Boris Johnson y su mujer, multados por el escándalo del Partygate

El ministro de Economía británico, Rishi Sunak, también recibe una sanción de Scotland Yard por haber infringido las leyes anticovid

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Boris Johnson, primer ministro británico

LondresEl primer ministro británico, Boris Johnson, y el ministro de Economía, Rishi Sunak, han sido multados por la Policía Metropolitana de Londres por el escándalo del Partygate. La mujer del primer ministro, Carrie Johnson, también ha sido sancionada, lo cual confirma que en Downing Street se vivía de manera diferente que en el resto del país durante los periodos de confinamientos por el covid en 2020 y el 2021. Las multas se harán efectivas en cuanto que el organismo que se encarga de tramitarlas las haga llegar a los implicados, en un plazo máximo de 48 horas.

La información se ha sabido este martes a mediodía después de que a primera hora de la mañana se tuviera noticia de que, a raíz de la investigación abierta a mediados de febrero por la policía, se habían encontrado motivos más que justificados para enviar treinta multas más a los implicados en las fiestas ilegales de Downing Street. La semana pasada Scotland Yard ya había enviado veinte. Y puede haber más en los próximos días.

Hasta ahora no se sabía el número de ilegalidades cometidas por los Johnson y Sunak, porque la cifra de sanciones emitidas no implica, necesariamente, que sean una por persona. Un portavoz de Downing Street ha asegurado que darían todos los detalles a medida que se vayan recibiendo.

¿Peligra su futuro político?

A falta de saber más detalles y la reacción del mismo Johnson y de los pesos pesados del Partido Conservador, la gran pregunta que planta ahora es cómo afectará políticamente la noticia a la carrera del primer ministro. Johnson parecía condenado a finales de enero y principios de febrero, y existía un convencimiento generalizado entre la clase política de que solo era cuestión de tiempo que el primer ministro se viera forzado a dejar el cargo.

De momento, tanto el líder de la oposición, Keir Starmer, como la primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, así como el líder del Partido Liberaldemócrata, Ed Davey, han pedido la dimisión de Johnson y de Sunak.

Pero como decían los premiers Harold Wilson –"en política, una semana es mucho tiempo"– y Chamberlain –"en política, no sirve de nada mirar más allá de los próximos quince días"–, desde entonces hasta ahora el mundo ha cambiado a raíz de la guerra de Ucrania y el paisaje político británico ya no es el de hace dos meses. Si entonces los ciudadanos se despertaban cada día pendientes de nuevas informaciones sobre fiestas ilegales en casa del jefe del ejecutivo, ahora lo hacen preocupados ya no tanto por la guerra, que está perdiendo pistonada como reclamo de primera magnitud, sino por las consecuencias que tiene: alza de precios generalizada y encarecimiento de la energía, dos tendencias que ya se arrastraban desde hacía meses por la recuperación postcovid y que la invasión de Vladímir Putin tan solo ha magnificado.

Además, en la cabeza de los británicos el covid queda de momento muy lejos y no parece probable que los tories decidan, al menos hoy por hoy, prescindir de Johnson. No cuando faltan poco más de tres semanas para las elecciones municipales y cuando no hay ningún recambio claro para sustituirlo.

Entre otras razones, porque quien aparecía en el horizonte como la alternativa a Johnson, Rishi Sunak, también ha sido sancionado, además de ser salpicado de pleno, en los últimos quince días, por unos cuantos escándalos más. Un mes después de que el Reino Unido anunciara sanciones contra Rusia, la compañía informática de su suegro, un multimillonario hindú, continuaba instalada en Moscú. Y cuando le plantearon la cuestión en una entrevista en Sky News, Sunak desvió el tema argumentando que no tenía conocimiento de los negocios de su mujer.

Sin embargo, posteriormente, gracias a una filtración, se descubió que su mujer, Akshata Murthy, no pagaba impuestos en el Reino Unido –acogiéndose a un estatus especial que tienen desde 1956 los titulares de pasaporte indio– sobre los beneficios que obtiene gracias a los dividendos de las acciones de la que es propietaria en la compañía de su padre: el año pasado fueron 11,5 millones de libras, sobre los cuales tendría que haber liquidado el 39,5%, unos 4,5 millones.

Además, también se descubrió que Sunak mantuvo una Green Card, el permiso de residencia y trabajo en EE.UU. que tenía desde la época en la que estudió y trabajó en el país, después de haber sido nombrado ministro de Economía. Si bien no hay nada de ilegal en esto, sí que resulta políticamente injustificable que el número 2 del gobierno británico pueda tener una vía de salida a un país extranjero.

Con todo, probablemente el pecado más grande de Sunak es el que ha cometido su mujer: no pagar impuestos en un momento en el que a los británicos se les han subido en el capítulo de contribuciones a la Seguridad Social. La acumulación de errores y escándalos, pues, ha puesto fin a sus esperanzas de sustituir a Johnson. Y la multa de hoy pone todavía más palos en las ruedas. Más allá de esto, por primera vez en el número 10 de Downing Street –y también en el número 11– puede haber dos responsables sancionados para romper las leyes que ellos mismos promulgaban.

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