El clima de gran guerra se impone en Europa: ¿Es la amenaza la real?
Entre el mundo político y académico europeo se repite un mensaje: un conflicto directo de la OTAN contra Rusia es posible
BarcelonaLa historia no es cíclica, pero a veces parece.
“La tensión en Europa es evidente y el futuro es incierto. El continente está pendiente de eventos que, probablemente, conducirán si no hacia una gran guerra europea, al menos hacia un período prolongado de agitación internacional”.
Esto no lo ha escrito el AHORA. Lo escribió The New York Times, en portada, el 25 de julio de 1914. Faltaban tres días para que el Imperio austrohúngaro declarara la guerra a Serbia y precipitara a los europeos, que pensaban que ya no se matarían más con fusiles, hacia la Primera Guerra Mundial.
“Europa, toda Europa, debe entender que se encamina, de nuevo, hacia un dilema mayúsculo: hacer la paz o hacer la guerra. En este dilema, es importante que gane la buena voluntad. Pero Europa debe tener también el deber, menos conmovedor, de prepararse para la guerra. [...] ¿Hasta dónde es capaz de llegar Hitler?”.
Este otro fragmento tampoco es del ARA. Es de una editorial del Paris-Soir del 21 de septiembre de 1938. Faltaba un año para que estallara la Segunda Guerra Mundial, pero Adolf Hitler ya había invadido Austria y una parte de Checoslovaquia. El dictador alemán reclamaba más territorio checo –Sudets–, y Francia e Inglaterra se ponían en alerta.
Las comparaciones son peligrosas en política internacional –casi tanto como los pronósticos–, pero a veces son tentadoras.
“La preocupación es evidente y aumenta entre las naciones europeas. Se teme que Putin pueda invadir en los próximos años un país de la OTAN. [...] Y la OTAN sostiene que está preparada para defenderse”, escribía The New York Times hace sólo unas semanas.
“El desafío es colosal. Hasta ahora, los líderes europeos han estado a la altura de la historia. Pero ahora deben asumir la difícil tarea de convencer a su pueblo: la amenaza [de una guerra] está aquí, optar por ignorarla sería imperdonable”, decía un editorial de Le Monde a principios de mes.
Bienvenidos a la Europa de 2024.
Romper el tabú
Dos años después del inicio de la invasión rusa contra Ucrania, el continente ha entrado en una nueva fase. Hasta ahora, muy pocos mandatarios se atrevían a hablar públicamente del riesgo de una gran guerra en Europa, es decir, de una confrontación directa con Rusia. Pero en 2024 se ha roto el tabú. En las últimas semanas se ha impuesto un discurso entre el mundo político y académico europeo: una guerra de la OTAN contra Vladimir Putin es posible.
Las siguientes declaraciones se han hecho en el último mes:
“Debemos estar preparados para tomar todas las medidas necesarias. Si Ucrania se cae, nuestra seguridad está amenazada”. Emmanuel Macron, presidente de Francia. 14 de marzo.
“La amenaza [de una gran guerra en Europa] es total y absoluta. Europa debe ser consciente de que el peligro está muy cerca, no es pura hipótesis, es real”. Margarita Robles, ministra de Defensa española. 17 de marzo.
"Sé que suena grave, sobre todo para las nuevas generaciones, pero hay que acostumbrarse a que ha empezado una nueva era prebélica". Donald Tusk, primer ministro Polaco, este viernes.
¿A qué se debe este cambio de discurso?
Félix Arteaga, investigador principal de Seguridad y Defensa del Real Instituto Elcano, lo vincula a la situación en el campo de batalla ucraniano. Kiiv vive el momento más delicado desde el inicio de la invasión: la contraofensiva del verano no funcionó, el armamento occidental escasea, la fatiga se impone, y Moscú, con más tropas y más cómoda en la guerra de desgaste, lleva la iniciativa a los frentes. “Putin se siente reforzado y quiere aprovechar la debilidad de Ucrania. Ante esta perspectiva, conseguir un acuerdo con Moscú para detener la guerra es muy improbable, y Europa saca músculo para intentar disuadir al Kremlin de ir más allá del territorio ucraniano”, asegura Arteaga. Coincide Pol Bargués, investigador senior de Cidob, que lo sintetiza con pocas palabras: “Ante la posibilidad de que Rusia gane en Ucrania, Europa debe prepararse para otros escenarios”.
La guerra en Ucrania ha supuesto un despertar para la política europea. La UE ha ido roto tabúes a medida que la guerra avanzaba: desde el envío de armamento de todo tipo –también los aviones de combate F-16– hasta el plan para potenciar la industria armamentística. El próximo paso podría ser el despliegue de tropas europeas, una posibilidad que el presidente Macron y otros mandatarios de países cercanos a Kiiv no quieren descartar. La invasión de Ucrania también ha hecho aflorar muchas de las debilidades endémicas de los europeos: sobre todo la falta de independencia en aspectos clave como la energía –ligada de Rusia–, el comercio –en China– y la seguridad –en Estados Unidos –. En un panorama global tan convulso e incierto, conseguir autonomía es uno de los objetivos vitales de la UE.
