Monarquía británica

Un espía de Moscú en el Palacio de Buckingham

A la reina Isabel le escondieron durante casi una década que el curador de su colección de arte era un agente de la URSS

Uno de los informes sobre el espía e historiador del arte Antohny Blunt, en la imagen, tal y como puede verse en la exposición 'MI5: secretos oficiales', recién inaugurada en el Archivo Nacional de Kew, en el oeste de Londres.
14/01/2025
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LondresUn distinguido historiador del arte, Anthony Blunt, conservador de los cuadros de la colección real británica desde 1945, cuando le nombró Jorge VI, hasta su jubilación, en 1972, fue espía al servicio de Moscú desde los años treinta. El dato era conocido por las autoridades británicas, porque él mismo lo confesó en 1964, cuando llevaba ya diecinueve años trabajando en el epicentro de la corte.

Y también lo sabía la opinión pública porque la primera ministra Margaret Thatcher lo reveló en el Parlamento en 1979. Hasta aquí, eso es lo que se sabía de quien fue considerado el cuarto hombre del llamado los Cinco de Cambridge , un grupo de espías formados en la ciudad universitaria –cuyo más famoso fue Kim Philby– que colaboraron con la Unión Soviética hasta a mediados de los años cincuenta. Philby, por ejemplo, desertó en la Unión Soviética en 1963.

Pero una serie de documentos que se presentarán próximamente en una exposición del Archivo Nacional de Kew muestran por primera vez que a la reina Isabel II le escondieron que tenía una espía soviético, el mencionado Blunt, en su casa. Y continuó en la ignorancia durante la última década en la que el historiador fue el curador de las obras de su majestad. A Isabel II le informaron del alcance de la traición en 1973, apenas un año después de que Blunt se retirara.

Que en el corazón del Palacio de Buckingham hubiera un espía ocupó siempre los servicios secretos británicos. Los documentos ahora desclasificados muestran que en 1972 el director general del MI5 –el espionaje interior– instó a Martin Charteris, el secretario privado de la reina, a cortar vínculos con Blunt. Pero éste se negó, argumentando que no tenía sentido, ya que el mandato de Blunt estaba a punto de terminar. "Charteris pensaba que la reina no lo sabía y no veía ninguna ventaja al contárselo [en ese momento], sólo aumentaría sus preocupaciones", informó Michael Hanley, entonces máximo responsable del MI5. "Contrariamente a lo que Blunt podría haber dicho en el pasado, Charteris afirmó que la Reina no tenía nada de simpatía por Blunt y le veía muy poco a menudo".

"Con calma y sin sorpresa", la reacción de la reina

El testimonio de Hanley refuerza la idea de que el Palacio de Buckingham ha transmitido una imagen de la monarca como una persona que nunca mostraba sus sentimientos frente a nadie. Así, el jefe de los espías afirma que cuando le informaron de la presencia de un espía en palacio, Isabel II "se lo tomó con mucha calma y sin asombro".

La decisión de informar a la reina se tomó en 1973 cuando los oficiales de Whitehall empezaron a preocuparse ante investigaciones periodísticas que intentaban desvelar el papel de Blunt. Enfermo de cáncer, si moría, las leyes contra el libelo no podrían aplicarse a su persona y la prensa podría publicar lo que obtuviera. Y que la reina se enterara por la prensa habría sido una especie de desprecio a la monarca.

En febrero de 1973 el primer ministro Edward Heath ordenó que se preparara un plan para hacer frente a cualquier potencial tormenta mediática. Y también ordenó al secretario real Martin Charteris que, finalmente informara a la monarca. Un mes después, el 19 de marzo, el jefe del MI5 Hanley dejó constancia por escrito que el secretario del cabinete, Burke Trend, le había mostrado una "carta manuscrita personal" de Charteris que confirmaba que la reina había sido informada sobre el caso. Los documentos que se presentarán en la exposición también muestran que a Alec Douglas-Home, primer ministro entre 1963 y 1964, tampoco le informaron de la confesión de Blunt.

El espía e historiador del arte murió en 1983 con 75 años, después de haber sufrido un ataque al corazón en su casa de Londres. Cuando Margaret Thatcher le expuso públicamente, fue despojado de su título de caballero. El punto álgido de su actividad como espía tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial, cuando pasó a los soviéticos información sobre los planes de la Wehrmacht que el gobierno británico no quería entregar a Stalin. Lo que no aclara la exposición del Archivo Nacional de Kew es por qué se le permitió seguir trabajando en el Palacio de Buckingham después de la confesión. Sin embargo, es sabido que su espionaje fue uno más de los muchos secretos oficiales de la Guerra Fría. Muy probablemente, después de la deserción de Philby, Londres no quería que Washington supiera que incluso había espías junto a la reina.

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