Kamala Harris y su compañero de ticket electoral, Tim Walz, han inyectado esta semana una increíble dosis de alegría a los demócratas. Día tras día, llenaron estadios en cinco de los siete estados que decidirán las elecciones presidenciales de este noviembre y lograron redefinir la carrera como una pugna entre su mensaje de futuro, optimista y positivo, y la visión oscura, casi apocalíptica, de Donald Trump.
La energía y la alegría palpable en estos mítines multitudinarios, que han recordado la campaña de esperanza del expresidente Barack Obama de 2008, deja atrás la grisura de la candidatura de reelección de Joe Biden, que se encaminaba hacia una derrota contundente. La campaña de Harris ha enterrado el discurso del miedo a una nueva presidencia de Trump de su antecesor y quiere vigorizar a los votantes demócratas con un programa progresista.
De hecho, la elección de Walz es indicativa de la estrategia y del tono electoral que Harris quiere imprimir en la campaña. La energía y la alegría han dado la vuelta en sólo dos semanas a la batalla por la Casa Blanca. El gobernador de Minnesota, con una trayectoria polifacética como profesor y entrenador de fútbol de instituto, soldado de la Guardia Nacional y congresista, destaca tanto por su estilo bondadoso, llano y realista como por sus logros legislativos, que podrían movilizar el apoyo demócrata en los estados clave del Medio Oeste.
Harris optó por Walz en lugar de por el popular Josh Shapiro, gobernador de Pensilvania, porque valora su historial al frente del gobierno de Minnesota—con políticas progresistas, como los permisos de maternidad y paternidad, la reducción de impuestos por a familias con niños, la inversión en vivienda asequible y la protección del acceso a la salud reproductiva—, que quisiera replicar en su presidencia, si gana, y sobre todo porque estableció una química inmediata con ella cuando se conocieron. Si bien la selección de Shapiro le habría ayudado a atemperar la percepción que se tiene de ella como política demasiado de izquierdas ya ganar el estado clave de Pensilvania, también se cree que podría haber puesto en peligro el espíritu de entusiasmo y unidad que ha predominado en el partido desde que Biden renunció a la reelección.
De momento, hasta ahora, la ya llamada política de la alegría de la pareja demócrata ha mejorado las opciones de Harris, según las últimas encuestas, y ha desconcertado a Trump ya los republicanos, que intentan frenar su ascenso sorprendente e inspirador . No les será nada fácil porque se espera que la vicepresidenta estadounidense siga acaparando la atención mediática en los próximos días. La próxima semana hará su primer mitin con el presidente Biden y dentro de nueve días tendrá la oportunidad de presentarse de nuevo ante sus conciudadanos durante su discurso en la Convención Nacional Demócrata en Chicago, que oficializará su candidatura .
Todo por decidir
Pero, como dice el dicho, una semana es mucho tiempo política. Y en las últimas tres semanas de la política estadounidense lo han demostrado con creces. Muchos consideraban que la carrera estaba sentenciada tras el intento de asesinato contra Trump, pero la retirada de Joe Biden y la ilusionante campaña de Harris-Walz han cambiado radicalmente la situación. La carrera ha vuelto a apretarse y todavía quedan tres meses para las elecciones, es decir, una eternidad. No sería raro que esta campaña, atípica como nunca, nos ofreciera más sorpresas y giros inesperados.
Harris deberá afrontar retos como detallar su visión del país, debatir con Trump, defenderse de los ataques republicanos por el alto coste de la vida y la situación fronteriza y demostrar que puede persuadir al votante indeciso. Mientras, los demócratas vuelven a sonreír ya mostrarse optimistas gracias a la alegría que transmiten Harris y Walz en la campaña.