Y aquí es donde entra el factor Donald Trump: “Este clima de preguerra también es provocado por Trump. Europa sabe que si el republicano vuelve a la Casa Blanca, puede quedarse sola frente a Moscú, con todos los peligros que ello conlleva”, apunta Bargués. El Trump de 2016 fue un revés para el multilateralismo y para los aliados tradicionales de Washington, que desconfiaban. El Trump de 2024 parece similar, pero en un contexto mucho más difícil y peligroso. De momento, ya ha avisado de que, si vuelve a ser presidente, cortará el grifo en Kiiv y, en un mitin a principios de febrero, dijo que "animaría" a Putin a atacar a aquellos países de la OTAN que no cumplan los compromisos en gasto militar.
"La idea de que atacaremos a otro país –Polonia, los estados bálticos y los checos también se asustan– es una tontería total. Es solo una tontería". La frase es de Vladimir Putin y la ha pronunciado este miércoles. El problema es que la credibilidad del Kremlin está en horas bajas. El propio Putin hizo declaraciones similares días antes de invadir a Ucrania. Incluso en conversaciones privadas con otros mandatarios, como con Macron, el presidente ruso insistía en que no tenía ninguna intención de atacar a Kiiv. Tampoco ayuda que, en otras ocasiones, el mandatario haya amenazado con una guerra nuclear en Occidente, o que los propagandistas rusos, al servicio del gobierno, imaginen a menudo misiles Sarmat topa París, Berlín o Londres. “De Kaliningrado a Berlín, [los misiles tardarían] 106 segundos; en París, 200 segundos. ¿Te interesa Londres? [Hasta allí tardarían] 220 segundos”, decía la presentadora de uno de los programas más vistos de la televisión estatal rusa.
Un reciente informe del Institute for the Study of War, referentes de la ciencia bélica, también alerta de la perspectiva de un Putin envalentonado. "Varios indicadores financieros, económicos y militares sugieren que Rusia se está preparando para una guerra convencional a gran escala contra la OTAN", dice el texto. Advierte que esta guerra no sería inmediata, pero sí más bien de lo que algunos analistas occidentales habían previsto hace unos meses.
¿Alarmismo o prevención?
Volvemos a la hemeroteca.
“Sé que durante semanas enteras he hecho de chafaguitarras de aquellos que, al ponerse delante del diario, veían derramar de pesimismo a mis crónicas. Hoy –¡triste éxito el mío!–, todos aquellos que me creía obsesionado, tendrá que reconocer que mis afirmaciones eran exactas cuando atribuía a este agosto un lugar en la historia superior en importancia, como el de aquel agosto de 1914”, escribía el cronista Arnau Giménez en La Vanguardia. Faltaba una semana para el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Tanto en 1914 como en 1939, buena parte de los europeos consideraban alarmistas los llamamientos de los gobiernos a prepararse para una posible guerra. Por lo general, el sentimiento era que la sociedad había avanzado demasiado como para condenarla de nuevo. Es un pensamiento que también se impone ahora y, probablemente, con mayor motivo: durante estos casi cien años, se han creado organismos e instituciones para prevenir el estallido de grandes guerras en Europa y en el mundo. Por tanto, ¿es exagerado este clima de preguerra actual?
Los expertos creen que no. “La sociedad debe saber que no vivimos una situación de paz. Estamos en una situación de guerra híbrida desde 2014, ya raíz de la invasión a gran escala de Ucrania, las cosas han empeorado: a ojos de Moscú, Europa se ha enfrentado directamente a Rusia por haber apoyado, también a gran escala , en Kiiv”, dice Arteaga. La tesis que se impone es que si Europa se toma en serio las cuestiones de defensa, Moscú no atacará. Pero, en los últimos treinta años, los gobiernos europeos no han priorizado los asuntos militares –descuidando incluso a los ejércitos–, por eso ahora hay que hacer frente a verdades incómodas. Bargués apunta, pues, que las alertas de los dirigientes europeos buscan también justificar el incremento de gasto en defensa que están experimentando –y, sobre todo, que experimentarán– todos los aliados occidentales.
El historiador Timothy Garton Ash escribía hace unos días en las páginas de The Guardian que uno de los grandes retos que tienen los mandatarios europeos es dar a entender a la población que el peligro de guerra es real y que el futuro de Europa se juega en Ucrania. Pero alertaba de la dificultad de enviar ese mensaje a una sociedad que vive “la comodidad de la paz, la vida próspera, incluso mimada”. Garton Ash se hacía una pregunta: "¿Europa está en guerra?". Garton Ash imaginaba la respuesta de la inmensa mayoría de europeos que viven en paz: “Usted estará en broma”.
Y eso tampoco es nuevo. Lo confirman también las hemerotecas.
“En Polonia no esperan una guerra inmediata. Los polacos parecen seguros de que las hostilidades no estallarán y creen que la eficacia del frente de la paz está consolidada. La vida aquí es normal hoy”, escribía enThe New York Times, el periodista Jerzy Szapiro desde Varsovia el 27 de agosto de 1939. Cuatro días después, Alemania invadía Polonia y estallaba la Segunda Guerra Mundial.
“En Kiiv todo está tranquilo. Aquí nadie acumula comida, no habrá guerra”, decían los ucranianos de un mercado de la capital en un reportaje publicado en el ARA el 4 de febrero de 2022. Veinte días después, Rusia lanzaba la invasión contra Ucrania y los tanques de Moscú avanzaban hacia Kiiv, que ya estaba siendo bombardeada.