasta ayer se habían registrado al menos seis muertos en todo el país.

Macky Sall agotará su segundo mandato presidencial en 2024, y según la Constitución del Senegal nadie se puede presentar a más de dos mandatos. Pero sus actos hacen sospechar a buena parte de la población senegalesa: el candidato que quedó segundo en las últimas presidenciales ha sido cooptado por el régimen; el tercero, Sonko, se ha negado a colaborar con Sall, y ahora lo quieren encarcelar.

Perseguir opositores, una tradición

Desde la independencia, Senegal ha presentado una imagen de país pacífico e integrador de las diferencias étnicas y religiosas. No ha habido un golpe de estado real y el único conflicto que ha sufrido el país ha sido un enfrentamiento discontinuo por la independencia de la Casamance. Pero la realidad de la política senegalesa muestra que la consolidación democrática es una asignatura pendiente. Todo empezó con el referéndum convocado por el presidente francés Charles de Gaulle, en 1958, para decidir el futuro de las colonias africanas. Se podía votar y ser independiente... dentro de una comunidad económica francesa, que significaba mantener la tutela de Francia a través de la moneda, el Franco CFA. O votar no, que implicaba lograr la independencia total. Excepto Guinea Conakry, el resto de países votaron que sí. En Senegal, entre los defensores del no estaba el intelectual senegalés Cheikh Anta Diop.

Senegal se independizó en 1960 con un régimen parlamentario con separación de poderes. Leopold Sedar Senghor, un francófilo, era presidente de la república; y Mamadou Dia, más nacionalista, presidente del consejo con control del Parlamento. Solo dos años después, Dia fue arrestado -acusado de intentar un golpe de estado- y Senghor concentró todos los poderes. Con el partido único, los opositores fueron perseguidos y encarcelados. Senghor cedió el control a Abdou Diouf después del fracaso de sus políticas económicas, pero el partido dominante se mantuvo. El principal opositor de Diouf, Abdoulaye Wade, entró y salió de la prisión hasta que decidió acercarse a las posiciones del gobierno. Con su llegada al gobierno en 2000, Senegal accedió a una transición democrática, pero solo en las formas: poco después Wade concentró el poder alrededor de sus aliados y familiares. Cuando intentó cambiar la Constitución, Macky Sall se convirtió en la gran esperanza de la oposición y ganó su primer mandato en 2012. Desde entonces, ha seguido el libro de estilo de sus antecesores y ha eliminado a todos sus potenciales opositores: primero, el hijo del anterior presidente; después, el alcalde de Dakar. Los políticos sospechosos de corrupción, por otro lado, fueron absueltos y se fueron integrando en el movimiento del presidente Sall. Ahora Sall envía a las fuerzas de la orden a reprimir manifestantes.

El país es un paraíso por los inversores franceses, que tienen presencia en todos los sectores de la economía. El descubrimiento reciente de petróleo y gas en el territorio ha intensificado la lucha para acaparar los recursos naturales de Senegal, que también dispone de minas de oro en el sudeste del país. Nada de esto ha beneficiado a la gran mayoría de la población. El Franco CFA, una moneda controlada desde Francia, facilita la repatriación de capitales, y el país no puede hacer políticas propias para estimular su economía. El resultado se puede resumir en dos realidades paralelas: el PIB del país crece al 6% anual y el gobierno habla de un “Senegal emergente”; mientras tanto, los jóvenes sin conexiones con el poder, si no quieren malvivir, pueden unirse al ejército, la policía o bien huir del país.

Conexiones españolas

Más allá del foco en el control migratorio, algunas empresas españolas tienen negocios importantes en Senegal. Los Albertos, con la ayuda del hermano del presidente, han entrado en el Banco de Dakar, con la idea de expandirse por toda África occidental. El agua está en manoa de Sen’eau, un consorcio entre el estado y la compañía francesa Suez, que tiene un 45% de la propiedad. Uno de los accionistas de Suez, con un 6%, es La Caixa.

Abdou Junior Ceesay es un periodista de la Medina, un barrio de Dakar, y ha formado parte de las manifestaciones en las que la policía ha utilizado gases lacrimógenos y munición real. Este fin de semana, los manifestantes cogen fuerzas: consideran que esta tan solo ha sido la primera batalla. Ceesay advierte de que no piensan parar las protestas: “Un ministro ha dicho que los manifestantes somos terroristas. Son estúpidos, no entienden que no nos podrán encarcelar a todos”.

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